José Alfredo Sabatino Pizzolante

Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

Resumen

Los documentos resultan fundamentales para escribir la historia, cuyos hechos y eventos deben necesariamente estar sujetos a un proceso de constante análisis. Los archivos públicos y privados de Puerto Cabello se encuentran en pobres condiciones, y sus documentos cuando no perdidos, en muy mal estado de conservación; lo anterior puede ser afirmado respecto de las actas y papeles municipales, documentos del registro público así como también aquellos pertenecientes a instituciones privadas tales como la Cámara de Comercio, asociaciones religiosas, colegios, etc., con la sola excepción de los archivos del templo masónico y el diocesano, ricos en documentos y relativamente bien mantenidos. El presente trabajo se propone una revisión del estado actual de los archivos existentes, subrayando la necesidad de digitalizar los documentos que allí se conservan, reproducir aquellos no localizados en la ciudad para incorporarlos a los fondos locales, todo ello a los fines de iniciar su catalogación, y colocarlos al servicio de los investigadores.

1.- Documentos y reconstrucción del hecho histórico

La historia debe escribirse con apego a la verdad de los acontecimientos, los que no siempre resultan fáciles de documentar. Muchos desconocen que detrás de un libro de historia, cualquiera sea el tema, se esconde una labor de investigación que lleva a su autor no sólo a consultar una amplia variedad de fuentes (bibliográficas, hemerográficas, orales, etc.), sino también a aventurarse en una búsqueda, a veces apasionante, en viejos archivos públicos y privados que sirven de asiento a documentos que, a veces, sufren los embates del tiempo con extraordinaria resistencia.

Los nuevos territorios de la Corona de Castilla, conocidos cono las Indias, requerirán pronto de disposiciones relativas a la defensa del patrimonio documental en los cabildos y municipios asentados en aquéllas. De acuerdo a Enrique Orduña Rebollo (1982), la primera disposición al respecto es una pragmática, dictada por el Emperador Carlos V y su madre la reina dona Juana, en Valladolid el 24 de julio de 1530, en la que se determina que los «Cabildos y Regimientos» tuviesen archivos de Cédulas y Escrituras, debidamente conservados, y que las llaves se encontraran sólo en poder de personas autorizadas, específicamente, el Alcalde Ordinario, el Regidor y el Escribano del Cabildo.

El celo de las autoridades respecto de la conservación de los documentos contenidos en los archivos, queda de manifiesto por la Ley XX, dictada por una pragmática de don Felipe II, el 1º de mayo de 1586, y confirmada por Carlos II, la cual regulaba el acceso a la documentación conservada por los jueces o delegados, excluyendo la salida del Cabildo de la “caja de las escrituras”.

Vale la pena recordar que en la investigación histórica ningún documento resulta despreciable, toda vez que una sucesión de eventos acaecidos en un espacio de tiempo específico, dejan en su devenir una variedad de papeles que debidamente analizados, cruzada la información en ellos contenidos y sujetos a un proceso de exégesis, permiten completar el hecho histórico mismo luego interpretado, para bien o para mal, por la subjetividad del historiógrafo. Sobre este punto Langlois y Seignobos (1976), acertadamente escriben: “Todo el que se ocupe de historia realiza, más o menos inconcientemente, operaciones complicadas de crítica y de construcción, de análisis y de síntesis. Pero los principiantes y la mayor parte las personas que no han reflexionado nunca sobre los principios del método de las ciencias históricas, utilizan para efectuar estas operaciones procedimientos instintivos, que no siendo en general racionales, no conducen comúnmente a la verdad científica”.

