En Efraín Subero (1931-2007) se conjugaron armónica y felizmente varias facetas: poeta, docente, divulgador, folclorólogo, crítico literario y académico. Subero fue, ante todo, un poeta volcado al quehacer intelectual que supo recrear con fuerza sentimientos y situaciones, personajes y lugares. Como docente, su vocación de maestro no requería de espacios cerrados para ejercer llanamente el magisterio. Su disposición lo llevó a enseñar desde el aula de primaria hasta complejos cursos de posgrado. Es de destacar su labor en la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello donde promovió y animó los estudios de literatura venezolana e hispanoamericana, así como de sociología de la literatura. Igualmente cumplió una destacadísima labor en la Escuela de Comunicación Social de dicha universidad, donde fundó la Cátedra de Cultura Latinoamericana, de la que se derivó luego un estimulante libro suyo: El problema de definir lo hispanoamericano (Subero 2000), que ha alcanzado varias ediciones.

Además fundó el Centro de Investigaciones Literarias de la Universidad Católica Andrés Bello, luego renombrado como Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias. Para apoyar las tareas fundacionales en ese centro, Subero elaboró, junto con sus alumnos, una serie bibliográfica sobre escritores venezolanos fundamentales como Rómulo Gallegos, Manuel Díaz Rodríguez, Antonio Arraiz, José Rafael Pocaterra, Eduardo Blanco, Enrique Bernardo Núñez, Teresa de la Parra, Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, Ramón Díaz Sánchez, Fernando Paz Castillo, Manuel Vicente Romerogarcía y Miguel Otero Silva. De la Universidad Católica Andrés Bello, Subero pasó a trabajar a la Universidad Simón Bolívar donde llegó a desempeñar el alto cargo de director de Extensión Universitaria y fue, además, profesor de la Maestría de Literatura Latinoamericana. Junto al entusiasmo y la experiencia del doctor Subero, la Universidad Católica Andrés Bello perdió uno de los más activos proyectos que combinaban docencia e investigación en sus años todavía iniciales.

Otra faceta importante de su vida fue la de divulgador. Para ello utilizó creativa y responsablemente varios medios: el periodismo cultural y el de de opinión, las conferencias, las revistas, los libros y los textos divulgativos. Fue durante varios años director de Publicaciones del Ministerio de Educación. Como periodista se destacó en las páginas literarias de El Universal junto a Pascual Venegas Filardo. Subero fue cofundador del diario Antorcha de El Tigre (estado Anzoátegui), en cuyas páginas publicó durante muchos años la columna semanal “Garúa”. Algunos de sus escritos para esta columna fueron luego recogidos en sus libros Palabras sin regreso (Páginas sueltas) y Mundo abierto (crónicas dispersas). También debe resaltarse su participación en la revista Margariteñerías, en la cual mantuvo una columna con el título de “La Página de Efraín Subero”. Fue, además, cofundador y codirector, junto al R. P. José Del Rey Fajardo, s. j., de Montalbán, el anuario de la Universidad Católica Andrés Bello.

Un aspecto relevante de la faceta divulgativa de Subero lo constituye la preparación de antologías, entre las que destacan La navidad en la literatura venezolana, El humorismo venezolano en verso, El mar en la literatura venezolana, Poesía infantil venezolana, Ideario pedagógico venezolano y Antología de la Virgen del Valle. Asimismo sobresalen las relativas a teatro escolar y poesía margariteña, y de poetas y escritores como Andrés Eloy Blanco, Arturo Úslar Pietri, Pascual Venegas Filardo, Pedro Francisco Lizardo, Luis Beltrán Prieto Figueroa, así como diversos poetas y narradores.

Como investigador sus principales líneas de trabajo fueron el folclor, la crítica literaria y la literatura infantil. En el área del folclore literario sobresalen sus estudios sobre el Origen y expansión de la quema de Judas, La décima popular en Venezuela y la Poesía popular venezolana. Una de sus principales preocupaciones docentes era la integración del folclore a la educación como forma de rescatar y mantener las tradiciones y de fortalecer las identidades socioculturales e históricas, habida cuenta de su diversidad y pluralidad. Fui testigo de su empeño en ofrecer cursos de capacitación sobre uso y estudio del folclore en el aula a docentes de los Altos mirandinos.

