BREVE PANORAMA HISTÓRICO
Pbro. Luis Manuel Díaz
Vicerrector Académico del Seminario de Valencia
INTRODUCCIÓN
La presencia de la Iglesia Católica en Carabobo ha significado el inicio de la evangelización de los pueblos. “La Evangelización es la misión propia de la Iglesia. La historia de la Iglesia es, fundamentalmente, la historia de la Evangelización de un pueblo que vive en constante gestación, nace y se inserta en la existencia secular de las naciones. La Iglesia, al encarnarse, contribuye vitalmente al nacimiento de las nacionalidades y les imprime profundamente un carácter particular” (PUEBLA, Conclusiones).
En la medida que se va extendiendo e insertando esta Iglesia en la creación de nuevas iglesias parroquiales, los pueblos va adquiriendo su propia fisonomía, particularidad e idiosincrasia. Los adelantos y progresos de la fábrica de un templo parroquial serán el reflejo del empuje y desarrollo económico de un pueblo. Pero sobre todo, es la manifestación viva del interés y anhelo de los fieles cristianos por un lugar sagrado y digno para el culto a Dios. Este empeño por un sitio privilegiado para Dios, tiene su origen en la fe en Jesucristo, el único Salvador del mundo, que por medio del Espíritu Santo nos lleva al Padre. Y dentro de este culto sagrado, se inserta una devoción especialísima a la Santísima Virgen María, la Madre Jesús. Esta presencia de la Madre de Dios en la fe de un cristiano, no está reñida a la verdad cristiana, en cuanto que el culto tiene como objeto exclusivo al Dios, Uno y Trino. La devoción a la Madre de Dios es una actitud de confianza incondicional por aquella que es la primera discípula del Señor, modelo y testimonio, que invita no sólo a una admiración por su vida ejemplar, sino a una imitación de su entrega y forma de obrar ante Dios.
De ahí, que, en el desarrollo histórico de algunos pueblos carabobeños, está estrechamente ligada la devoción a la Santísima Madre de Dios con la creación de las primeras comunidades cristianas. Son las primeras parroquias que invocan con los títulos marianos la presencia de María, la Madre de Jesús. Conocer estas advocaciones marianas, en ese proceso histórico, es el objetivo de este trabajo histórico, el cual tiene como límite la jurisdicción que comprende hoy la Arquidiócesis de Valencia. Desde los comienzos de la Iglesia primitiva, la presencia de María permanece íntimamente unida a los discípulos de Jesús. El testimonio histórico de los Hechos de los Apóstoles (Cf. 1,14), es una referencia explícita de la presencia de la Madre de Dios en el nacimiento de la Iglesia de Cristo. De ahí la frase lapidaria de San Cromacio de Aquileya (345-407): “No se puede hablar de iglesia si no está presente María, la Madre del Señor, con sus hermanos”.
EN LOS ALBORES DE LA IGLESIA NACIENTE
El Papa Pablo VI llegó a escribir, que “todos los períodos de la historia de la Iglesia se han beneficiado y se beneficiarán de la materna presencia de la Madre de Dios, porque ella permanecerá siempre indisolublemente unida al misterio del cuerpo místico, de cuya cabeza se ha escrito: Jesucristo, ayer y hoy, el mismo por los siglos” (Citado por PIZZARELLI, 1998: 1643-1644)). La Iglesia misionera que llega a estas tierras carabobeñas viene con una larga experiencia de cultura y humanidad. Han pasado siglos en el aprendizaje evangélico, entre luces y sombras, pero con un solo fin: llevar la Buena Nueva a todos los pueblos del mundo.
Los primeros evangelizadores del siglo XVI, que llegaron a esta tierra carabobeña, venían con una mentalidad de una “Iglesia combatiente” ante la reforma luterana. Según el dominico Philipon (1967), “la Iglesia del concilio Trento era una Iglesia de combate; había alzado en torno a sus dogmas una muralla inexpugnable, inmutable como la misma verdad” (32-33). Esta imagen de una Iglesia de combate es la que llegó en los inicios de la Iglesia en Carabobo.
Estos primeros misioneros tenían como primera herramienta de combate el estandarte de la Virgen María, la Madre de Dios, como primer signo e identidad del catolicismo. La reforma protestante representó en gran medida una reacción en contra a la tergiversación de la auténtica fe en Dios y en la distorsión de una verdadera devoción mariana. Existía un gran riego en los creyentes en caer en la superstición de la fe, o fijar la devoción en apariciones, milagros, imágenes y lagrimaciones. Ante esta realidad, la reforma tridentina busca mejorar la formación cristiana en los creyentes, en la predicación y en la catequesis.
Con una nueva estrategia, la Iglesia tridentina va adoctrinar a los pueblos a través de la disciplina canónica y sacramental. Mientras tanto, la gente sencilla va desarrollando una devoción popular a la Madre de Dios. En esta época se había aprobado definitivamente la plegaria más universal y conocida el Avemaría, iniciada en la liturgia oriental hacia el siglo V. También la Salve, que proviene del siglo XI, y el Ángelus, que surge hacia el siglo XIII, son aprobados en el siglo XVI. De ahí que nuestros primeros cristianos venían cargados de una espiritualidad mariana, que se trasmitían en la catequesis de niños o adultos, o en la creación de nuevas comunidades o iglesias parroquiales. Los primeros pioneros de esta Iglesia carabobeña fueron los del clero secular, y no del clero religioso (Franciscanos, Dominicos, o Capuchinos). Eran sacerdotes diocesanos con una sólida formación proveniente de los seminarios tridentinos.