Estos procedimientos de crítica y de construcción, de análisis y de síntesis a los que aluden los autores antes citados, encuentran su fundamento en los documentos al alcance del investigador, de allí que afirmen: “La historia se hace con documentos. Los documentos son las huellas que han dejado los pensamientos y los actos de los hombres de otros tiempos. Entre los pensamientos y los actos, muy pocos hay que dejen huellas visibles, y esas huellas, cuando existen, son raras veces duraderas, bastando cualquier accidente para borrarlas. Ahora bien;  todo pensamiento y todo acto que no ha dejado huellas, directas o indirectas, o cuyas huellas visibles han desaparecido, resulta perdido para la historia, es como si nunca hubiera existido. Por falta de documentos, la historia de inmensos períodos del pasado de la humanidad no podrá ser nunca conocida. Porque nada supe a los documentos, y donde no los hay, no hay historia”.

Estos papeles, pues, manuscritos e impresos resultan fundamentales para la reconstrucción del hecho histórico, muy especialmente, para evitar que la imaginación del historiador vuele más allá de la realidad, pretendiendo llenar los vacíos con suposiciones que no hacen otra cosa que tergiversar los hechos tal y como ocurrieron.

2.- Los archivos públicos del puerto

Sorprende cuando pensamos en Puerto Cabello, ciudad ésta con más de cuatrocientos años a cuestas si partimos desde la fundación de la Borburata, y los pocos papeles de valor histórico que se conservan localmente.

Lo anterior viene explicado, entre otras cosas, por las revueltas políticas y militares que afectarían la integridad de los documentos gubernamentales. Así,  durante el siglo XIX la situación de nuestros repositorios documentales no resultaba nada alentadora; sobre el particular Agustín Millares Carlo (1971) apunta: “En 1833, consumada ya la separación de Venezuela respecto de la Gran Colombia, el archivo se fundió con la Biblioteca Nacional. Un año después, el Secretario del Interior y Justicia, Licenciado Diego Bautista Urbaneja, deploraba “que los archivos públicos de Venezuela no sean sino una informe masa de papeles sin orden ni concierto, en especial los de la antigua Audiencia y Capitanía General y los Cedularios, y clama por que la organización se comience de inmediato, convencido como está de que sin archivos no hay buen gobierno, no hay orden, no habrá historia: nada grande, nada sólido; todo llevará el sello de la ligereza y el carácter de provisional”.

Y lo anterior a pesar de que en fecha tan temprana como el 29 de enero de 1835, ya la municipalidad porteña dictaba disposiciones acerca del arreglo de su archivo. En efecto, aquel año se ordena dividir el archivo formándose un cuerpo por cada año  separándose con base a diferentes épocas, entre ellas, por ejemplo, el material anterior al 8 de noviembre de 1823 “en que la plaza fue ocupada por las armas de la República”; la municipalidad también dispuso que cada cuerpo se subdividiera en legajos, enumerando cada uno de ellos, y su carátula con expresión de su contenido. Finalmente, de cada legajo se formaría un índice el cual resumiría las carátulas por el orden de su enumeración, mientras que los índices llevarían la fecha del arreglo total del archivo y serían firmados por el jefe político y el secretario municipal.

Un intento de inventariar los fondos municipales se realiza en 1967, cuando por Acuerdo de la Presidencia del Concejo Municipal de fecha 19 de octubre, se elabora un documento titulado «Contenido y Empaque de los Archivos Municipales», en el que se totalizan 28 cajones contentivos de libros de actas, libros de copiadores de oficio, libros de actas de matrimonio, permisos y planos, gacetas municipales y periódicos locales y nacionales, entre otra documentación, la cual posteriormente, aunque no en su totalidad, será trasladada a la Casa Guipuzcoana, bajo custodia de la Fundación “Ramón Díaz Sánchez”. Un año más tarde, el entonces cronista de la ciudad, don Ramón Díaz Sánchez, anunciaba la reorganización total y definitiva del archivo histórico de Pto. Cabello, tarea que se vería impedida por su muerte acaecida ese mismo año.

