Discurso de Incorporación a la Academia de Historia del Estado Carabobo por Elvis López

Buenos días señores miembros de la academia, distinguidos invitados, amigos, familiares y demás presentes.

Primeramente glorifico a dios padre nuestro todo poderoso por las bendiciones dadas, y a nuestro señor Jesucristo redentor.

Agradezco a ésta honorable institución de la Academia de Historia de Carabobo, presidida por el Dr. Carlos Cruz, a su junta directiva y demás miembros que la conforman, por su destacada labor en el quehacer investigativo de la historia regional y saludo la honrosa designación como Miembro Correspondiente, la cual recibo con gratitud.

Quiero destacar el papel fundamental de mi familia como primer recinto de enseñanza y apoyo. El valor ineludible de honrarles, en especial a mi madre Elena Navas Mora de López y a mi difundo padre, Jesús López Meza, por el amor, esfuerzo y dedicación dada. También, porque si trazárselos, se convirtieron en mis primeros cronistas, fuentes de obligada consulta. A mi esposa, hijos, hermanos y demás familiares por el apoyo brindado.

En ésta labor, corta, pero abnegada desde los primeros días, quiero enaltecer el trabajo de Miguel Elias Dao, referente obligatorio para las nuevas generaciones de investigadores porteños. Igualmente, agradezco en cada etapa de crecimiento e inspiración, el estimulo, apoyo y amistad brindada, de loables labores, a Don Luis Cubillán Fonseca, Alexis Coello, y José Alfredo Sabatino Pizzolante, miembros de éste honorable cuerpo académico.

Como Carabobeño e hijo de Puerto Cabello, la distinción como miembro de la Academia de Historia de Carabobo, no viene a ser una meta personal, es una responsabilidad y un compromiso con ustedes por haber depositado su confianza en la labor que he venido desarrollando desde temprana edad.

La historia me apasiona, y es un éxtasis diario, escudriñar el pasado; debatir y aportar ideas, acerca de un acontecimiento histórico en particular.

Como tema de incorporación a la Academia, consideré idóneo presentar a José Félix Mora, como Estereotipo Fenomenológico del Caudillismo en Venezuela, componente surgido a raíz de los trastornos sociales del siglo XIX.

El periodo Republicano en Venezuela, a partir de 1830, trajo consigo una cruenta lucha por el poder, entre los grupos sociales, nacidos a la luz de la independencia. Ocurrieron alteraciones armadas, estimuladas por los caudillos, especie de jefe tribal, poseedor de cualidades extraordinarias, y merecedores de obediencia entre sus seguidores, quienes le juraban lealtad, a cambio de retribuciones en la cadena clientelar de la República.

Abundaron en cada región del país, afianzando su liderazgo, gracias a un sistema de alianza estratégica; basada en un acuerdo de mutuo apoyo, conformando una coalición, semejante al vasallaje romano, pero criollo. Como si observáramos a una pirámide desde su cúspide, gobernada por un caudillo nacional, seguidos por jefes regionales, y locales, donde implícitamente, existía una relación de mando y obediencia, sujeta a intereses comunes, garantizándoles su status quo a cada grupo en las regiones.

Si eran desfavorecidos en sus intereses, las huestes aglutinaban a sus séquitos, que iban desde los productores, peones, arrieros, voluntarios o víctimas del reclutamiento forzoso, envalentonados para pelear en las llamadas revoluciones, que no eran sino alzamientos por el reparto clientelar.

Existieron caudillos emblemáticos en Venezuela, José Antonio Páez, José Tadeo Monagas, Antonio Guzmán Blanco, Joaquín Crespo, Antonio Sotillo y José Félix Mora; destacado combatiente de la Guerra Federal (1859-1863) y ex Presidente Carabobo; pero sin el trato pertinente de la historiografía regional.

Son escasos los aportes biográficos relativos a José Félix Mora, destacados en las obras de Ramón, J. Velásquez “La Caída del Liberalismo Amarillo” (1972), “Morón Ave Fénix de Venezuela” (1987) de Alfonzo Marín, Nikita Harwich Vallenilla en el “Diccionario de Historia de la Fundación Polar” (1988) y “Balcón de tu Ciudad” (2009), de Asdrúbal González, en el Diario la Costa de Puerto Cabello.