La primera Iglesia parroquial creada en el estado Carabobo se creó en la población de Borburata bajo la advocación de Nuestra Señora de Concepción, en el período del segundo Obispo de Venezuela, Miguel Jerónimo de Ballesteros (1543-1556). Este Obispo hace referencia que Borburata era el tercer pueblo de su diócesis (los otros son Coro y Maracaibo, y posteriormente, Tocuyo y Barquisimeto, y Valencia). Aunque esta Iglesia no pertenece a la Arquidiócesis de Valencia, desde 1994, ella representa los inicios de la Iglesia carabobeña.
Ya en el siglo XIV existía en España referencias de cofradías creadas en honor a la Inmaculada
Concepción. La más antigua, en Gerona, data de 1330. En el siglo XVI crecerá el número de cofradías constituidas bajo la advocación de la Pura y Limpia Concepción de María. Estas hermandades estaban consagradas a las labores caritativas y la asistencia social. En la Iglesia parroquial de la Nueva Valencia Rey ya existía dicha cofradía a principio del siglo XVII. 3
La fiesta de la Inmaculada era fiesta de guardar en todos los reinos de los Reyes Católicos, es decir, en todo el Imperio español, desde 1644; se declaró fiesta de guardar en toda la Iglesia desde 1708 por orden del Papa Clemente XI. España celebraba la fiesta de la Inmaculada Concepción como patrona y protectora desde 1644, siendo el 8 de diciembre fiesta de carácter nacional, antes de ser proclamada oficialmente por la Iglesia universal en 1854. También en el pontificado del segundo Obispo de Venezuela, se crea la Iglesia parroquial de la Nueva Valencia del Rey bajo la advocación de Nuestra Señora de la Anunciación. La famosa escena de la aparición del Arcángel San Gabriel a Nuestra Señora constituyó para la Iglesia universal una hora de gracia. Es el inicio de la historia sagrada del Verbo Encarnado que viene a traer la salvación de la humanidad. La primera fiesta litúrgica se remonta en X Concilio de Toledo (año 656). No tenemos información sobre la creación de una cofradía con este título, sin embargo debió existir devoción en su festividad litúrgica. No hay duda que el primer patronazgo de la Iglesia parroquial y de la misma ciudad de Valencia era “Nuestra Señora de la Anunciación”, que posteriormente, a mitad del siglo XVII, es desplazada en el sentir popular por la avasallante devoción que se venía despertando en la advocación de Nuestra Señora del Socorro. Esta devoción provenía de la Cofradía del Espíritu Santo (1616). Sus fundadores “negros, pardos, mulatos e indios ladinos esclavos y libres” eran grandes devotos a la Virgen del Socorro, y para darle “culto a la imagen de Ntra. Sra. del Socorro, que muchos años después vino a su poder, y como propia habían colocado en la misma [Iglesia] parroquial”.
Ya hemos dicho, en otros estudios sobre el origen de dicha devoción (Cf. Díaz: 2010), que la presencia de la sagrada imagen data a finales del siglo XVII. Otra prueba documental, además del inventario de 1694 que reposa en nuestro Archivo Histórico “Mons. Gregorio Adam”, es el testamento de Antonio Pérez de Saavedra, en 1690. Ya a finales del siglo XVIII, en la visita Pastoral del Obispo Mariano Martí, en 1782, comentaba en su Libro Personal, que “en esta ciudad hay mucha devoción a Nuestra Señora del Socorro…” (1998: 425).
Al principio del siglo XIX, la veneración a la Virgen del Socorro alcanzará un repunte en la ciudad de Valencia y en los demás pueblos carabobeños. Ya 1888, los vecinos de Valencia solicitaban al señor Arzobispo de Caracas, Críspulo Uzcátegui (1884-1904), que se sirviera a sancionar que la Virgen del Socorro sea la patrona de la Iglesia Matriz y de la ciudad. Llama la atención la existencia de un pequeño cuadro de la Virgen del Socorro que posee Mons. Máximo Rodríguez, Párroco de la parroquia San José de Valencia, que le fue obsequiado por una familia de Puerto Cabello. La imagen tiene todas las propiedades de la advocación de Nuestra Señora del Socorro. Aunque tiene una leyenda muy extraña con el nombre “Nuestra Señora de la Caridad”. Pero lo más interesante de este cuadro es la fecha de inscripción: 1559. Esto supone un estudio serio a través de los expertos en pintura para verificar su autenticidad y originalidad. Esperamos eso en un futuro.
El estudio histórico presentado por el tercer Obispo de Valencia, Excmo. Mons. Gregorio Adam (1937-1961), la preciosa imagen de la Virgen del Socorro se remonta hacia los años de la fundación de Valencia: “un legajo de 1592 y un Pasaje del Libro de Inventario, hablan claro de unas insignias puestas a remate, declarando el mayordomo que fueron adquiridas únicamente unas andas de la Virgen del Socorro”. Y confirma que “la imagen del Socorro, viene de lo más selecto en piedad de los fundadores de la Ciudad de la Inmaculada Concepción de Borburata”. De ahí que “el esforzado explorador don Vicente Díaz, quiso que su cuerpo fuera enterrado en la Iglesia de Borburata de la que posiblemente partió hacia el valle de Nueva Valencia, la escultura portentosa para la fe y piedad de los vecinos de la urbe de 1555”. (ADAM: 1949, 29-30).