Así que con la sola excepción de la documentación que reposa en la Casa Guipuzcoana, hasta hace poco bajo el celoso cuidado del Cronista de la Ciudad, don Miguel Elías Dao, no cuenta la localidad con un archivo de importancia ni en términos de volumen, menos en calidad; aún así allí, concretamente en la oficina del Cronista, se encuentra la colección de actas del Concejo Municipal, correspondientes a los años 1867 a 1958 aproximadamente, vitales para el estudio del acontecer local, algunos de cuyos tomos se encuentran en delicada condición. Reposan allí las carpetas que organizadas en unos pocos archivadores de metal, contienen los folios que alguna vez formaron parte del archivo municipal, y cuyo contenido ha sido descrito en  el Índice de Documentos Originales sobre Puerto Cabello, publicado por la Academia Nacional de la Historia, clasificados por las Licenciadas Milagros Contreras y Ana Gilda León. También se conservan en este recinto algunos traslados del Archivo Histórico Militar de Madrid y del Archivo General de Sevilla, traídos gracias a los esfuerzos de Miguel Flores Sédek e Ítalo Pizzolante, y el tesonero trabajo del Hermano Nectario María, junto a una colección de mapas y planos conservados en los archivos españoles, que dan cuenta de la etapa germinal de la urbe.

Desafortunadamente lo que debió ser un voluminoso archivo, por acción del tiempo y el desapego a la conservación del patrimonio histórico documental, se ha visto reducido a unos pocos centenares de viejos folios, que se resisten a verse consumidos por la traza y la humedad. Con el tiempo desaparecieron documentos fundamentales del acontecer político y militar que al menos en mil ochocientos ochenta y tres  todavía reposaban en el archivo de la municipalidad, y a los cuales Daniel Antonio Chambon (1883) tuvo acceso, transcribiendo algunos de ellos en la obra conmemorativa del centenario del natalicio del Libertador, preparada por encargo del Concejo Municipal aquel año: El acta del 24 de abril de 1810 levantada por la Diputación local que reunida junto al pueblo se pronunciaban unánimemente a favor del movimiento de Caracas; el acta del 9 de julio de 1811 por el que la Diputación local reconoce y se adhiere a la declaración de independencia; el acta del 19 de julio de 1811 por la que la municipalidad porteña rechaza las amenazas de su homóloga valenciana, la cual se declaraba en defensa de los derechos de Fernando VII; el acta del 4 de mayo de 1812 la cual deja constancia de la llegada del entonces Coronel Bolívar quien asume la Comandancia Política y Militar del puerto, son solo algunos de los preciosos documentos que pudo consultar Chambon, lamentablemente hoy desaparecidos.

No es de extrañar en lo absoluto lo referido por el Dr. Paulino Ignacio Valbuena en sus Reminiscencia de los Hechos y Acontecimientos de Puerto Cabello, cuando habla de un Presidente del Concejo Municipal que a principios del siglo XX, “mandó botar el Archivo, que sin duda guardaba importante documentos históricos. El Concejo Municipal de esos días, formado de dóciles personalidades, ni siquiera pidió cuenta de semejante barbarie, ni siquiera hubo una voz de protesta por tan indigno como atentatorio proceder”. En alguna oportunidad nos contó el Cronista que las referidas actas y documentos municipales, fueron rescatadas por él años atrás, cuando tenían como depósito un cuartucho localizado debajo del escenario del Teatro Municipal.

En cuanto a los documentos del Registro Público, éstos han venido sufriendo con el correr de los años un franco deterioro, de hecho los protocolos del antiguo Registro Subalterno (hoy llamado Registro Inmobiliario) por lo menos anteriores al año 1870 son inexistentes si no de difícil consulta, aun cuando resultan valiosos para el estudio de la traslación de propiedad, movimientos sucesorales y otros negocios verificados en el municipio. Es cierto que copias de aquéllos se conservan en el Registro Principal de Valencia, pero aventurarse en la búsqueda de los viejos protocolos puede resultar tarea frustrante para algunos. Qué decir de los libros llevados por las Prefecturas, hoy bajo la responsabilidad de la municipalidad, en la que el presupuesto a duras penas permite el cuidado básico de estos libros.

