“El rey se halla, en efecto doblemente ligado por obra maléfica, para engendrar y para gobernar. Se le hechizó cuando tenía catorce años con un chocolate en el que se disolvieron los sesos de un hombre muerto para quitarle la salud y los riñones.”, Abril de 1698.
Uno de los episodios más interesantes y pintorescos de la densa historia de España es precisamente lo ocurrido durante el reinado de S.M. Carlos II (1661-1700) en el que se desató una especie de batalla campal en el campo político y religioso.
De la unión entre S.M. Felipe IV de España y doña María Habsburgo y Habsburgo (conocida como Mariana de Austria), nació el 6 de noviembre de 1661 Carlos II (apodado “El hechizado”), a quien la naturaleza no lo ayudó para nada ya que siempre fue una persona con serios problemas de salud a los que se les sumaron también las dificultades políticas. Motivo por el cual su madre fue la regente del rey hasta que cumpliese los 14 años de edad.
Durante esa etapa de su vida, en la corte de debatió si Carlos II en realidad estaba capacitado para gobernar sólo y en consecuencia este órgano de la monarquía se dividió en dos grandes bandos: Los que estaban a favor de que Carlos II gobernase de forma independiente y los que apoyaban la tesis de la reina madre en la cual ella afirmaba que el rey debía gobernar bajo su tutela.
Ante esa situación, la corte optó por una especia de solución intermedia en donde el rey no gobernaba solo ni la madre era la única tutora: por lo que se decidió la creación del llamado “Consejo Superior” a los fines de asesorar al monarca y desde ese mismo momento doña Mariana comenzó a maniobrar políticamente para ganar espacio dentro del “Consejo” y por ello se estableció como meta inmediata y fundamental la remoción de fray Pedro Álvarez de Montenegro quien ocupaba el cargo de “Confesor” del rey, pues él como miembro nato del “Consejo Superior” era uno de los que estaba en contra de la reina madre y debemos considerar que la figura del “Confesor” era realmente estratégica porque se constituía en la persona que siempre estaba más cerca del rey, ocupaba un cargo de mucha confianza y por último podría ser utilizado para influir sobre las decisiones del monarca.
De acuerdo con el extraordinario trabajo de la historiadora María Concepción Roán titulado “La causa inquisitorial contra el Confesor de Carlos II, fray Froilán Díaz”, en la corte española quedó registrado que en dos ocasiones se analizó el tema de la precariedad de la salud física del rey y de que aún no tenía descendencia. En la primera ocasión el asunto solo quedó en rumores, pero luego, viendo que pasaba el tiempo y la corona permanecía en la misma circunstancia de que no había un heredero, en 1698 se hace un segundo planteamiento sobre que la causa de esos males es que el rey está endemoniado y para ello se solicita la intervención del “Inquisidor General”, fray Juan Tomás Rocaberti quien en enero de ese año solicita una audiencia privada a Carlos II donde los dos conversan largamente y una vez concluida, Rocaberti en sus aposentos escribe sus reflexiones sobre el caso comentando lo siguiente:
“Llegó a entender el rey a lo que se atribuía su falta de salud; y con el recelo de que pudiese ser cierto o con el deseo de mejorar (que en todos es tan natural), llamó al Inquisidor General por uno de los días del mes de enero de 1698, y, en audiencia secreta le dio cuenta de este temor, encargándole mucho se aplicase, con el mayor sigilo, a averiguar lo que en esto había, si era cierto para discurrir el remedio, y si era falso, para salir del cuidado, de que se infiere que Su Majestad entonces pudo sospecharlo, mas de ningún modo creerlo”
En vista de dicha solicitud, Rocaberti pasa a consultarle al “Consejo de la Inquisición” el cual manifiesta que no le parece conveniente realizar dicha investigación dado a que ello sería objeto de muchos rumores y era asunto de Estado que esa noticia llegase a manos de los enemigos extranjeros
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Sin embargo, el inquisidor general no queda satisfecho con esa decisión y buscó apoyo en el recién llegado nuevo “Confesor” del rey que se llamaba fray Froilán Díaz, quien decide apoyar la idea y que termina siendo impulsada por las informaciones que trajo a la corte fray Juan Rodríguez donde le manifestó a fray Froilán que el confesor y vicario del Convento de la Villa de Cangas hablaba con el demonio a través de tres monjas “posesas” por lo que fray Froilán pensó que era buena idea hablar con el Diablo para saber si el rey estaba o no hechizado, Rocaberti apoya la idea y por ello dirigen una carta al vicario de dicho convento, fray Antonio Álvarez Argüelles en los siguientes términos:
“Fray Antonio Álvarez, Cangas. Don fray Juan Tomás Rocaberti etc. Por la presente damos licencia y facultad a fray Antonio Álvarez Argüelles, de la orden de nuestro padre Santo Domingo, para que por una vez pueda absolver, o formalmente o ad cautelam según le pareciere necesario, a cuatro personas del crimen de la herejía que nos ha participado en el fuero interior, no habiendo cómplices, y habiendo usado de esta nuestra licencia lo pondrá al pie de ella y nos la volverá originalmente.
Dada en Madrid a 12 días del mes de abril de 1698 años. Fray Juan Tomás Rocaberti, Arzobispo de Valencia, Inquisidor General, por mandato de S.E. don Tomás Cambero de Figueroa, Secretario”
De acuerdo con dicha misiva, se procedió a reunir a las monjas para conversar con el demonio y preguntarle si S.M. Carlos II estaba hechizado y este respondió:
“El rey se halla en efecto doblemente ligado por obra maléfica, para engendrar y para gobernar. Se le hechizó cuando tenía catorce años con un chocolate en el que se disolvieron los sesos de un hombre muerto para quitarle la salud y los riñones (…), para corromperle el semen e impedirle la generación. Los efectos del bebedizo se renuevan por lunas y son mayores durante las nuevas. La inductora fue Doña Mariana de Austria, madre de la víctima, poseída de ambición por seguir gobernando, Valenzuela sirvió de correo. La mujer que procuró el hombre muerto se llamaba Casilda Pérez, siendo casada y con dos hijos, pero cuando cometió el crimen había enviudado ya, y sus hijos no vivían con ella en la calle de Cuchilleros.”