ADVOCACIONES MARIANAS EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII
A través de un estudio histórico de algunos testamentos de finales del siglo XVII y XVIII, hemos conocido que una de las devociones más extendida entre los fieles valencianos y carabobeños era Nuestra Señora del Rosario. (También se invocaba a Nuestra Señora de Limpia Concepción, Nuestra Señora del Carmen, Nuestra Señora de Las Angustias, Nuestra Señora de Coromoto). Su mención en los cuadros de imágenes que poseía el testador o testadora, representaba el auge que se venía dando con el rezo del santo Rosario desde el siglo XV, con el beato dominico Alano de la Roche. Esta piedad venía de la Cofradía con el mismo nombre, que ejercía un empuje pastoral en la Iglesia parroquial de Valencia a mitad del siglo XVII. De este siglo, data la creación de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Güigüe.
En el occidente de Carabobo, se creaba la parroquia de Nuestra Señora la Inmaculada Concepción de Montalbán. La Iglesia tardó 4 años en edificarse entre los años 1732 y 1736, y fue bendecida antes de ser terminada su construcción. La autoridad eclesiástica autorizó su bendición antes que finalizara su construcción y en el mismo sitio de la fábrica bajo enramada previamente adornada tuvo lugar la celebración de una misa; y finalmente, el 23 de junio de 1733 fue elevada a parroquia eclesiástica, donde se realizaron bautizos.
Con la Visita Pastoral del Obispo Mariano Martí (1770-1792), en 1782, se crea en la Sabana llamada Bucare perteneciente a la Iglesia Parroquial de Valencia, una nueva parroquia bajo el título de Nuestra Señora de Begoña de Naguanagua, en auto del 1 de Agosto de 1783. Era patrona de Bilbao y Vizcaya, España, a partir de 1738, y confirmada canónicamente por el Papa Pío X, en 1903. La figura de Nuestra Señora de Begoña es antiquísima y se remonta a los primeros siglos del cristianismo. La primera representación de María la encontramos en la catacumba de Priscila en Roma, a mistad del siglo II, y es una imagen gráfica de una madre con un niño acostado a sus pechos. Los primeros cristianos siempre han tenido en su memoria ese momento cuando Cristo crucificado en El Calvario entrega a su Santa Madre como Madre Nuestra. El texto Joanico hace eco de la fe de la primera comunidad cristiana: “Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo amado, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 26-27).
Este cuadro evangélico de María a los pies de la cruz coincide algo con la leyenda de la aparición de nuestra excelsa patrona, cuando se hace llamar “Begoña que, en lengua Vascongada, quiere decir estese el pie” (MAÑARICUA, 1950:20-21). Al principio indicaba el sitio para la construcción del templo; pero, sobre todo, anunciaba que ella era la Madre de Dios y Madre Nuestra. Aunque no sabemos con precisión la tradición y la leyenda que rodea esta aparición de Begoña, estamos seguros que sigue la misma tradición cristiana del texto de San Juan.
En el auto mencionado arriba, también se creaba en la Sabana de San Pablo la parroquia de Nuestra Señora de Los Dolores, hoy Tocuyito. Pero, por desacuerdo de los sacerdotes de Valencia con los feligreses, esta Iglesia parroquial comienza a funcionar en 1790. Esta advocación representaba el misterio de la participación de la Virgen María, la Madre Dolorosa, en la pasión y muerte de su Hijo. Esta piedad cristiana es la que hecho más eco en la religiosidad popular. A lo largo del siglo XIII se desarrolla en la liturgia la devoción a la Dolorosa, y en el comienzo del siglo XIV se representa la devoción a los Siete dolores. En 1482, el Papa Sixto IV compuso e hizo insertar en el Misal romano, con el título de Nuestra Señora de la Piedad, una misa centrada en el acontecimiento salvífico de María al pie de la cruz. Esta devoción se difundió con diversas denominaciones, como hemos visto con la Virgen del Socorro.
En la mencionada visita del Obispo Martí, se manda a construir en Pueblo Nuevo, barrio perteneciente a la Iglesia parroquial de Valencia, el tempo de Nuestra Señora de Candelaria, en 1782, y creada posteriormente como parroquia en 1847. Esta devoción de la Virgen de Candelaria tiene su origen en la parroquia de San Diego, creada en 1795, pues el templo fue construido bajo aquella advocación, en 1755. De ahí, que en el 2002, se le llama Parroquia de San Diego de Alcalá y de La Candelaria. Según el cronista dominico Fray Alonso de Espinosa, autor del libro “Del origen y milagros de la santa Imagen de Nuestra Señora de Candelaria”, publicado en la ciudad de Sevilla en 1594, la imagen de Candelaria apareció en el año 1400 a dos pastores de la isla de Tenerife, de la tribu los Guanches. Mientras iban llevando el ganado por la orilla del mar, se espantaron al ver una imagen estática sobre un sitio rocoso, y venciendo el miedo que les invadía, se acercaron y vieron que era una mujer vestida con un extraño traje y color, y con un niño desnudo en brazos. Había la costumbre entre los guanches que si un hombre encontraba a una mujer a sola en un lugar solitario, no podía tratarla ni dirigirle la palabra, de lo contrario recurría a la pena de muerte.
