Semanas atrás nos referimos al tema del turismo e historia y cómo, en el caso de la zona antigua de Puerto Cabello, podía la historia ser puesta al servicio de los planes turísticos, para el disfrute y provecho no solo de los porteños, sino también de todos los visitantes. Concluíamos afirmando, además, lo fundamental que resulta que la modernidad no atropelle lo antiguo, de manera tal que las viejas casonas adquieran personalidad, respetando su fisonomía, reponiendo la perdida si fuera el caso,privilegiando así su raigambre histórica. Nada de esto, sin embargo, puede ocurrir si no se cuenta antes con planes concretos que señalen de manera clara y técnica las etapas que habrán de adelantarse para acometer un proyecto, por ciertonada fácil, como lo es el rescate de la zona histórica.

La ciudad ha visto desparecer, durante décadas, importantes íconos de nuestro patrimonio arquitectónico ante la mirada complaciente de los gobernantes y los timoratos reclamos de sus ciudadanos. El decreto de la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación, de finales de la década de los setenta, demarcó la poligonal de los inmuebles, monumentos y calles que se suponen recibirían algún tipo de protección, pero lo anterior no fue suficiente para detener el acelerado proceso de destrucción que se produjo en las siguientes décadas; no hay crimen arquitectónico más criticado hoy día, que no sea la demolición del Hotel de los Baños y la Aduana vieja, pero eso ahora de nada sirve porque la verdad es que poco se hizo entonces. ¿Qué falló? Difícil dar respuesta en unas pocas cuartillas pero, indudablemente, la falta de planes concretos y la ausencia de una autoridad única y un cuerpo asesor han sido factores determinantes. Lo hemos manifestado en el pasado y lo repetiremos siempre: urge una rectoría que ponga orden en la zona, introduciendo criterios históricos y técnicos para su rescate, uso y mantenimiento sostenido.

Es verdad que en el pasado se han acometido mejoras, aunque parciales, y hoy vemos con mucho interés los pasos que se adelantan, pero no deja de preocuparnos la forma y la ausencia de planes, al menos por nosotros conocidos. Las inversiones en la zona histórica son importantísimas, siempre y cuando respondan a planes que tengan fundamento en criterios técnicos que sobre la materia abundan. No se trata de demoler a discreción, destinar las edificaciones a cualquier uso, pintar las estructuras con cualquier color, etc., etc., se trata de decidir sobre esos aspectos y muchos otros con arreglo a planes y proyectos -repetimos- que recojan las recomendaciones de los expertos y conocedores. En relación a los colores que deben emplearse en las edificaciones y a manera de ilustración, la Carta de Brasilia1995 emanada del encuentro Regional del Cono Sur sobre Autenticidad (bajo el auspicio del ICOMOS o International Council on Monuments and Sites), al tratar sobre la Autenticidad y Contexto, señala: “La conservación de la autenticidad de los conjuntos urbanos de valor patrimonial presupone el mantenimiento de su contenido socio-cultural, mejorando la calidad de vida de sus habitantes. Es fundamental el equilibrio entre el edificio y su entorno, tanto en el paisaje urbano como en el rural; su ruptura sería atentar contra la autenticidad. Por éso, es necesario crear normativas especiales de modo de mantener el entorno primitivo, cuando sea posible, o generar relaciones armónicas de masa, textura y color”. El tema del color, pues, es un aspecto que también debe recibir atención y ser objeto de criterios técnicos. Adicionalmente, la Carta de Cracovia 2000 relativa a los Principios para la Conservación y Restauración del Patrimonio Construido, ofrece importantes lineamientos a seguir, uno de los cuales bien vale la pena tenerlo muy   presente: “La conservación del patrimonio edificado es llevada a cabo según el proyecto de restauración, que incluye la estrategia para su conservación a largo plazo. Este “proyecto de restauración”debería basarse en una gama de opciones técnicas apropiadas y organizadas en un proceso cognitivo que integre la recogida de información y el conocimiento profundo del edificio y/o del emplazamiento. Este proceso incluye el estudio estructural, análisis gráficos y de magnitudes y la identificación del significado histórico, artístico y sociocultural. En el proyecto de restauración deben participar todas las disciplinas pertinentes y la coordinación deberá ser llevada a cabo por una persona cualificada y bien formada en la conservación y restauración”.

Contamos en Venezuela con la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural (1993), correspondiendo al Instituto de Patrimonio Cultural (IPC) brindar asesoría sobre el tema, mientras que a nivel regional la Academia de Historia del Estado Carabobo, que nos complace presidir, debe velar por la conservación de las reliquias históricas y monumentos públicos del estado, promoviendo su resguardo. Ambos entes bien podrían coadyuvar en la elaboración de estos planes para su posterior instrumentación por una autoridad única y técnicamente asesorada que asegure el rescate progresivo y efectivo de la zona histórica.

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@PepeSabatino

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