Sin embargo, esta versión de los hechos posteriormente perdió todo respaldo cuando para el 28 de noviembre de 1698 el propio Álvarez Argüelles escribe una carta donde dice que: “he hallado mucha y demasiada rebelión en los demonios, y poniendo las manos sobre el ara consagrada, juró Lucifer que todo lo que había dicho era mentira y que no tenía nada el rey. Yo pasé adelante conjurando desde las cuatro hasta las seis, que era fuerza dejarlo; y entonces, después de tanta rebelión de los demonios, prorrumpieron en decir no me fatigase, que había decreto de la madre para que yo salga con gloria, pero que había de ser en tiempo señalado”.
Concluida la teoría del “Hechizo” del chocolate entonces aparece una segunda propuesta de solución la cual consistía en practicar un “Exorcismo” a Carlos II, el cual estaría a cargo de fray Mauro Tenda reconocido en esos tiempos como excelente teólogo y exorcista quien para mediados del año de 1699 logra tener audiencia con el rey y realizó el procedimiento acostumbrado y una vez culminada la audiencia, Tenda llega a la conclusión de que el rey estaba “maleficiado” y que para curarse debía confesarse y comulgar cada dos días y recibirle a él cada tres para continuar el trabajo y con el apoyo de Dios lograr curarlo y una vez culminado el proceso, Tenda afirma que el rey no estaba “endemoniado” sino “hechizado” pero esta vez ya no con el chocolate sino con una especie de bolsita que el rey colocaba bajo la almohada para dormir y que la misma al ser examinada tenía (cáscaras de huevos, uñas de pie, cabellos, etc.) y como dicen popularmente “la cereza que adornó el postre” fue tener que leer que después de todo a lo que fue sometido Carlos II, Tenda diga que si con la receta no se cura y los dolores persisten, que su causa era de “origen natural” y que en ese caso deben llamara a los médicos…….
Durante ese tiempo fallece el Inquisidor General Rocaberti y ese hecho genera una nueva batalla interna porque la reina quiere que se designe a una persona de su confianza para así conseguir que fuese destituido fray Froilán Díaz con quien tenía serias diferencias y con ello poder obtener mayor poder dentro de la corte ya que para esos momentos se debatía una lucha por la sucesión de Carlos II entre la casa de Austria y la casa de Borbón, por lo que para beneplácito de la reina se elige para el cargo a don Baltasar Mendoza y Sandoval cuyas gestiones hacen que se destituya a Díaz y que este sea llevado a la cárcel para juicio.
Lo curioso del hecho está en que a pesar de que fray Froilán Díaz fue procesado en los tribunales de la inquisición, en todos los juicios resultó libre de culpa, y ello montó en cólera al Inquisidor General Mendoza y en un monumental abuso de autoridad mantuvo encarcelado a Díaz en Murcia, hasta la llegada al trono de S.M. Felipe V, quien luego de estudiar el asunto, ordenó su liberación en 1704 y así el Consejo de la Inquisición envía la siguiente comunicación:
“Dijeron conformes que de todos los autos referidos no resulta culpa alguna que constituya al dicho Mro. Fray Froilán Díaz reo del Santo Oficio, y que los hechos… los declararon por injustos contra la inocencia que manifiestamente consta de todos los dichos autos, y que en justicia debe ser y sea restituido al ejercicio de su plaza de consiliario de este Consejo, con todos los gajes que correspondan al tiempo que ha dejado de servirla, y a todos los puestos y honores que tenía, y a su convento del Rosario de esta Corte”.
Fraí Froilán Díaz muere el 26 de julio de 1714 y ya para ese momento España estaba bajo el mando de S.M. Felipe V de la casa de Borbón (por voluntad testamentaria de Carlos II) para dar paso a una nueva era y queda evidenciado que en aquélla época de tanto misterio religioso; un manjar como el «chocolate» pudo haber sido víctima de la prohibición de su transporte, comercio y consumo en toda España por culpa de un hechizo que no resultó tal hechizo ni que el diablo realmente hubiese tenido a tres monjas posesas en el Convento de Nuestra Señora de la Encarnación de las Villas de Cangas del Narcea.
Por otra parte, tenemos que comentar que durante el desarrollo de toda esta trama queda en evidencia la lucha de los poderes políticos y religiosos de finales del siglo XVII y principios del XVIII no sólo para mantener el control durante aquéllos sucesos sino también para sentar las bases de su hegemonía en el futuro. Y hacemos un aparte en el tema religioso porque en ese extenso trabajo de la Dra. Roán podemos observar que había una vertiente conducida por Rocaberti y Díaz cuyo trabajo lo ejecutaban con firme creencia de lo que estaban haciendo y otra que sólo abuso de su autoridad para complacer a una tendencia política y además lograr afianzar su poder dentro de la estructura de la corte española.
Con respecto al caso específico de S. M. Carlos II como persona, hay que decir que es nuestro parecer que su vida debe haber resultado un gran martirio no sólo por todas las dificultades que padeció en materia de salud; sino que además tuvo que soportar grandes presiones políticas, religiosas además de los rumores y comentarios hacia su persona.
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Carlos Cruz