Se requirió para el estudio, la consulta de fuentes inéditas, documentales, y orales, como los nietos del personaje, Justina Mora, y Pantaleón Lira, ya difuntos; los legajos de los Registros Civiles de Puerto Cabello, Registro Principal del Estado Carabobo y la Diócesis porteña; además el Archivo Hemerográfico en resguardo de la “Biblioteca Febres Cordero” del Estado Mérida.

El 20 de febrero de 1833 nació José Félix Mora, hijo natural de Magdalena Vizcaíno, oriunda de Cundinamarca; recibió como nombre de pila José Félix León, el 21 de marzo de ese año, en la iglesia San José de Puerto Cabello. Fue su padre, el Gral. Juan José Mora, prócer de la independencia. Pero, por estar ya casado con Victoria Caballero, no figuró como su legítimo progenitor en la partida de bautizo, pues era fruto de una relación prohibida.

No obstante, el historiador porteño, Asdrúbal González, argumentó en “Balcón de tu Ciudad” (2009) que José Félix Mora, era hijo de Magdalena Vizcaíno Mora y no así de Juan José Mora, y por lo tanto el apellido Mora, le pertenecía por su madre, basándose en el acta de matrimonio de José Félix Mora con Regina González, del 25 de noviembre de 1876, donde quedó registrado el nombre de su madre, asentándose el apellido, como si hubiese estado casada legítimamente con Juan José Mora; acto que no se consumó.

Curiosamente el Doctor González, en su explicación, adjudica como primer apellido de la madre, el Mora, asumiendo el Vizcaíno como un segundo nombre, diseminando dudas por quien en la historia, se le conoce como padre.

Tal conjetura del Dr. González, desestimó los testimonios de Francisco González Guinan y Antonio Guzmán Blanco, bastante conocidos cuando de la guerra federal se trata, donde destacan el vínculo de padre e hijo. Importantes, porque conocieron personalmente a Juan José y José Félix Mora.

González Guinan comenta en su obra “Historia Contemporánea de Venezuela”, que en marzo de 1859, cuando el general Cordero llegó a la costa, la población se encontraba agitada por el alzamiento de una guerrilla federal, al mando del Coronel Juan José Mora y su hijo José Félix”, y Antonio Guzmán Blanco, destaca “En Defensa de la Causa Liberal” “en Carabobo ahí esta Mora, hijo de un prócer de la independencia, general de la federación y propietario de Morón antes y después de la guerra.

A los referentes indicados, señalamos la existencia de los títulos de propiedad de la “Hacienda de Marín” en la parroquia de Morón, adquirida por Juan José Mora en el año 1857, permutada, por una casa en la calle de Bolívar de Puerto Cabello en mayo del año 1869, con su hijo José Félix Mora, y después cedida la otra parte de la posesión en noviembre de 1870 por una casa en Morón, entre Marcelo, Alejandra y José Félix Mora, como parte de la herencia dejada por su finado padre. Los originales de los títulos de propiedad, se encuentran en el Registro Principal del Estado Carabobo.

El contenido del título de propiedad de la “Hacienda de Marín”, es elocuente y en esos términos expresamos “sépase en esta escritura, como nosotros los generales Juan José y José Félix Mora, padre e hijo de éste vecindario, mayores de edad, de mutuo consentimiento como vendedor y comprador, que hemos celebrado y celebramos permuta de nuestras propiedades”.

Otro aspecto por esclarecer es el lugar de nacimiento de José Félix Mora, bastante difícil de desarraigar de la corriente historiográfica oficial; tenido como hijo de la población de Morón; según Don Alfonzo Marín, Ramón, J Velásquez y Nikita Harwich Vallenilla. Mientras Asdrúbal González, afirma que en el acta de matrimonio aparece como nacido en Alpargatón; dato inexistente.

Mora, es porteño, oriundo de Borburata, tal como lo destaca el Periódico “El Demócrata 1894” Órgano Oficial de su candidatura, cuando aspiró a ocupar la Primera Magistratura del Estado Carabobo. Ese reportaje responde a los ataques aparecidos en el periódico “El 20 de Febrero” contrarios a la candidatura de José Félix, por lo tanto es una defensa del personaje, expresando “un defecto si tiene el general Mora, defecto gravísimo que lo anula para ser simple comisario de policía. No es digno de ocupar ningún puesto público: un hombre que no se llama sino José Félix Mora, que nació en el oscuro pueblo de Borburata, un triste labrador”.

