Palabras del Dr. José Alfredo Sabatino Pizzolante, Presidente entrante de la institución

Queremos comenzar agradeciendo a todos los presentes por su asistencia a este sencillo, pero muy significativo acto, en el que la Academia de Historia carabobeña renueva sus autoridades para el período 2022-2024. No resulta sencilla la mobilización hoy día, complicada se torna la logística para hacerlo, de allí que debemos concluir que quienes hoy nos acompañan lo hacen porque verdaderamente lo desean, por lo que en nombre de todos los académicos les estamos agradecidos, de manera muy sincera.  

Llegamos a tomar las riendas de esta corporación, luego de poco más de tres décadas desde que comenzáramos a transitar en ella. Entonces estudiábamos derecho muy cerca de aquí, convirtiéndose la academia en un refugio para la buena conversa con personajes, muchos ya desaparecidos quienes, además, nos recibieron con la mayor cordialidad. Cómo olvidar al Prof. López Rizzo, al Dr. Fabián de Jesús Díaz, al Dr. Marco Tulio Mérida, al Dr. Alfonso Marín, al Prof. Eduardo Arroyo Álvarez; cómo no recordar a otros con quienes en fecha más reciente compartimos tanto, como el Dr. José Ramón López Gómez, el Dr. Julio Centeno, el Dr. Domingo Alfonso Bacalao, el Dr. Enrique Mandry Llanos y el Prof. Pedro Madera. A todos nuestro sentido recuerdo, como nuestro agradecimiento a don Luis Cubillán Fonseca, quien nos recibiera con los brazos abiertos en el seno de esta corporación -por allá en un lejano junio de 1990, cuando disertamos sobre la vida y obra de don Carlos Brandt- al Dr. Carlos Cruz Hernández compañero de generación, quien no dudó en aupar nuestro ingreso, al eterno cronista del puerto don Miguel Elías Dao y al Dr. Asdrúbal González quienes, entonces, propusieran nuestro nombre. También nuestro profundo agradecimiento a mi esposa Maribel y mis hijos Maribel, José Alfredo y María Corina a quienes he robado mucho tiempo para dedicarlo a estas lides, contado siempre con su fundamental apoyo; así como a mi hermano y socio Iván Darío, nuestro aliado en tantas aventuras intelectuales. Inevitable, finalmente, no recordar en estos momentos a nuestra madre Teresita y a querido hermano Orlando, quienes seguros estamos nos acompañan hoy, al igual que lo hacen algunos miembros de nuestra familia y consecuentes amigos.

No resultan tiempos fáciles para instituciones como la nuestra, cuyo objeto y fines no necesariamente despiertan el interés y la emoción de las mayorías, tampoco de los entes gubernamentales que difícilmente la cuentan dentro de las prioridades. Aún así, acompañados de una junta directiva conformada por personas calificadas y de gran experiencia como lo son el Dr. Fernando Falcón, el Dr. Carlos Cruz Hernández, el Dr. Víctor Genaro Jansen, el Padre Luis Manuel Díaz, doña María Cora Páez de Topel y el Dr. Alberto Sosa Olavarría, haremos nuestros mejores esfuerzos para cumplir con los objetivos estatutarios, muy especialmente: velar por la conservación de las reliquias históricas y monumentos públicos del estado; promover el resguardo, mejoramiento y útil funcionamiento de los archivos y bibliotecas regionales; realizar investigaciones sobre historia nacional y en particular sobre historia regional; y, mantener en funcionamiento nuestra biblioteca y hemeroteca para servir a los investigadores y público en general.

Se trata, desde luego, de objetivos que difícilmente pueden ser cumplidos sin el concurso de las instancias de gobierno y del sector privado, lo que nos obliga a continuar con los acercamientos necesarios, que permitan concretar proyectos específicos. La colaboración pública y privada la hemos recibido, indudablemente, pero nunca resultará suficiente. Ya el Dr. Carlos Cruz se ha referido a los magníficos aportes recibidos desde la Alcaldía de Valencia, a través de INDUVAL, y en lo personal deseamos resaltar la extraordinaria respuesta que desde el empresariado carabobeño y muchos particulares recibió la Academia para el rescate de nuestra valiosa biblioteca, luego de los daños sufridos por torrenciales lluvias el año 2020.