Por eso, los naturales al ver la imagen de María hacían señas y gritaban para que se apartara de su camino. Y uno de ellos, tomando una piedra para lanzarla y al levantar el brazo se le quedó paralizado. El otro compañero, al ver que la imagen no se movía y venciendo el miedo, se acercó y encontró que la imagen estaba viva, y tomando una piedra con filo de navaja comenzó a córtale un dedo de la mano para asegurarse de lo que veía, y mientras pasaba el filo de la piedra en el dedo de la imagen, comenzó a notar que se hacía daño en sus dedos de la mano.
Estos pastores eran vasallos del rey de Güimar, y cuando contaron lo sucedido al rey, éste se llenó de espanto por la visión milagrosa y por el estado físico que se encontraban; e inmediatamente junto con su pueblo fueron al lugar de los hechos, y encontraron la imagen, tal como lo habían dicho los pastores. El rey les pidió a los mismos pastores levantar la imagen para llevársela, y ambos al tocar la imagen quedaron sanos de las lesiones sufridas de la primera experiencia. Ante este acontecimiento, el pueblo junto con su rey aplaudían y gritaban agradecidos, y se llevaron la imagen para honrarla como el mejor huésped del lugar. Este es el relato del origen milagroso de la imagen de Candelaria. Que sea histórico o no, no lo sabemos, sólo nos queda la enseñanza que estos pastores, hombres sencillos y pobres, ignoraban la presencia sobrenatural de aquella mujer vestida de esplendor y en brazos un niño que brillaba como una gran luz.
En 1787, un grupo de devotos de la parroquia de Valencia manifestaban su iniciativa de crear la Cofradía Nuestra Señora de Aránzazu. Asimismo mandaron a construir una imagen de dicha advocación a similitud de la aparecida en el Monte y laderas de Alona, jurisdicción de la Villa de Oñate, España, la cual colocaron dicha imagen provisionalmente en el Convento de San Francisco, con el fin de construir una capilla u oratoria “en la parte del poniente, inmediato al lugar que llaman Los Corrales, a la salida del Camino Real para la tierra adentro, en cuyas inmediaciones habitan algunos vecinos” (AHAC, carpeta cofradías) En la primera mitad del siglo XV se estaban produciendo en los diferentes territorios del País Vasco las guerras de bandos que enfrentaban a los oñacinos y a los gamboínos, que arrastraron al país a la ruina. Sobre esas mismas fechas se produjo una gran sequía, que algunos achacaron a un castigo divino por las atrocidades de la guerra. Fue por entonces cuando apareció la imagen de la Virgen en el monte Aloña. Según cuenta la leyenda, fijada en torno a 1468, el pastor Rodrigo de Baltztegi encontró la imagen de la Virgen. Éste bajó al pueblo, que estaba realizando rogativas para que terminara la sequía, y les contó el hallazgo, indicándoles que debían ir en procesión hasta el lugar donde estaba la Virgen para que comenzara a llover; cosa que sucedió cuando bajaron la imagen hasta la villa.
En 1788 hubo un intento fallido de crear la Parroquia Eclesiástica Nuestra Señora del Carmen, en el sitio de Las Manzanas, territorio asignado a la Parroquia Eclesiástica de Tocuyito. Los feligreses Blas de Lamas, Comisario; Bartolomé Cazorla, el Capitán Carlos Monagas y Windevoxhel, “vecinos del otro lado del río Pao”, fueron lo que impulsaron esta creación, cuyo territorio pertenecía a la Parroquia de Tocuyito (AHAC, carpeta parroquias) Esta advocación tiene una larga data en la historia eclesiástica, ya en la mitad del siglo XII, con la fundación de la una orden religiosa, -hermanos consagrados a la Virgen María-, en el Monte Carmelo, evocan el título Santa María del Monte Carmelo. En documento pontificio del Papa Inocencio IV (13 de enero de 1252) contiene dicho título mariano. De ahí que el origen de esta devoción es simplemente geográfico-histórico, y no se refiere a una imagen especial o a un aspecto nuevo del culto. Es más conocida y difundida como Nuestra Señora del Carmen, y así como el escapulario, signo de devoción de la Virgen y al mismo tiempo de su protección en la hora de la muerte. Su fiesta se extiende por toda España, el 16 de julio, a partir de 1606, como fiesta de las cofradías, y luego en 1726 con el Papa Benedicto XIII se extiende por toda la Iglesia Universal.
ADVOCACIONES MARIANAS EN EL SIGLO XIX
En los inicios del siglo XIX, en 1805, los Pbros. Juan Josef Rodríguez y Carlos Hernández Monagas solicitaron al ayuntamiento de la ciudad de la Nueva Valencia del Rey la aprobación de un colegio de educación de Niñas, y al obtenerla, presentaron el proyecto a los Curas Párrocos de la Iglesia Parroquial de Valencia, y finalmente obtuvieron la licencia del obispado el 20 de agosto 1806. Este colegio tiene su origen en el pontificado de Mons. Diego Antonio Madroñero (1756-1769), quien tenía como proyecto establecer en la ciudad de Valencia una casa destinada al recogimiento de mujeres “viciosas y desamparadas”. Pero por su repentina muerte no se llevó a cabo. Se inicia el colegio con ocho alumnas, cinco maestras, una portera y cinco sirvientas. En Visita Pastoral de Arzobispo Narciso Coll y Prat (1807-1823), el 26 de enero de 1807, había aumentado la matricula a diez. En dicha casa se edificó una Capilla pública, y el 12 de septiembre de 1810, tiene facultad para celebrar los oficios religiosos, a instancia del Pbro. Dr. Juan Hernández Monagas, sucesor de su hermano sacerdote Carlos Monagas en la fundación. Resulta que estas alumnas, un número de once, piden por escrito para profesar la vida religiosa, vistiendo el hábito Carmelita. Es la primera vez que nace una comunidad de religiosas nativas de esta ciudad. Así la devoción a la Virgen del Carmen va tener un gran auge en toda la ciudad.