De acuerdo a documentos personales, la presencia en Morón, se debió a la compra de tierras, antes de la Guerra Federal; y su origen como agricultor ocurrió en las poblaciones de Borburata y Patanemo, en la morada de su progenitor. En éste estrato social se desenvolvió; estigmatizado por el color de su piel; característica innata del mestizaje criollo, pero tenidas como una afrenta moral, en una época, todavía marcada por el sesgo esclavista.

Según el libro de bautismo de Borburata de 1790-1804, los abuelos paternos de José Félix eran morenos libres, naturales de ésta población. Quizás, de ahí surgió el epíteto burlón de “esclavo y analfabeta”, utilizados por sus adversarios políticos, como una estigma para desmeritar sus aspiraciones como Jefe Político de un Estado. Un tanto, ilustradas por Ramón, J. Velásquez en la obra antes indicada. Calificativos ilusorios, porque sabía leer y escribir, lo suficientemente aceptable para ese tiempo.

Sin embargo, creció marcado por la hostilidad y crudeza, producto de las secuelas dejadas por la guerra de independencia en la población. Desde niño aprendió, la rudeza del campo, se hizo agricultor de oficio y en esas labores padeció las desigualdades sociales de una casta históricamente desfavorecida, que encontró en las armas, una oportunidad de superación social, no lejos de las aspiraciones personales, normales a la naturaleza humana.

Fue entonces, abriéndose camino en las plantaciones de la costa, entre el peonaje, bajo la avasallante hostilidad de los más curtidos. En ese ambiente de rudeza, sorteará dificultades, se llenará de bríos y forjará su espíritu guerrero; del que tanto se jactaron décadas después, sus seguidores.

En las protestas contra el Presidente José Gregorio Monagas de 1854, incursionó en armas, como espaldero de su padre, quien era comandante de la guarnición de Puerto Cabello desde año 1848, y aliado del caudillo oriental.

En referencia a sus inicios, “El Liberal 1893” publicó “en el litoral Carabobeño teatro en todas las épocas de sus hazañas, juro muy niño aun, librar a la República de los enemigos que la arruinaban y encarnecían. Allí recibió el bautismo de sangre, con que se unen los paladines de honor y allí también fue arrullado por la victoria, esa compañera inseparable de la causa justa. Por aquella época alborada gloriosa del liberalismo, combatió por esta causa a las órdenes de su progenitor, uno de los más renombrados fundadores del partido de que hoy se enorgullece Venezuela”.

José Félix, contaba con apenas veintiuno años de edad, cuando abrazó la carrera de las armas, como la universidad de la vida y en las poblaciones negras del litoral carabobeño se hizo líder natural, obrando de forma incondicional a su padre y al partido liberal.

La revolución de marzo de 1858, sacó del gobierno a José Tadeo Monagas, y a sus cuadros políticos. Se instaló en la presidencia el general Julián Castro; que alteró el monopolio del poder en las regiones, trayendo consigo resentimientos y persecuciones contra antiguos aliados.

En Puerto Cabello se lesionó la estructura de mando, y los intereses de los principales jefes del partido liberal. Según Jacinto Regino Pachano, el gobierno del Gral. Castro, persiguió en Carabobo a sus principales líderes, Juan José Mora, José Leiceaga y Gabriel Guevara.

Estos hechos precipitaron la Guerra Federal (1859-1863), conflicto armado entre caudillos por la hegemonía del poder. Frente a ésta coyuntura, José Félix Mora salió en resguardo de sus intereses, como vía de superación personal, apostando a las bondades clientelares del Estado, y la tenencia de la  tierra.

Tal como se evidencia en el año 1866, al ser beneficiado, en el reparto de la posesión de tierras, denominada “Casa de Tejas” en Morón, otorgada a Juan José Mora, por el presidente de la República Juan Crisóstomo Falcón.

La tierra era uno de los elementos tenidos por los caudillos para edificar su hegemonía; pues a través de la hacienda, como núcleo social, se tejían las relaciones de poder y clientelar de los caudillos. Los peones hacían las veces de soldados, atentos a cualquier disputa en contra de los intereses de su jefe.