En cuanto a la crítica literaria, tres personajes recibieron su atención preferencial: Rómulo Gallegos, Fernando Paz Castillo y Andrés Eloy Blanco. Los estudios galleguianos no pueden hacerse sin consultar constante y provechosamente la obra de Subero. Destacan principalmente su monumental obra en cuatro volúmenes Materiales para el estudio de la vida y la obra de Rómulo Gallegos, su Aproximación sociológica a Rómulo Gallegos y la edición crítica de Doña Bárbara, publicada por la prestigiosa Biblioteca Ayacucho, que incluye un prólogo de Subero y un estudio de las variantes de la gran novela venezolana. Las veces que me acerqué a consultarle sobre Gallegos me sorprendió siempre su profundo y sereno conocimiento del autor, deslastrado tanto del galleguianismo inocente como de la visión antigalleguiana, posiciones que entendía como extremos que se tocaban para impedir una verdadera comprensión del gran novelista, pedagogo y político venezolano.

Los estudios de Subero sobre sociología de la literatura, muchos de ellos recogidos en el volumen Literatura del subdesarrollo, dan cuentan de las preocupaciones sociales del autor expresadas por la vía de la crítica literaria o mediante la creación literaria personal.

Como poeta escribió, entre otros libros, Estancia del amor iluminado, Isla de luz sobre el mar anclada, Todavía la noche, Inventario del hombre, En estos parajes, Libro de elegías, Casi letanía, A los pies del cielo, Razones, Nuevas razones, Otras razones, Canciones de Pariaguán y Cancionero de acordes lejanos.

Otra faceta, quizá fabulosa de Subero, fue su bibliofilia. De hecho, entre los lugares mágicos que más momentos gratos me han deparado, está su biblioteca, una de las más grandes colecciones privadas de libros de nuestro país, en una casa ornada con artesanías y obras de arte. Con orgullo mostraba el orden que quizá una vez él le quiso imprimir a su biblioteca: literatura venezolana, literatura latinoamericana, teoría literaria, sociología de la literatura, literatura infantil, que eran sus principales temas de trabajo. Entre los joyas bibliográficas allí resguardadas están las ediciones príncipes de muchas obras literarias venezolanas del siglo XIX más una colección completa de la Revista Nacional de Cultura. Hoy, por expreso deseo y extrema generosidad de sus hijos, la biblioteca de Efraín Subero enriquece los fondos de la biblioteca de la Universidad Católica Andrés Bello, mediante acuerdo con la Academia Venezolana de la Lengua.

Efraín Subero significó una proyección de su terruño margariteño en la conciencia venezolana y en el quehacer intelectual del país. Para Subero, nativo de Pampatar, en la isla de Margarita (estado Nueva Esparta), el amor a la tierra natal o patria chica era consustancial a su amor por Venezuela. Ser venezolano pasaba por ser parte de una región, de una identidad local o regional previa; en su caso, de Margarita y de sus localidades, una Margarita más familiar y amable anterior a la impactada por la intensificación de la actividad turística.

En su interés por divulgar autores poco conocidos o en preparar antologías o editar materiales de escritores reconocidos, podemos advertir una intencionalidad –quizá poco visible o latente- de dar a conocer los valores de la provincia, tan apabullados por el exceso de centralismo (de nuevo en auge con nuevas formas, racionalizaciones y prácticas) que tanto daño le ha hecho al país.

Creo que Efraín Subero tuvo dos grandes amores regionales: Margarita, su isla natal, y el centro del estado Anzoátegui, donde le tocó ejercer la docencia y cargos directivos en la educación primaria. Uno de sus últimos libros es, precisamente, una historia local de El Tigre. Subero decía que “toda literatura es autobiográfica”. De serlo –con lo cual estoy de acuerdo- Subero sería básicamente un escritor de origen provinciano, que no provincial, que llegó a la urbe cosmopolita caraqueña para proyectar la provincia y sus valores, entre ellos, muy especialmente, los literarios.

Pudiéramos hablar de una especie de antinomia: lo urbano cosmopolita volcado hacia lo universal y lo provincial o regional más atento a lo propio, a lo popular, a lo endógeno, en cierta manera. Como parte de este problema sobresale, la incomprensión de lo popular. Ya decía Subero en 1976 que nadie parece comprender que la cultura culta –la única sistemática y scholar- está cada vez más distante de la cultura popular. Que seguimos aceptando y manteniendo una minoría sapiente y pudiente al lado y tan lejana de una mayoría desamparada que no interviene, como era de esperarse, en el proceso cultural (Subero 1977: 8).

