Tras la victoria de las fuerzas republicanas en el asalto a la Plaza Fuerte de Puerto Cabello, en noviembre de 1823, tiene lugar el fin de la guerra de independencia en territorio colombiano. El suceso no era poca cosa, de allí que el 10 de diciembre de ese mismo año el Vicepresidente de Colombia, general Francisco de Paula Santander le escribía al Libertador, quien se encontraba en el Sur: “En la plaza y Castillo de Puerto Cabello se ha enarbolado ya la bandera colombiana, las tropas del ejército del Departamento de Venezuela, bajo la dirección del general Páez, han desplegado en esta ocasión la bizarría que tantas veces los ha coronado de gloria. / Al participar a Vuestra  Excelencia que no queda un solo súbdito de la España en toda la vasta extensión de Colombia, que prosiga la guerra, debo felicitar a Vuestra Excelencia por un suceso tan importante que presentará a Colombia delante del mundo con la dignidad y gloria que merece…”. Todo era algarabía y celebraciones en las semanas que suceden al triunfo, en el puerto se organiza un lucido y abundante refresco en la sala municipal, celebraciones que en La Guaira y Caracas adquieren forma de grandes banquetes para la tropa y la oficialidad, como lo refieren las fuentes hemerográficas.

A los intrépidos hombres que participan en el memorable sitio y asalto se les premiará, además, con una condecoración que como bien apunta el historiador Tomás Pérez Tenreiro, en su obra Condecoraciones Nacionales (Concejo Municipal del Distrito Federal, 1968), pertenece a eso que llaman los estudiosos impulsos atávicos, un recurso de premio y de estímulo destinado a reconocer el compromiso y valentía, en este caso en particular, de los hombres de armas.

Las condecoraciones relacionadas con la defensa de la Plaza Fuerte de Puerto Cabello, explica el historiador, fueron utilizadas en ambos bandos. Entre los patriotas se utilizó una que llevó por nombre “Defensor de Puerto Cabello”, usado por algunos contadísimos próceres en documentos oficiales y en alusión a la defensa de la Primera República. Sin embargo, Pérez Tenreiro aclara que no consta se haya acordado por disposición del gobierno o de algún jefe autorizado y, por tanto, oficialmente. Del lado realista, se utilizó para recompensar a las tripulaciones de las baterías sobre pontones que rechazaran a una flotilla de flecheras patriota, el 7 de julio de 1822, acordando las autoridades españolas cual premio una cinta de los colores rojo, amarillo y rojo, cargada con la fecha de la acción: 7 de julio de 1822 y para usarse a manera de escudo de distinción.

Como lo señalamos anteriormente, a los vencedores de la toma se les premiará con una medalla de la que sí tenemos detalles. El 7 de diciembre de 1823, el general Santander en su condición de Vicepresidente de la República y encargado del poder ejecutivo, decretó honores para recompensar la gloria de las armas de Colombia, acreditando a sus tropas el aprecio con que el gobierno reconocía sus desvelos, honores que comprendían: 1° El Batallón Anzoátegui, encargado de llevar a cabo el ataque de la plaza, se denominaría Valeroso Anzoátegui de la Guardia; 2° El regimiento de caballería Lanceros de Honor que contribuyó con los cien hombres que cooperaron con el batallón Anzoátegui, tomó el nombre de Lanceros de la Victoria; 3° A los Jefes oficiales y tropa que concurrieron al ataque, ocupando la plaza, se les concedió el uso de una medalla que llevarían del lado izquierdo del pecho, pendiente de una cinta carmesí, con la inscripción: Vencedor en Puerto Cabello año 13°. Esta medalla sería de oro para los jefes y oficiales, de plata para los soldados.; 4° Los Generales en Jefes José Antonio Páez y José Francisco Bermúdez llevarían la medalla pero montada en diamantes; 5° Se concedió el uso de la medalla de los Libertadores de Venezuela a todos los jefes oficiales y tropa de la división del ejército de Venezuela y a los de la marina que concurrieron al sitio; 6° A los Jefes y oficiales que particularmente se distinguieron en aquel suceso, se les concederían los ascensos que pudieran obtener, en virtud de las recomendaciones del mérito que de cada uno hiciera el general en jefe del Ejercito, ascendiéndose primeramente a Teniente Coronel efectivo, con grado de Coronel al Sargento mayor de infantería Miguel Cala, que dirigió la columna de ataque, y concediéndose el empleo de coronel al teniente coronel de caballería Juan Antonio Mina; 7° A las viudas, y en su defecto a los hijos, y en vez de estos a los padres de los oficiales y tropa que hubieren muerto durante el último sitio de Puerto Cabello estando empleados en él, se les declaró el goce de la tercera parte del sueldo o puesto que disfrutaban sus maridos, padres o hijos muertos, conforme a la ley del 8 de octubre de 1821, sin perjuicio de lo que disponía la ley del montepío militar.

No conocemos, a la fecha, detalles de los oficiales y tropa que se hicieron acreedores de la medalla entonces acordada, aunque sabemos que el 7 de julio de 1825 el Secretario de Marina y Guerra le remite la medalla de los vencedores al Gral. José Antonio Páez, en los siguientes términos: “Tengo la satisfacción de ser el órgano del gobierno para presentar a V. E., la medalla que le concedió el artículo 4° del decreto del 7 de diciembre de 1823, y a que V. E. se hizo acreedor fijando el pabellón de Colombia sobre las murallas de Puerto Cabello. El Gobierno cree que V. E. recibirá esta señal de aprecio y reconocimiento al importante servicio que ella recuerda, con el placer, y agradecimiento y noble orgullo que debe sentir el alma de un guerrero republicano al verse condecorado a nombre de su patria por sus hechos brillantes librándola de sus tiranos”.

De la medalla de los vencedores en Pto. Cabello conocemos dos versiones. La primera, en plata, otorgada a la tropa y reproducida por el historiador Tomás Pérez Tenreiro en su obra ya citada. La otra, en oro y esmalte, perteneciente al prócer Clemente Zárraga, conservada hoy en la colección privada Fleury Heemsen. Es interesante mencionar que el diseño de esta última es totalmente diferente a la primera ya que, como nos explica el experto falerístico Michael Granadillo, en el caso de algunos oficiales –y por falta de fondos gubernamentales– eran ellos quienes ordenaban la confección de sus propias medallas. Con ocasión del Bicentenario de la “Toma de Puerto Cabello” la Academia de Historia del Estado Carabobo, bajo el asesoramiento del  coleccionista Granadillo (recomendamos visitar su página: www.condecoracionesdevenezuela.com), propuso al gobierno de Carabobo la emisión de una medalla conmemorativa, como tributo a los hombres y mujeres que pusieron fin a la guerra de independencia de Venezuela, tras la capitulación de la última plaza española en tierra patria, exhibiendo en su anverso la reproducción de la medalla de plata decretada por el Gral. Santander, propuesta ésta que encontró feliz acogida, permitiendo así rescatar esa rareza falerística y que no quedara en el olvido.

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@PepeSabatino

 

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