José Félix Mora comenzó la Guerra Federal como oficial Subalterno. Después de Santa Inés, ascendió a capitán y vertiginosamente recibió el grado de coronel, hasta alcanzar el generalato de división en 1863. Al finalizar la guerra, fue nombrado Jefe de Operaciones del Litoral de Puerto Cabello.

En esos cinco años que duro la guerra; combatió en Boca de Yaracuy, El Palito, San Felipe, Araure, Barinas, Santa Inés, el Bostero, Maporal, Torunos, Caroní, Punta Gorda, el Corozo, San Carlos, Coplé, Buchivacoa y en el asalto a Pto. Cabello, en octubre de 1863, que sella las operaciones bélicas.

La Guerra Federal le permitió curtirse como militar y abrió las puertas para incursionar en la política. En las tareas asignadas frente a la facción de la costa, en una de sus misivas, enviada a Don Fernando Bolívar, se destaca su rol de interlocutor frente a los proscritos de Curazao. Tal compromiso, puede considerarse, su antesala como actor político, que al término de la guerra, desempeñó hasta el final de sus días, en el corazón de Puerto Cabello.

A partir del tratado de Coche de (1863), comenzó a tomar cuerpo la hegemonía de los federales y en el reparto clientelar, la carta crédito, era el haber portado el estandarte federal en los campos de batalla; y no los prerrequisitos sociales, como hasta entonces había ocurrido en Venezuela.

José Félix, pertenecía a esa estirpe, y se tornó clave en el engranaje del partido liberal.

En el año 1864, es diputado de la Asamblea Nacional, que discutió las condiciones del empréstito de Londres, solicitado por el gobierno de Juan Crisóstomo Falcón. El 8 de enero del año 1866, es diputado de la Asamblea Legislativa de Carabobo, que trató la anexión de Cojedes a éste Estado. En febrero de 1867, estuvo en el cabildo porteño, frente a una situación de apremio, surgida por la guerra, según lo expresado por Miguel Elías Dao.

En 1870 participó en la revolución liberal, destacándose en las operaciones militares, que llevaron a la presidencia de la República a Guzmán Blanco. Pero, luego fue limitado en sus aspiraciones políticas; lejos del poder central.

Mientras estuvo Guzmán en la presidencia, Mora, figuró como jefe del castillo de Puerto Cabello, alternándose el cargo, en la jefatura civil de ésta ciudad entre 1877-1878. Prácticamente fue confinado en su ciudad natal, lejos de cualquier aspiración a poderes más allá de Carabobo.

En 1896, el periódico “El Día”, explicó en una de sus crónicas, que ese encierro, se debió a las peleas con Guzmán Blanco, “que lo persiguió y lo tuvo siempre a raya, porque nunca se sometió a sus caprichos personales, pero tan luego desapareció el autócrata, recobró su valor y prestigio político”.

Una de las características de los caudillos, era su posición unipersonal frente al poder, tendían a obstaculizar a todo aquel que consideraban una potencial amenaza a sus intereses; indiferentemente si eran aliados circunstanciales. Peor aún, si contrariaban su liderazgo y abiertamente le enfrentaban.

Aquellos jefes del partido liberal que osaron contrariar a Guzmán Blanco, terminaron aniquilados, otros se distanciaron sin presentarle formal batalla. Lejos de las diferencias entre Mora y Guzmán, prevaleció el interés particular.

Ante las discrepancias políticas surgidas en el partido liberal, Mora fue centro del circulo guzmancista crespita en el litoral. Guzmán estaba consciente de sus bríos, y se ufanaba de tenerlo entre sus hombres de confianza; tal y como lo expresa en una de sus correspondencias de 1882, ante una insurrección en su contra: “tengo para esperarlos cogida toda la costa de uno y otro lado de Puerto Cabello me las defienden Berrio, con la actividad y decisión requeridas; el castillo está a cargo del Mora de siempre”.

Esta fama de hombre fuerte, vislumbró el camino más adecuado para congraciarse con el poder. Tras ese objetivo, se preparó, a la espera de mejores condiciones de las que Guzmán le había otorgado en la cadena clientelar, tejiendo sus intereses en torno a otro caudillo nacional, Joaquín Crespo.