Sin embargo, antes de referirnos a algunos de las proyectos específicos que esperamos desarrollar en nuestra gestión, queremos compartir con Uds. algunas inquietudes que nos embargan en torno a la historia. 

En los últimos tiempos ha surgido en Carabobo un renovado interés por su historia, que alegra y preocupa a la vez. Alegra porque se trata de un estado que tiene a cuesta siglos de andanzas, haciendo innumerables los acontecimientos por investigar, documentar y analizar; y que preocupa, porque la tarea implica el manejo de herramientas y fuentes que mal utilizadas, puede dar lugar a relatos interesados y ajenos al hecho histórico. Lo cierto es que historiadores, cronistas, investigadores y hasta curiosos se han dado a la tarea de develar nuestro apasionante pasado, a través de artículos de prensa, libros y, muy especialmente, las redes sociales que ofrecen una manera barata, rápida y masiva de difundir la información.

El problema radica en que indistintamente de quien la cuenta, la historia debe escribirse con apego a la verdad de los acontecimientos, los que no siempre resultan fáciles de documentar. La labor investigativa que implica historiar un evento o personaje nos lleva no solo consultar una amplia variedad de fuentes (bibliográficas, hemerográficas, orales, entre otras), sino también a interminables búsquedas en viejos archivos públicos y privados, poco conservados y asequibles. Vale la pena recordar que en la investigación histórica ningún documento o fuente resulta despreciable, toda vez que una sucesión de eventos acaecidos en un espacio de tiempo específico, dejan en su devenir una variedad de papeles y testimonios que debidamente analizados, cruzada la información que de ellos se desprende y sujetos a un proceso de exégesis, permiten completar el hecho histórico mismo luego interpretado, para bien o para mal, por la subjetividad del historiógrafo.

Tarea nada fácil esta de escribir la historia que debe hacerse de manera seria y honesta, agotando la consulta profunda de las fuentes disponibles, para producir un relato original que dé forma al hecho o al personaje histórico. Se trata de una responsabilidad intrínseca en el historiador, pero también para los apasionados de la historia local, los nuevos cronistas. No hacerlo los condenaría irremediablemente a darle rienda suelta a la imaginación, pretendiendo llenar los vacíos con suposiciones que tergiversan los hechos y, peor aún, echar mano de Wikipedia como fuente de consulta nada inédita, convirtiendo la crónica en un plagio crónico.

La Academia de Historia del Estado Carabobo tiene frente así importantes retos, entre los que se cuentan ser guardián del acervo documental y preservar la memoria histórica regional, al tiempo que dentro de sus posibilidades dotar a los nuevos cronistas de las herramientas metodológicas y documentales, que les permitan rescatar la historia regional. No son tareas fáciles en razón de los tiempos que vivimos, especialmente la falta de recursos económicos tan necesarios para garantizar la preservación de nuestro patrimonio documental, además de financiar investigaciones sobre temas requeridos de atención.

Sin embargo, hay que evitar justificaciones a priori, especialmente, las que pretenden fundamentar toda la problemática en la falta de recursos económicos, pues muchas cosas se pueden hacer mientras tanto, requiriéndose tan solo para ello una gran voluntad de hacer. La Academia está empeñada en renovarse y dentro de lo que se puede hacer está sumar a esta corporación a los jóvenes de talento, interesados en la investigación histórica. Hay numerosos temas pendientes de estudio en Carabobo, y si no se ha acometido la tarea no es precisamente por la falta de recursos, sino de voluntad y empeño.  Las fuentes abundan, están allí a la espera de ser fichadas, consultadas y analizadas. No sin cierta queja apunta Ángel Lombardi que “el adolescente tiene hambre de presente, porque sabe o presiente que allí se juega su futuro”; instintivamente “rechaza el pasado como cosa muerta”. Lo que ignoran muchos jóvenes es que, como dijera Benedetto Croce, “la historia siempre es contemporánea” y de allí, decimos, su constante revisión y ampliación. Del pasado surgen hechos que ofrecen respuestas, en ocasiones, acerca de los aciertos y miserias del presente, hechos que aún sin ofrecer tales respuestas sirven para una profunda reflexión sobre nuestras carencias, animando a la búsqueda de nuevos y mejores derroteros. En otras palabras, somos lo que fuimos, podríamos ser lo que no somos.