Ese divorcio necesariamente se expresaba en términos socio-económicos: una minoría con una relativamente alta calidad de vida –próxima al ideal del American way of life– y una mayoría excluida y marginada. Ambos sectores poseían, consecuentemente, proyectos de país divergentes. La conflictividad política que ha vivido nuestro país en los últimos años, quizá encuentre en esa razón expuesta por Subero hace más de cuarenta años un importante precedente para su comprensión. Se trataría de los antecedentes de la crisis social, premonitoriamente percibidos por la sensibilidad del poeta y asimismo analizados por la agudeza crítica del investigador.

Ya en 1973 Subero afirmaba, en un discurso de apadrinamiento a una promoción de comunicadores sociales de la Universidad Católica Andrés Bello que habían sido sus alumnos, lo siguiente: «Proclamo que es preciso crear una conciencia crítica que nos salve del caos. Insisto que es absolutamente necesario el contacto con la cultura foránea, y es, además, absolutamente inevitable; pero que es necesario que seleccionemos y adoptemos sólo lo que necesitamos, entre la barahúnda del producto cultural trasplantado.

«Es necesario que algo muy grande nos estremezca y nos retrotraiga a la realidad de nuestra pobre realidad» (Subero 1977: 109).

Si aguzamos la mirada crítica, podemos entender que Subero estaba advirtiendo contra la tendencia a despreciar lo propio para asumir y adoptar irreflexivamente lo ajeno. Aquí veo una de las razones más importantes que movieron a Subero a reevaluar lo popular y, en cierto sentido, lo “provincial”, lo regional y lo local, como vías de encuentro con lo propio o nacional, para contrarrestar las fuertes tendencias de transculturación que eran, apenas, un rasgo visible de la tremenda desigualdad que estaba engrosando la sociedad venezolana ilusionada con la riqueza fácil del petróleo.

Más abajo de los disfraces de la sociedad petrolera pervive un país profundo, conformado por regiones y localidades, que Subero intentó comprender, a partir de la suya propia: Margarita. Pero, además, se aproximó a otras regiones, fundamentalmente a través de la literatura.

Efraín Subero ocupó el sillón letra I de la Academia Venezolana de la Lengua, a la que se incorporó en 1977, con un trabajo sobre la literatura infantil. Sucedía a Rafael Yépez Trujillo, su anterior titular, secretario de la corporación por más de veinte años (1951-1972).

Subero fue un hombre generoso, cuya casa siempre tenía las puertas abiertas a los parientes, amigos, vecinos, alumnos y colegas. Yo, siendo apenas un niño, tuve la suerte de conocerlo y contemplar la hermosa amistad que por varias décadas ha unido a su familia y a la mía. Me beneficié de sus conocimientos y enseñanzas, de su biblioteca, de su cariño. No podía imaginar que andando el tiempo me tocaría ocupar en la Academia Venezolana de la Lengua ese sillón letra I que Efraín Subero enalteció durante más de tres décadas.

Honrar a Efraín Subero no es solo honrar su memoria, sino su prolongada intención de sacar del olvido a los escritores de Provincia, promocionarlos, apoyarlos y con ellos redescubrir la riqueza de la Venezuela interiorana, los más excelsos valores de las culturas regionales del país, para que, al conjugarlos con eso que vagamente se puede llamar “universalidad”, adquieran aún más brillo y significación para la construcción de un proyecto de país que nos albergue, represente y ampare –sin distingos de ninguna especie- a todos los venezolanos. Honrar a Efraín Subero es honrar su reiterado apego y desbordante devoción a las tradiciones literarias de nuestro país, su papel de investigador, rescatador y divulgador de nuestra literatura. Honrar a Efraín Subero es, finalmente, honrar un perpetuo compromiso con la palabra hecha poema, hecha ensayo, hecha libro, hecha -sobre todo y por encima de todo- cariño.

Referencias

Subero, Efraín. 1977. Literatura del sub-desarrollo. Caracas: Equinoccio, Universidad Simón Bolívar (Colección Parámetros).

Subero, Efraín. 2000. El problema de definir lo hispanoamericano. Estudio y bibliografía. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello (3ª ed.).

Nota: Una versión preliminar de este texto fue leída en el “Encuentro de Escritores de Provincia: La Poesía de las Regiones”, celebrado en el Ateneo de Los Teques (estado Miranda), el 26 de abril de 2007.

hbiordrcl@gmail.com

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