Muestras de buen Estadista

Precisamente bajo la presidencia del Gral. Crespo (1884-1886) recibió las oportunidades como mandatario local y ejerció por éste tiempo la Presidencia del Concejo Municipal de Puerto Cabello. A diferencia de otros caudillos contemporáneos, se caracterizó por su convicción progresista en el manejo público; dio muestras de buen estadista, y no se comportó como el militar grotesco, comúnmente hallado frente al tesoro nacional en aquella época.

Inteligentemente asumió el compromiso realizando obras de envergadura.

En comparación, a las gestiones de Joaquín Berrio, Federico Escarrá y Paulino Ignacio Valbuena frente al cabildo de Puerto Cabello, las obras gestionadas por José Félix Mora se destacaron por su puntual ayuda a la colectividad porteña. Culminó la calzada y techado del cementerio de los católicos, Teatro Municipal (1886), las calles Moroncito, Guevara y Mangle; mejoró el ornato de la ciudad y facilitó los trabajos para el paso del Ferrocarril.

Como Jefe del Cabildo porteño recibió al Príncipe Heinrich de Prusia, en noviembre de 1883, y en octubre de 1885, fue el anfitrión de la afamada pianista venezolana, de talla internacional, Teresa Carreño.

Gracias a ésta gestión, se convirtió en una carta crédito para el partido liberal en Carabobo, ya no era únicamente el militar, sino también un hombre de convicciones políticas, proclive a aspiraciones de mayor alcance.

En el año 1886 es electo diputado por Puerto Cabello a la Asamblea Legislativa de Carabobo, cuerpo que presidió al año siguiente. Pero, cuando las oportunidades se presentaron para optar a cargos más elocuentes, las diatribas entre liberales, lo llevaron a tomar las armas nuevamente.

La Consagración Política

Interviene en la “Revolución Legalista” del año 1892, lucha armada encabezada por el General Joaquín Crespo y originada por las ínfulas del Presidente Raimundo Andueza Palacio; para perpetuarse en el poder, retorciendo los principios constitucionales. Pero, luego de algunos meses de disputa, los legalistas lograron vencer a las fuerzas gubernamentales, y es ese el momento que va a consagrar a José Félix Mora, como militar y político.

Pasada la toma de Caracas, que llevó a los legalistas al poder, recibió en la capital el Diploma de “Invicto General” y de regreso a Valencia, entró en marcha triunfal por Camoruco, donde fue recibido por una multitud con alabanzas populares, “El Héroe de la Costa”, “El Guerrero de Puerto Cabello”; y ocupo el cargo de Jefe Civil y Militar de Carabobo, designado por Crespo.

El nombramiento era una garantía para Crespo. Pero cuando se presentaron las elecciones de 1893, y Mora es el candidato, se produjo un torbellino entre los liberales de Valencia, pues no representaba los intereses de un sector históricamente congraciado con el poder en la región.

La candidatura de Mora se impuso desde Caracas, y salió vencedor en las elecciones regionales. Ya en la Presidencia del Estado, desde febrero de 1894, el descontento de sus adversarios se tornó racial y burlesco.

El problema real, era la antipatía entre antiguos seguidores de Guzmán Blanco, aislados del poder, sostenidos en Carabobo por sus ex aliados, los crespitas.

La prensa regional, dirigida por guzmancistas, aprovechó la situación para desarrollar una serie de insultos, sin antecedentes en la política regional contra mandatario alguno; centró sus ofensas en la condición social del Presidente del Estado, a través de la sátira periodística y el uso de los pasquines.

En los periódicos, se encontraban calificativos como “negro tapao”, “negro pa’ bruto”, tratándole siempre de ridiculizar. En una oportunidad, el sarcasmo periodístico de sus detractores, “El voto del Pueblo” llegó a realizar una denuncia, del abandono del alumbrado público de una plaza, y comparar su oscuridad con el color de su piel. También levantaron una estatua de color blanca en forma de burla y un ingenioso soneto, atribuido a Alejandro Romanace; todo para satirizar el tartamudeo en su formar de hablar.

Los periódicos dedicados a reproducir tales insultos eran “El Voto del Pueblo 1896”, dirigido por Tulio Malpica, “Uno y Catorce 1896” de Alejandro Maduro, acérrimo contrario a la gestión de Mora, “El 20 de Febrero 1893”, “El Loco 1896”. Escribían algunos seudónimos Don Ciriaco y K. chito.