El reto de nuestra Academia es atraer a esos jóvenes e interesados por el tema, sumarlos y convertirlos en guardianes de la memoria histórica educándolos, según el decir del historiador Tomás Straka, en el ejercicio de la historia como fuente de ciudadanía y libertad. Ese debe ser nuestro compromiso, tarea ardua, pero necesaria. Pero otro reto es exigir a nuestros académicos -numerarios y correspondientes- que escriban para que contribuyan activamente a resguardar esa memoria histórica, sirviendo de guía y apoyo a las jóvenes generaciones. 

¿Y sobre qué temas escribir? En el campo de catalogación y referencia, por ejemplo, urge el levantamiento y búsqueda de la bibliografía y hemerografía carabobeña, para colocarla al alcance de los investigadores, pues muchos títulos fueron de circulación local o regional y no se localizan en bibliotecas o repositorios documentales nacionales, corriendo así el riesgo de simplemente desaparecer de los registros. En otras palabras, no se conoce con certeza lo que se ha escrito en el estado, desde la aparición de la imprenta por estos lares. La Bibliografía del Estado Carabobo (1986), preparada por Josefina Fierro y Marcial Ramos Guédez, constituyó indudablemente un primer intento que, aunque parcial, puede servir de punto de partida para actualizarlo y ampliarlo. 

Está pendiente, igualmente, hacer un profundo estudio de los periódicos de Valencia y otros municipios, ya que los Apuntes para la Historia del Periodismo de Carabobo (1949), de don Rafael Saturno Guerra, apenas proporciona una enumeración genérica de los muchos títulos que han visto luz requiriéndose, además, el estudio detenido de la actividad editorial y de imprenta. Entre los pocos estudios específicos, sin embargo, vale la pena mencionar el trabajo de Raúl Meléndez M., titulado La Prensa en Valencia y Puerto Cabello durante el gobierno de Cipriano Castro(2011). Los periódicos de Puerto Cabello, por el contrario, fueron cuidadosamente estudiados por Alí Brett Martínez en los años setenta, en su maravillosa obra El Periodismo y las imprentas de Puerto Cabello 1806-1945, con base a los fondos de la Hemeroteca Nacional y la Academia Nacional de la Historia. De manera tal que, a la fecha y con las excepciones del caso, el catálogo de la prensa regional es parcial y está ávido de exploración y ampliación.

Aunque Brett Martínez estudio ampliamente la imprenta en el puerto, más tarde revisada y complementada la información por el suscrito, en nuestra biografía sobre el impresor Juan Antonio Segrestáa (2018), la imprenta y la actividad editorial en Valencia todavía está a la espera de estudios pormenorizados, ya que los bibliógrafos nacionales como Segundo Sánchez, Grases, Febres Cordero y Castellanos, por citar algunos, cuando abordan el tema lo hacen de forma general. Así, poco se conoce sobre los talleres de Bartolomé Valdés, Juan De Sola, la Imprenta del Teatro de Legislación de N. Carrasquero, la Imprenta Colombiana de Santiago Morales, la Tipografía Mercantil de Chambón, la Tipografía Artística de Ramón Mijares, entre otras. Peor aún, mucho menos se sabe de la descollante labor de la Imprenta La Voz Pública (1875), de Francisco González Guinán y la Imprenta del London Bazar (1887) de Méndez Hermanos, que ejercieron una intensa actividad periodística y editorial en la capital carabobeña, y de la que existe valioso y suficiente material para iniciar su estudio. Finalmente, Carabobo está urgido de un Catálogo que compendie sus principales archivos e identifique  los documentos de interés, y de ser posible recoja la transcripción de, al menos, una selección de ellos. De nuevo, una herramienta para los investigadores, eso antes de que terminen por desaparecer.