En 1814, el mencionado Arzobispo autoriza las “Constituciones del Beaterio de Carmelitas Descalzas y del Colegio de Niñas educandas de la Ciudad de la Nueva Valencia del Rey”, y son aprobadas por Fernando VII, en la Real Cédula con fecha 18 de enero de 1817. En la parroquia San Joaquín de Mariara, creada el 18 de noviembre de 1782, el segundo párroco, fundador de dicho pueblo, el Pbro. José Damián Saubens, dirigía al Arzobispo Coll y Prat, la solicitud de creación de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, el 2 de junio de 1811. El decreto de erección de la cofradía tiene como fecha el 26 de junio del mismo año. Sus constituciones fueron aprobadas el 5 de diciembre de 1811. Actualmente la parroquia tiene como patronazgo a la Virgen Carmen, desplazando así el título de su fundación. La imponente imagen de la Virgen del Carmen ya existía desde la fundación de la comunidad parroquial.
En 1865, se crea la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, en Miranda. Según el historiador carabobeño, Torcuato Manzo Núñez, la Capilla de Cisneros fue autorizada en 1855 y cuatro años después surgió la Parroquia Civil. La Eclesiástica la erigió el Arzobispo Guevara y Lira en 1865 (Cf. 1981:189). Se tiene noticia que 9 de septiembre de 1909 es creada canónicamente la cofradía de la Virgen del Carmen, en el pontificado del Arzobispo Juan Bautista Castro (1904-1915). Como un dato curioso, en ese año el Cura párroco y los feligreses suplicaban al Arzobispo la traslación, inperpetum, de las fiestas patronales en honor a la Virgen del Carmen para el día 11 de febrero, y el día de su fiesta, el 16 de julio, sólo se celebraba la misa festiva en su honor. En 1873, se creaba la Parroquia Nuestra Señora de Belén. Su fundador, el Pbro. Pedro Pablo Hernández, dejó asentado en 1879, lo siguiente: “El día veinticuatro de Setiembre de mil ochocientos setenta y nueve entré á servir este nuevo Curato… siendo yo el fundador y que cuando levanté esta Yglesia en este campo razo no había ni una pequeña casa en sus alrededores, el día 5 de Agosto de 1873 y celebré la primera misa el día 10 del mismo mes, día del glorioso Diacono San Lorenzo y del mismo año…” (AHAV, Libro de Gobierno 1, folio 2 vto.).
Esta iniciativa del Padre Hernández de levantar un templo con aquella advocación, viene dada por la fuerza que tenía la devoción a la Virgen de Belén en el pueblo de San Mateo (Estado Aragua), desde la manifestación del nativo Tomás José Purino y su esposa Inés Heredia, en 1709. Según el testimonio: “Estando el indio partiendo y cortando un palo en el patio de su casa, advirtió que se le estremecía o temblaba la tierra prosiguió su obra y también el movimiento proseguía hasta que observó que cerca del palo mismo se iba abriendo con especial impulso o movimiento una boca u hoyo por donde vio venir sobre la tierra y se le manifestó una pequeña imagen que reconociendo ser la Santísima Virgen, dispuso con fervorosa devoción el mencionado Tomás José…” (FERNÁNDEZ, 2009: 13). Tras la manifestación de la efigie surge la necesidad de colocarle un nombre, y por ser el día 27 de noviembre, en un lugar de España llamado Sarria, de la provincia de Lugo, celebraba la fiesta de la Virgen de Belén, y aunque la imagen no tiene ninguna similitud le dejaron con el título. De esta forma se extiende esta devoción más allá de las fronteras del pueblo de San Mateo. El Arzobispo de Caracas, Dr. Críspulo Uzcátegui (1884-1904), obtuvo de la Santa Sede en 1896 una Indulgencia Plenaria a perpetuidad a todos los fieles que visitasen la imagen de la Virgen de Belén durante el tiempo de sus fiestas anuales.
Otra devoción que se implantará en los corazones de los valencianos, a finales del siglo XIX, es a La Divina Pastora por el impulso dado por el Pbro. Dr. Hipólito Alexandre en la construcción de la Cabaña con el mismo titular, en 1875 (Cf. ALEXANDRE, 1887). El Arzobispo José Antonio Ponte (1876-1883), en su Visita Pastoral del día jueves 18 de enero de 1883, a la Iglesia Matriz de Valencia, dejó asentado: “la Capilla de la Divina Pastora, construida por el virtuoso sacerdote Dr. Hipólito Alexandre, de su propio peculio i a esfuerzos propios i de su familia” (AHAV, Libro de Gobierno N° 4 de la Iglesia Catedral, años 1826- 1890, folio 79).