Mora desmérito las burlas; logró canalizarlas y servirse de ellas, colocándose como centro de atracción. Hecho significativo; digno de estudio, pues hizo de los medios impresos, su mejor empresa de mercadeo.

En el episodio del cañón de Pavía, el general Antonio Paredes lo señala como el artífice de sus ataques y en el controversial soneto atribuido a Alejandro Romanace, hubo quienes sostuvieron, que era parte de su argucia.

Ahora bien, a la luz de los hechos, podemos destacar su esmerada labor frente a la administración del Estado, rodeándose de hombres probos, arraigados en la sociedad Valenciana. Mostrándose virtuoso benefactor público. Las críticas estuvieron presente, cual normal desarrollo de la política.

De su tren ejecutivo se destacan los nombres del Gral. Pedro Izaguirre, Manuel Corao, Federico Martínez, y los doctores Rafael Cisneros, Eduardo Celis, Julio Torres Cárdenas, Secretario de la Presidencia de Cipriano Castro, Rafael Revenga (nieto) del que asistió al Libertador, vocal de la junta inspectora del Hospital Civil de Valencia, Manuel Antonio Fonseca Celis, profesor de Terapéutica de la Universidad de Carabobo y Cirujano Jefe del Hospital Civil, Miembro del Consejo de Gobierno por el Estado Carabobo; Santiago González Guinan, autor de la letra del Himno del Estado Carabobo y ex gobernador del Estado, Ezequiel Jelambi ex gobernador del estado, y Eduardo Henríquez, padre del primer Arzobispo de Valencia.

Frente a la administración del Estado, reanudó la “Gaceta de Carabobo” como imprenta propia, creó la “Gaceta Municipal”, el Colegio de primera Categoría es elevado a Universidad, declaró el texto “Nueva Aritmética” de uso oficial en las escuelas primarias, la antigua Plaza de San Francisco es rebautizada como Sucre, en homenaje al Mariscal de Ayacucho, ubicó la Estatua de la Libertad en el centro de Valencia, edificó el Hospital Civil, se concluyó el teatro de Valencia, la carretera a Nirgua, la Avenida Mucuraparo, ordenó el traslado de los restos mortales del prócer Juan José Rondón al Panteón Nacional, decretó el homenaje en la región, al pintor carabobeño, Arturo Michelena, e hizo lo propio en memoria de Francisco de Miranda.

En 1897, vence el lapso para el gobierno de Crespo, y sus jefes regionales. En el reacomodo oficial, se realizaron las elecciones en el Partido Liberal, y Mora resultó ganador en Carabobo; asumiendo la Jefatura. Todo apuntaba a su candidatura a la Presidencia de la República, por la amistad con Crespo.

El rumor como sucesor de Crespo a la presidencia de Venezuela, ganó espacio en sus detractores. En enero de 1897, circuló en “El Pitazo” los nombres de los ministros acordados por José Félix Mora, figurando Juan Bautista Páez en hacienda y de interiores Vicente Salas. Por mencionar algunos.

No obstante, en las votaciones de septiembre de ese mismo año, fue designado Ignacio Andrada en la Presidencia de la República. Mora no figuró como aspirante, fue electo Senador por Carabobo, para el periplo de 1898-1902 e integró la Comisión de Guerra y Marina del Congreso de la República.

La inesperada muerte del Gral. Joaquín Crespo, seguido del golpe contra Andrade en el año 1899, abrió las puertas a otra élite política. Se inició, la dinastía de los caudillos andinos en el poder y Mora en litoral carabobeño prevalece, pues sus hijos extendieron sus dominios como jefes militares en la región.

Dinastía política y militar.

En los avatares de la guerra, José Félix conoció a Regina González oriunda de Puerto Cabello, y se casaron curiosamente dieciséis años después, de haber concebido a su primogénito y otros ocho vástagos, seis varones y dos hembras. Cuatro de los varones integraron las filas del Partido Liberal, y después las del Ejército.