Mención aparte merecen los documentos conservados en el Archivo Eclesiástico de la Diócesis de Puerto Cabello, bajo el cuidado de la Sra. Miriam García, en el que reposan importantísimos libros de bautismo, matrimonio y entierro, fundamentales para el estudio demográfico y genealógico, dado lo tardío de la creación de registro civil en nuestro país. Al respecto Millares Carlo, apunta: “… antes de la creación en Venezuela del Registro Civil en virtud de la ley del 1º de enero de 1873, la constancia de nacimientos, matrimonios y defunciones era de la competencia de los párrocos. Con la entrada en vigor de la mencionada disposición legal no cesó la jurisdicción de la iglesia, sino que continuó “dentro de sus mismos lineamientos, y sus libros son un poderoso auxiliar, puesto que se da el caso muy común de que por negligencia del funcionario encargado de asentar las partidas de nacimiento, o bien por destrucción de las actas respectivas, ha desaparecido del radio de la autoridad civil toda noticia en torno al nacimiento de una persona; entonces se recurre al asiento de bautismos, y allí se encuentran los datos requeridos por el interesado. Esto mismo se aplica a la circunstancia de que lo faltante se contraiga a matrimonios y defunciones… () … Los antiguos registros parroquiales son asimismo de gran importancia para el conocimiento de la geografía, de la biografía y de la historia en general, y particularmente, claro está, de la religiosa. No es infrecuente, en efecto, tropezar en los folios de esos libros con noticias sobre la situación de los pueblos a los cuales pertenecían las iglesias parroquiales, de la fundación de aquéllos y de éstas, de sus cambios de nombre, de su incorporación en muchos casos a la jurisdicción ordinaria, de las visitas pastorales de que fueron objeto, etc., etc….”.

La documentación conservada en el archivo de la Diócesis de Puerto Cabello, es la única que cuenta con respaldo en forma de micropelícula (microfilm), esto curiosamente no por iniciativa publica o privada venezolana, sino por iniciativa de la The Genealogical Society of Utah, la cual en 1996 propuso a la Diócesis, en el marco de un proyecto de conservación de registros históricos/genealógicos adelantado en los archivos eclesiásticos venezolanos, la microfilmación de los libros de bautismo, matrimonio, defunción, confirmación, padrones e información matrimonial anterior al año 1930. Como parte de la propuesta la Sociedad Genealógica de Utah guardaría «los rollos originales” en cámaras localizadas en una montaña de granito construida por aquélla, “especial para guardar micropelículas”. A cambio, dicha sociedad donó una copia negativa de todo el material a la Diócesis, la cual se conserva allí en la  actualidad, aunque no se dispone del equipo para su lectura.

3.- Los archivos privados locales

En el ámbito privado las cosas no son muy diferentes. A pesar de haber servido Puerto Cabello de asiento a centenarias instituciones, entre ellas, el Gremio de Artesanos, la Beneficencia del Carmen, el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, la Sociedad del Carmen, la Sociedad del Rosario y la Cámara de Comercio, ninguna de éstas cuentan con archivos organizados, en los que de existir reposaría una valiosa documentación. De las ya mencionadas instituciones, es de lamentar la pérdida de la biblioteca y archivo del Gremio de Artesanos (fundado en 1865), cuyos libros de actas, correspondencia y periódicos podrían haber sido un interesante termómetro cultural de un importante sector de la sociedad porteña vinculada a aquélla.

Otros documentos e impresos de interés se perdieron con la desaparición de sus custodios, tal y como sucediera con los papeles del antiguo “Club «Recreo” —fundado en 1852— y cuyas actas y biblioteca afanosamente buscamos sin éxito dos décadas atrás. Muchos fueron los ilustres visitantes que seguro concurrieron a sus salones, y estamparon importantes testimonios en sus libros, hoy inexistentes.