Los orígenes de esta devoción son imprecisos hasta el siglo XVIII. Sin embargo, la labor de darla a conocer fue concebida en Sevilla en 1703 en la mente de un sacerdote capuchino de gran devoción mariana conocido como Fray Isidoro de Sevilla. Este capuchino le encargó un lienzo con tal representación al artista Alonso Miguel de Tovar de la Escuela pictórica sevillana y escribió La Pastora Coronada (Sevilla, 1705) en la que expuso su idea predicable de la Virgen en traje de pastora. El 5 de enero de 1893, se fundó un colegio de niñas y señoritas, que va tener gran repercusión en la sociedad valenciana, con el título Nuestra Señora de Lourdes, a cargo de las Hermanas de San José de Tarbes. Esta institución fue fundada por el apóstol seglar, Luis Febres Cordero (Cf. LECUNA, 1904). Falleció 1906 y según la historiadora Luisa Galíndez, “fue un acontecimiento muy triste para los valencianos porque era un alivio de los pobre. En 1887 a la muerte de su hermano [Pbro. Dr. José Gregorio Febres Cordero] funda el Asilo de Huérfano ‘San Vicente de Paúl’ y asume la dirección del orfelinato. Junto con su hermano establece el colegio de Nuestra Señora de Lourdes…” (1990:65). Esta devoción a la Virgen de Lourdes hace referencia a las dieciocho apariciones de la Virgen María que Bernadette Soubirous (1844-1879) afirmó haber presenciado en la gruta de Massabielle, a orillas del río Gave de Pau, en las afueras de la población de Lourdes, Francia, en las estribaciones de los Pirineos, en 1858. El Papa Pío IX autorizó al obispo local para que permitiera la veneración de la Virgen María en Lourdes en 1862, unos diecisiete años antes de la muerte de Benedetto. Fue proclamada santa por el Papa Pío XI, el 8 de diciembre de 1933.
ADVOCACIONES MARIANAS EN EL SIGLO XX
A principio del siglo XX, en 1902, según la investigación de Galíndez, se retomaba “el proyecto de continuar la fábrica que en Camoruco se levantaba en honor de la Santísima Virgen María Auxiliadora. Un grupo de numeroso de damas dirigió una representación al Reverendo Padre Don Rua -Superior de los Padres Salesianos- que recorría la América y era huésped de esta ciudad, exigiéndole que se comunicara con el padre Montanar para manifestarle que era la persona más a propósito para el remate de la anhelada obra, obra que fue terminada el año 1928 gracias a la señora Carolina Carreño de Godoy Fonseca. Hoy el templo es conocido como La Purísima” (1990: 27). El 7 de mayo de 1929, esta capilla fue inaugurada por el segundo Obispo de Valencia, Excmo. Mons. Salvador Montes de Oca (1927-1934), con el título “María Inmaculada”. Recientemente, en el pontificado del Excmo. Mons. Reinaldo Del Prette (2007), fue erigido como parroquia con el título “La Inmaculada”, el 1 de diciembre de 2011.
Según el decreto erección canónica la “Capilla sirvió de sede a distintas Congregaciones religiosas que llegaron a nuestra Arquidiócesis para fundar la mayoría de las parroquias del norte de la ciudad, comenzando por los Padres Claretianos, quienes posteriormente construyeron la sede actual de la Parroquia ‘Inmaculado Corazón de María’ en el Viñedo. En 1956, Su Excia. Mons. Gregorio Adam, III Obispo de Valencia, erige la Parroquia ´Purísima Concepción y Santo Niño de Praga’, encargando a los Padres Redentoristas de su pastoreo y estableciendo su sede en la Capilla La Inmaculada de Camoruco. Los Padres Redentoristas construyen años después la actual sede en la Avenida Andrés Eloy Blanco. Finalmente llegan a Valencia los Padres Scalabrinianos, a quienes Su Excia. Mons. Luis Eduardo Henríquez J., I Arzobispo de Valencia, les encomendó la misión para el cuidado pastoral de los italianos y portugueses inmigrantes, otorgándoles por sede la Capilla La Inmaculada de Camoruco”. Los Padres Salesianos llegaron a la ciudad de Valencia el 22 de noviembre de 1894, con el fin de educar a los niños y jóvenes carabobeños. Es el inicio de la promoción de la devoción a la “Virgen de Don Bosco”, María Auxiliadora. La Primera Piedra del Santuario con aquel título fue colocada el 24 de abril de 1900. Finalmente fue bendecida el 29 de enero de 1905 por Mons. Víctor Julio Arocha.
Tenía un estilo gótico. En la parte central existía un nicho donde se encontraba una imagen de María Auxiliadora, de dos metros de altura. Este acontecimiento lo narra la académica Galíndez: “La víspera había salido de la Iglesia Matriz una romería muy piadosa, portando antorchas, encabezada por el Prelado Arocha a quien se debió en gran parte la traída a Valencia de los reverendos padres salesianos. Llegada la peregrinación al Santuario se entonaron las vísperas, predicó el Señor Vicario y fue impartida a los fieles la bendición de María Auxiliadora. El mismo día 29 hubo misa y comunión general en la antigua Capilla del Colegio.