Su hijo Francisco, se aventuro en la “Revolución Legalista” y ejerció la jefatura civil de Pto. Cabello, entre 1896-1898. Se caso con Gertrudis Beluche, hija del Filarmónico porteño, José Hilario y nieta del prócer Renato Beluche, falleció repentinamente en 1900. Félix y Vicente Emilio, actuaron en la “Revolución Legalista”, ascendieron a Comandantes, y el último llegó a general de Brigada, Jefe de la guarnición de Valencia y con Castro y Gómez; fue jefe Civil de Pto. Cabello en dos oportunidades, quedó inmortalizado en la obra de José Rafael Pocaterra, por el coraje demostrado frente al Bombardero anglo alemán en 1902.

Hombre ejemplar y Padre de una numerosa familia.

Aun cuando era común en la tipología cultural del venezolano, los múltiples hogares, a José Félix, no se le conoció otra relación, sino la ya dicha. Sus demás hijos crecieron apegados a los nobles principios sociales. Carlos Mora, escribió poesías en su juventud y se matriculó en francés, en la Universidad de Valencia en 1893, se caso en 1908 con Teresa Monque, y se radicó en Naguanagua junto a sus hijas; Emilia Mora, copropietaria de la hacienda Palma Sola en Morón, donde vivió por algún tiempo con su esposo Carlos Goicochea, comerciante porteño, Mercedes Mora, fue una aficionada pianista, no se le conoció parentela, Pablo Mora, estudió en el Colegio San Luis de Valencia, hizo de escribano publico parroquial y agricultor, Antonio Mora González, estudió en el Colegio San Luis de Valencia y con tan solo 15 años de edad, se matriculó para cursar ingles en la apertura de la Universidad de Valencia, ingresó a la Academia Militar en el Gobierno de Juan Vicente Gómez, y es bisabuelo de quien expone el presente relato. Fue el último de sus hijos en portar estandarte militar, falleció el 6 de junio del año 1954, bajo la presidencia de Marcos Pérez Jiménez.

La despedida

Con la llegada de los andinos al poder, las leyendas del liberalismo amarillo, eran solo una referencia. No así, el héroe de la costa, que ocupó ya anciano, la Jefatura Civil Porteña, en intervalos de los años 1907, 1908-1910.

En 1909 encabezó la comitiva que trasladó al Panteón Nacional, los restos mortales de Bartolomé Salom. Convirtiéndose éste ceremonial, en su último acto público de importancia, honrando a un grande de nuestra historia patria e hijo inigualable de Puerto Cabello.

En el escenario político del siglo XX, las grandes rebeliones fueron perdiendo vigor, mientras a los jerarcas del antiguo régimen del Liberalismo Amarillo, les llega el tiempo de la despedida.

Mora, de anciano recorría su casa en la calle de Miranda de Puerto Caballo. En la actualidad se aprecia en sus paredes, el grabado de la bandera nacional, como prueba de su patriotismo y en el segundo nivel, un mirador, popularizado con el apellido, pues de allí divisó las fortalezas de la ciudad. Los niños de la cuadra se sorprendían al verle salir; era una leyenda.

El 20 de marzo de 1912, ya octogenario se enfrento a una fuerza superior, la muerte, que ocurrió en su casa de habitación a las 10 de la noche. El gobierno de Carabobo, decretó tres días de luto en la región, cumpliéndose con los respectivos honores fúnebres. “El Diario Universal” del 22 de marzo reseñó “Murió un Prócer”. Su cuerpo fue trasladado al cementerio de los católicos en Puerto Cabello, acompañado de una multitud de personas. En la década de los setenta del siglo XX, en la demolición del camposanto, desaparecieron sus restos, así como de otros ilustres porteños.

Conclusión

Ya para finalizar, podemos afirmar que el fenómeno caudillismo causó daños a la República; y fue difícil de erradicar. Echar una mirada a sus secuelas, con el rigor científico de los tiempos modernos, es una tarea pendiente.

José Félix Mora, fue un caso atípico del caudillismo criollo, significó un ejemplo de perseverancia. Supo saltarse la barbarie y formar una familia lejos de las impurezas sociales, a través de los valores de la educación y el trabajo.

Prueba de ello en esta sala. Los nietos y bisnietos de Antonio Mora González, de los primeros estudiantes en matricularse en esta casa de estudio, orgullo de los carabobeños.

Muchas gracias por atención.

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