Por fortuna han sobrevivido al paso y a los azares del tiempo, archivos tan importantes como el de la Logia Independencia y Libertad No. 5, y que actualmente recibe la atención de los señores Jorge Pardo y Ectorett Hoyer. Una interesante selección de los manuscritos e impresos que se conservan en el templo masónico puede ser encontrado en el trabajo preparado por Lumberti y Avilán (1988), en el que destacan cuadros lógicos, manifiestos y fotografías de inestimable valor.

4.- Material hemerográfico

Ni siquiera se conservan en la ciudad los periódicos y revistas que desde 1825 han visto luz en este puerto, cosa curiosa si se piensa la cantidad de títulos que han existido, estudiados inicialmente por Alí Brett Martínez y ampliada sustancialmente en los últimos años por otros investigadores.

En efecto, una de las fuentes más valiosas para reconstruir el pasado de Puerto Cabello lo constituye, sin duda alguna, la rica hemerografía del siglo XIX y principios del XX, que se encuentra diseminada en bibliotecas y hemerotecas públicas y privadas. Alí Brett Martínez (1973) en su importante obra «El Periodismo y las Imprentas de Puerto Cabello 1806-1945» dejará fichados 122 periódicos de corte político, comercial, literario, humorístico, etc., que verán luz en este litoral, salidos de las imprentas de Felipe Rivas, Rafael Rojas, George Corser, Juan Antonio Segrestáa, entre muchos otros. No obstante, esta lista tal y como advierte el fallecido escritor, no pretende ser completa y, a decir verdad, son muchos los periódicos que hemos fichado personalmente, o que han sido localizados por otros investigadores, los que elevan su número a 180, quizás 200 diferentes títulos.

Irónicamente, importantes colecciones de periódicos porteños del siglo XIX y principios del XX, se localizan en la Hemeroteca Nacional, la Academia Nacional de la Historia (Caracas), y en la hemeroteca de don Tulio Febres Cordero (Mérida) en el que  gran parte de los periódicos carabobeños se encuentra ya microfilmado.

5.- Consideraciones Finales

El panorama arriba esbozado que en nada resulta halagador, obliga a reflexionar sobre la urgencia del rescate y conservación de la poca documentación que se conserva localmente y, muy especialmente, la necesidad que hay de emprender la búsqueda y reproducción de los documentos e impresos porteños localizados fuera de la ciudad, para ponerlos a disposición de los investigadores. Preocupa saber que los pocos papeles que se conservan en la Casa Guipuzcoana corran el riesgo de perderse, por la desidia de quienes corresponde el cuidado de nuestro patrimonio cultural.

No obstante, y en lo que respecta a los documentos que han sobrevivido al malogrado archivo municipal, se concluye en que la sola existencia de las actas de la municipalidad (1867-1958) y el Título de Ciudad y documentación anexa (1811) son motivo de alivio, si se tiene presente la suerte que los archivos municipales han corrido en nuestro país. Al respecto conviene hacer referencia al Informe (1999-2000) preparado por la Fundación Histórica Tavera de España, entre los meses de agosto 1998 y junio 1999, basado fundamentalmente en una encuesta dirigida a 1.234 archivos y otras instituciones de 20 países de Latino América, entre ellos, archivos nacionales, estadales y municipales, eclesiásticos, universidades y fundaciones, siendo que para el caso de Venezuela se enviaron 94 encuestas de las cuales se obtuvieron 38% de respuestas. “En cuanto a los archivos municipales —señala el Informe al referirse a Venezuela— hay que destacar igualmente la precariedad en la que se encuentran los fondos documentales custodiados en estas instituciones, en donde a la hora de realizar el seguimiento de la encuesta en muchas ocasiones se afirmaba desconocer la existencia de documentación de carácter histórico, funcionando únicamente como archivo o registro administrativo”.

Tarea de primer orden debería ser la digitalización de las actas municipales, y de los pocos documentos originales del gobierno municipal, de las cuales no se conservan copia alguna, y cuyos archivos no resultan idóneos para su debido resguardo. Igualmente, debería procederse a la reproducción de las numerosas fuentes hemerográficas relativas a Puerto Cabello, y que microfilmados se conservan en otros repositorios nacionales.