En cuanto a las áreas específicas requeridas de investigación, faltarían líneas, especialmente, si nos preguntamos más bien sobre qué no sabemos de la región carabobeña. La música y el teatro son áreas virgenes, la prensa otra riquísima veta como ya lo mencionáramos, la tauromaquia otra. La historia del deporte, nada estudiada, la actividad industrial en Valencia y otros municipios, parcialmente tratada. El transporte terrestre y vías de comunicación, tímidamente tocados, la fotografía en Valencia inexistente, etc., etc. Hay dos viejas obras dignas de mencionar, estas son, Poetas y Prosadores Carabobeños (1955), con selección y prólogo de Luis Guevara y Enrique Grooscors hijo; y Génesis y Evolución de la cultura en Carabobo(1967), de Luis Augusto Núñez, que contienen mucha información general sobre algunas de estas áreas, pero sobre las que debe profundizarse con base a nuevas informaciones y fuentes. Carabobo ha tenido extraordinarios historiadores y cronistas -en el pasado y en el presente- nombrar algunos de ellos nos haría caer en lamentables omisiones, pero debemos reconocer que la atención ha estado más centrada en la crónica que en el ensayo, en la historia general que en la específica. Hay, finalmente, necesidad de acometer el estudio de la historia contemporánea en la región, tan huérfana de investigadores, con la honrosa salvedad de los trabajos del académico Armando L. Martínez, ya desaparecido, titulados La Región Valenciana un estudio histórico-social (2000), en colaboración con María de Castro Zumeta; ¿Qué es la Valencianidad? y otros estudios de historia regional (2003) e Historia de Valencia, Economía, Sociedad, Política, Cultura y Mentalidades (2012). 

Se trata, indudablemente, la nuestra de una caprichosa y muy subjetiva lista de áreas o líneas de investigación, susceptible de ser perfeccionada, y en la que la Academia juega un importante papel, así como la Universidad de Carabobo, cuya Maestría en Historia de Venezuela en nuestra opinión, ha estado tan ausente en el abordaje de estos grandes tópicos regionales.

Así que no es, precisamente, por falta de temas que los jóvenes y nuevos cronistas deben preocuparse, mucho menos nuestros académicos. Hay mucho qué investigar en esa rica cantera que representa el devenir carabobeño, exigiendo de aquellos que, además de presentar el dato bueno, inédito y de interés, validen la información, citen la fuente y la presenten en un texto bien y amenamente redactado. Nos alegra, sobre manera, y lo vemos con muchísimo interés, las iniciativas y esfuerzos, junto con el apoyo oficial y de particulares, que vienen haciendo algunas personas y grupos por rescatar los iconos de nuestro patrimonio arquitectónico e historia, especialmente en Valencia. 

La Academia de Historia del Estado Carabobo desea apoyar todas esas iniciativas, como lo ha hecho hasta ahora, promoviendo además la investigación y haciendo sus mejores esfuerzos para dotar de las herramientas necesarias a los interesados. 

Mientras tanto, los proyectos específicos que nos planteamos para el período 2022-2024, abarcan la reinauguación de la Biblioteca de la institución y su puesta en funcionamiento al público (Septiembre 2022); la celebación del Centenario de la Arquidiócesis de Valencia (Octubre 2022); la celebración del Bicentenario de la Toma de Puerto Cabello (Noviembre 2023), el relanzamiento del Boletín, la Página Web y un sello editorial; una presencia más activa de la Academia en los municipios que conforman el Estado Carabobo, para lo que resulta fundamental el estrechar lazos con los Cronistas Oficiales; y, el traslado de la documentación de Valencia (Siglos XVII – XIX) que se conserva en el Archivo Histórico Militar de Madrid a la Real Academia de Historia de España, gestiones ya iniciadas por el Dr. Carlos Cruz, para su posterior traslado a Valencia, colocándola al alcance de los interesados.

Se trata de una agenda ambiciosa, lo sabemos, pero que creemos factible. No tengan la menor duda que el compromiso lo asumimos con pasión y mucha responsabilidad, lo que me permito decir a título personal y en nombre de los estimados académicos que nos acompañan en esta nueva gestión. Contamos con todos Uds. 

Gracias por su atención…

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