A las 9 y media de la mañana el muy Venerable señor Vicario con la delegación de su señoría Ilustrísima Monseñor Doctor Juan Bautista Castro, bendijo solemnemente el Santuario. Durante la misa predicó el Dignísimo señor Deán de la Iglesia Metropolitana, Presbítero Doctor Ricardo Arteaga. Por la tarde después de la procesión que recorrió varias cuadras vecinas, el Reverendo Presbítero Crispín Pérez hizo la conferencia de regla a los beneméritos cooperadores salesianos. En un tiempo récord de once meses se fabricó este templo por iniciativa del Presbítero Juan B. Voghers…” (1990: 57-58).
Este primer santuario fue demolido en 1965, por el R. P. Ricardo Alterio, quien soñaba con un templo moderno. La consagración del nuevo santuario se llevó a cabo el 12 de febrero de 1967, por el cuarto Obispo de Valencia, Excmo. Mons. José Alí Lebrún Moratinos (1962-1972). El 6 de enero de 1906, se inauguró con mucha solemnidad la capilla de Nuestra Señora de la Piedad, en el cerro de Guacamaya, cerca del Calvario. Dice la citada historiadora Galíndez: “La asistencia de fieles a este acto de fe cristiana fue numerosísima, los valencianos hicieron romerías hasta las faldas del cerro donde el bello Santuario se levanta como un testimonio irrecusable de lo que puede alcanzar la perseverancia y la buena voluntad de sacerdotes constantes y abnegados. Estuvo muy felicitado el Presbítero Luis Gonzaga Cortina promotor de la obra y demás sacerdotes que tomaron plausible empeño de lograr para el culto valenciano algo de tanta utilidad. Desde entonces poetas y pintores se han referido a ese remanso de paz y amor” (1990:62-63).
En los inicios de la futura Escuela Agronómica de Naguanagua, en la Redoma de Guataparo, el R. P. Francisco Loga celebró la primera misa en una capilla improvisada, el 22 de febrero de 1925. Así comenzaba la nueva obra salesiana, con el fin de atender a los jóvenes pobres, interesados en la formación agrícola. Posteriormente, se construyó la actual Iglesia moderna con el título “Nuestra Señora de los Dolores”.
A mitad del siglo XX, en 1940, se comienza a construir el templo de Nuestra Señora de Coromoto, creada como parroquia eclesiástica en 1949. Una distinguida señora de la populosa Parroquia de Candelaria, Nayibe R. de Sarquis, ofreció de su propio peculio la construcción de una capilla y escuela bajo aquella venerable advocación. Dicha dama valenciana, hizo la petición de edificación al Obispo Gregorio Adam; y el 29 de mayo de 1940, recibe la autorización. El templo se levantaría “en el sitio en que se cruzan las calles Escalona y Bermúdez Cousín”. En dicha autorización, el obispo advertía: “Cuídese, por si alguno prevalido de esta obra, osa engañar a los fieles colectando limosnas para costearla, pues, la piedad de la donante corre con todos los gastos de edificación administrados por ella misma, hasta dedicar al culto dicho santuario”. Ya a finales del siglo XVII, algunas familias valencianas y carabobeñas tenían devoción a la Virgen de Coromoto, y muy viva la hermosa tradición de su aparición: “Cierto día del año de 1651, el caique de los Cospes, en compañía de su mujer, se dirigía tranquilamente a una parte de la montaña, en donde tenía una tierra de labranza. Al llegar a una quebrada, una hermosísima Señora de belleza incomparable, que sostenía en sus brazos radiante y preciosísimo Niño, se presenta a los indios, caminando sobre las cristalinas aguas de la plácida corriente. Maravillados contemplan a la majestuosa Dama, que les sonríe amorosamente y dice al Cacique, en su idioma, que saliera a donde estaban los blancos, que le echasen agua sobre la cabeza para ir al cielo” (HNO. NESTARIO, 1924,35). En 1950, el Papa Pío XII la declaró Patrona de Venezuela, y en la venida del Papa Juan Pablo II a Venezuela, la coronó en su visita al Santuario mariano en Guanare.
En 1949, también Mons. Adam crea las parroquias “Nuestra Señora del Socorro de Valencia”, hoy La Divina Pastora, a partir de 1995; y la Inmaculada Corazón de María del Viñedo. Esta última advocación a la Madre de Dios fue promovida por San Juan Eudes; los Papas León XIII y Pío X dieron a este santo el nombre de padre, doctor y primer apóstol de esta devoción, en especial al culto litúrgico a los Sagrados Corazones de Jesús y María. La fiesta del Corazón de María se celebró de manera pública y por primera vez en la historia el 8 de febrero de 1648 en la catedral de la ciudad de Autun: la misa y los oficios fueron compuestos por este santo y aprobados por el obispo diocesano. El 31 de octubre de 1941, el Papa Pío XII en su radiomensaje en portugués consagraba el mundo al Corazón de María.
En 1952 se crea la Parroquia de “La Medalla Milagrosa y Santa Cruz de Chirgua”. La primera aparición de la Medalla Milagrosa tuvo lugar el domingo 18 de Julio 1830, en París, justo en la capilla de la casa central de las Hijas de la Caridad, a una religiosa llamada Catalina Laboure. En 1947, el Papa Pío XII la declaró santa. Según la aparición, alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o una aureola con estas palabras: “Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti”. Y una voz dijo a Catalina: “Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven, sentirán la protección de la Virgen”, y apareció una M, sobre la M una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María. Es lo que hoy está en la Medalla Milagrosa. En 1956, se funda la parroquia La Purísima Concepción y del Santo Niño de Praga. Ese mismo año, se crea la parroquia en Central Tacarigua, con el título Nuestra Señora del Carmen y San Luis. En 1957, se deprende de la Parroquia de San Joaquín de Mariara, la nueva parroquia Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresita Niño de Jesús, en Mariara. En 1964, se crea la parroquia La Asunción y Santa Rita, en El Trigal.