Obviamente muy poco se haría tan solo abordando el tema de la digitalización y reproducción de materiales, si al mismo tiempo no se procede con su catalogación, pues ello resulta fundamental hacerlo para aprovechamiento del investigador. El Informe de la Fundación Histórica Tavera al referirse específicamente a la catalogación de los fondos venezolanos encuestados, encontró que tan solo un 34%  de los archivos tienen más de la mitad de sus fondos catalogados. Conviene aquí citar nuevamente a Langlois y Seignobos (1976) quienes señalan: “Es una situación muy enojosa. En efecto, los documentos que contienen los depósitos y los fondos que no estén inventariados, realmente es como si no existieran para los investigadores todos que no pueden irlos recorriendo de punta a cabo. Hemos dicho que dónde no hay documentos no hay historia, pero si no hay buenos inventarios descriptivos de las colecciones, esto equivale prácticamente a la imposibilidad de conocer la existencia de los documentos a no ser por casualidad. Afirmamos, pues, que los progresos de la historia dependen en gran parte de los que se realice el inventario general de los documentos históricos, hoy todavía fragmentario e imperfecto”.

Conservación, reproducción y catalogación de los documentos conservados en los archivos históricos, deberían ser el norte de las instituciones públicas y privadas con responsabilidad en el área.  No yerra el Informe arriba mencionado, cuando en sus recomendaciones subraya la necesidad de concienciar a los responsables de las distintas administraciones publicas acerca de la importancia de los archivos, por una parte; y  concienciar a los responsables municipales de la importancia de conservar y difundir el patrimonio documental de sus localidades, apoyando a aquellas asociaciones o instituciones que tengan interés en colaborar en este fin.

A quienes corresponda, pues, deben reflexionar sobre la necesidad de acometer con seriedad científica, el rescate y conservación de estos papeles, imprescindibles para completar ese rompecabezas de difícil armar que puede llegar a ser la historia local, siempre vital para saber de donde venimos, que es lo mismo decir lo que fuimos y podríamos ser.

BIBILIOGRAFÍA

(1) Brett Martínez, Alí. (1973).  El Periodismo y las Imprentas de Puerto Cabello 1806-1945. Caracas. Ediciones del Sesquicentenario de la Toma de Puerto Cabello.

(2) Chambon, Daniel Antonio, (1883). Ofrenda que el Concejo Municipal de Puerto Cabello dedica a la Memoria del Libertador Simón Bolívar en el Primer Centenario  de su Nacimiento. Valencia. Imprenta de Ramón Escobar.

(3) Dao, Miguel Elías. (1987). Índice de Documentos Originales sobre Puerto Cabello. Caracas. Academia Nacional de la  Historia. Serie Archivos y Catálogos.

(4) Fundación Histórica Tavera. (1999-2000). Los Archivos de América. Informe Experto. En Internet: www.tavera.com/tavera/informe/informe.htm.

(5) Langlois, C. V. y Seignobos, C. (1972). Introducción a los Estudios Históricos. Buenos Aires. Editorial La Pléyade.

(6) Lumberti, Agostino L. y Avilán, José Alberto. (1988). Gran Logia Soberana de Libres Aceptados Masones de Venezuela. Caracas. Láser Gráfica.

(7) Millares Carlo, Agustín. (1971). Estudio Bibliográfico de los Archivos Venezolanos y Extranjeros de Interés para la Historia de Venezuela. Caracas. Archivo General de la Nación.

(8) Orduña Rebollo, Enrique. (1982). La Protección del Patrimonio Documental en los Municipios. Conferencia en Seminario «Los Municipios y la Conservación del Patrimonio Histórico y Artístico», organizado por la Asociación Venezolana de Cooperación Intermunicipal (AVECI).

(9) Valbuena, L. Martin. (1953). Historia de un Hombre y de un Pueblo. Caracas. Tip. Vargas, S.A.

Deja un comentario