En varios países de Hispanoamérica las pulperías son almacenes o ventas de diversos alimentos y enseres. Antiguamente también ofrecían servicios de hospedaje en los caminos. El Diccionario de la Lengua Española apunta que el nombre de estas ventas deriva del término “pulpa”, probablemente originado de la idea del expendio de frutas. Las pulperías perviven en la memoria de muchos hispanoamericanos como grandes bodegas y también sitios de encuentro de los vecinos y viajeros, lugares donde también confluían y se irradiaban informaciones.

Personalmente las recuerdo en muchas poblaciones y caminos incluso de la Venezuela interiorana. Se trata de grandes almacenes, llamados siempre pulperías, que ofrecían vituallas de todo tipo, especias, bebidas, granos diversos, quesos frescos o curados, cordelerías y mecates de distinto grosor, herramientas e instrumentos metálicos, juegos, incluso ropa, vajillas, cubiertos y artículos de vidrio, cerámica, porcelana y plástico, aparejos para la agricultura, la cría o la vida cotidiana.

Las pulperías guardaban un olor particular. Los productos para la venta se encontraban expuestos de manera visible y abarrotada. Recuerdo, por ejemplo, la pulpería de Fileno Jiménez en Güiripa, estado Aragua, tierra, cuna y hogar de mis mayores. Qué delicia era comprar un fresquito, un dulce o un juego de barajas españolas allí. Las pulperías hoy en día son una especie en desaparición progresiva ante los nuevos establecimientos comerciales, muy especialmente en zonas urbanas. Aún, sin embargo, quedan algunas en muchos rincones de Venezuela.

Robert Semple (1776 – 1824) fue un viajero y comerciante escocés de origen, luego asentado en Canadá, donde falleció. Entre 1810 y 1811 viajó a Venezuela. Antes lo había hecho por España, Italia y la actual Turquía (Constantinopla). En Venezuela tuvo oportunidad de observar los inicios del movimiento independentista. Entró por el puerto de La Guaira y subió a Caracas. Luego visitó La Victoria, Valencia y Puerto Cabello y retornó a Caracas.

De Los Altos, llamados así simplemente o también de Caracas y ahora mirandinos, y sus piedemontes dejó la silueta de varias pulperías. La narración de su salida de Caracas es elocuente. “bajamos las pequeñas colinas y llegamos al [río] Guaire, al cual tuvimos que vadear varias veces hasta que después de pasar un pequeño arroyo que afluye a él, llegamos a Las Adjuntas, pequeño grupo de casas al pie de la montaña que ahora debemos subir” (p. 62). Se refiere a las cuestas que llevan del Valle de Caracas a Los Teques, por donde hoy transita la llamada Carretera Vieja y por donde también subió el ferrocarril a fines del siglo XIX y el metro a principios del siglo XXI.

Las Adjuntas, prosigue Semple, “queda a tres o cuatro leguas de Caracas, posee una buena pulpería y proporciona al viajero los medios de descansar y refrescarse. “Pulpería” es el nombre dado en este país a los establecimientos que son, al mismo tiempo, tienda, posada y cortijo, en el grado en que pueden serlo según el estado social de la provincia. Por lo regular sus dueños son vizcaínos o catalanes, que inician su carrera en este país vendiendo vituallas, licores, vestidos y peltre y todo lo que puedan recolectar, simultáneamente” (p.62). Semple hace un retrato de las pulperías, tal como las hemos descrito: las mercancías abarrotadas en un sitio que transmite más bien sentimientos de sosiego y tranquilidad.

Cerca de Los Teques, “habiendo andado siete leguas en nuestro viaje, nos detuvimos en una pulpería para que las bestias descansaran y nosotros reponernos. Aquí obtuvimos carne cocida, arepas de maíz y huevos, y por bebida nos dieron algo llamado “guarapo” que consiste en una mezcla de azúcar ordinaria -llamada papelón- con agua. A las veinticuatro horas de hecha esta mezcla empieza a fermentar y se convierte en una bebida muy aceptable si se toma fresca, pero se hace muy fuerte mientras más se conserva, en cuyo caso adquiere un sabor agrio, desagradable para el extranjero, pero muy del agrado de los indios y mulatos, debido a su mayor fuerza alcohólica” (p. 64).

Más adelante, en el sitio de Las Cocuizas, al otro lado de la montaña, ya en los llamados Valles de Aragua, encuentra otra pulpería. Señala que “al amanecer llegamos a Las Cocuizas, lugar formado por un grupo de casas al pie del Cerro. La principal de ésta era una pulpería en cuya puerta estaban reunidos varios indios y viajeros que iban para Caracas, esperando que la abrieran para prepararse a emprender la subida que nosotros acabábamos de descender. Entre los indígenas había muchas mujeres jóvenes de aspecto agradable que iban, en grupo, en busca de trabajo a las haciendas de café, donde sirven como desgranadoras” (pp. 69-70). Probablemente refería como indios a poblaciones descendientes de indígenas, con evidentes rasgos fenotípicos indígenas.

Las pulperías eran, pues, importantes establecimientos y posadas, centros de reunión, y lugares no solo de actividades comerciales sino de intercambio de información.

Semple, Robert. 1964 [1812]. Bosquejo del estado actual de Caracas; incluyendo un viaje por La Victoria y Valencia hasta Puerto Cabello 1810-1811. Caracas: Grupo Montana (traducción de José Nucete Sardi).

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Horacio Biord