En el Boletín de la Diócesis de Valencia de 1958, se menciona como Cuasi Parroquia, la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Las Trincheras. Pero en 1946, se identificaba como Vice-Parroquia de “El Sagrado Corazón de Jesús”, así la llamaba el Obispo Lebrún, en 1964. El 13 de diciembre de 1914, se había bendecido una imagen de Nuestra Señora del Carmen, donada por la empresa Lotería de Beneficencia Pública del Distrito Federal. La primera piedra de construcción de esta capilla tiene como fecha el 4 de noviembre de 1888, por el Arzobispo Críspulo Uzcátegui. En la actualidad mantiene el título mariano.
En 1965, se erige la parroquia Nuestra Señora de Las Mercedes, en Pocaterra, Tocuyito. La historia de esta advocación se remonta el 10 de agosto de 1218, cuando Pedro Nolasco funda en Barcelona (España) una Orden religiosa de caballeros comerciantes dedicada a la redención de los cautivos. Durante algunos años la orden recibió diversos nombres: de Santa Eulalia, de la redención, de los 11 cautivos, entre otros. Poco después empezó a llamarse de la Merced y con ese nombre permanece hasta hoy. Esta espiritualidad de la Madre de Dios, como liberadora de los que están privados de libertad, es el motivo principal del título de esta comunidad parroquial, por su cercanía a la cárcel de Tocuyito.
En 1967, se crea la parroquia Nuestra Señora del Carmen de Valencia, hoy La Milagrosa; en 1970, María Madre de la Iglesia, en Ciudad Alianza. Esta advocación tiene su origen en la solemne proclamación Virgen María como «Madre de la Iglesia» en el Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964. En el texto de proclamación, el Papa Pablo VI escribía: «La reflexión sobre estas estrechas relaciones de María con la Iglesia, tan claramente establecidas por la actual Constitución Conciliar (Lumen Gentium), nos permite creer que es este el momento más solemne y más apropiado para dar satisfacción a un voto que han dado todos los padres conciliares, pidiendo insistentemente una declaración explícita durante este Concilio de la función maternal que la Virgen ejerce sobre el pueblo cristiano. Así pues, para Gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Proclamamos a María Santísima “Madre de la Iglesia”, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título. La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquel que, desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal, se constituyó en cabeza de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. María, pues, como Madre de Cristo, es también, Madre de la Iglesia».
En 1971, se funda la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en Bello Monte. Es bien conocida esta hermosa advocación mejicana muy extendida en la primera Diócesis de Venezuela (Hoy Arquidiócesis) de Coro. El Papa Pío X en 1910, la declaró “Celestial Patrona de América Latina”, y el Papa Pío XII la llamó en 1945, Emperatriz de las Américas. En 1975, se crea la parroquia Nuestra Señora de La Luz, hoy Santa Eduviges. La iconografía de la Virgen de la Luz tiene su origen en la ciudad de Palermo (Italia) sobre los años 1722, cuando una monja visionó una imagen de la Virgen María sosteniendo el alma de un hombre evitando que caiga en las fauces de un monstruo maligno.
La imagen de esta visión plasmada por un pintor sobre esas fechas de 1722, fue conservada en la ciudad de Palermo hasta 1732, cuando fue sorteada por el padre José Genovesi para el traslado a alguna fundación reciente de la Compañía de Jesús, especialmente en México. A partir de entonces, los jesuitas fueron quienes difundieron su culto por el continente americano. En 1980, se erige la Iglesia parroquial Nuestra Señora de La Medalla Milagrosa, en Yagua; en 1990, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, hoy La Ascensión del Señor, en Agua Blanca; en 1996, María, Madre del Redentor, en Las Palmitas. Este último título hace referencia a la hermosa encíclica Redemptoris Mater, del Papa Juan Pablo II, en 1987. Con estas palabras se inicia esta encíclica: “La Madre del Redentor tiene un lugar preciso en el plan de la salvación…” (1).
A MODO DE CONCLUSIÓN
Definitivamente, la Iglesia carabobeña es una Iglesia mariana, desde su origen hasta el presente. La presencia de María Santísima en la Iglesia garantiza la fe católica y su devoción inspira una espiritualidad auténtica en el seguimiento de su Hijo Jesucristo. Ella sigue siendo la verdadera discípula del Señor, modelo y testimonio para todos los cristianos. Las fiestas marianas de muchos pueblos carabobeños han alcanzado gran popularidad, y hasta han desplazado el patronazgo de algunas parroquias. Como la devoción a la Virgen del Socorro que se remota desde la fundación de la Iglesia parroquial de Valencia, y sustituye la advocación principal “Nuestra Señora La Anunciación”. El caso de la Parroquia de San Joaquín de Mariara (1782), que a partir de 1957 comienza a llamarse “Nuestra Señora del Carmen”. Así mismo, la Iglesia parroquial de Las Trincheras, aunque no se encuentra su acta de fundación, en los documentos oficiales la llamaron “El Sagrado Corazón de Jesús”, pero se impuso hasta el día de hoy el título mariano “Nuestra Señora del Carmen”. Otro caso, es lo sucedido en la comunidad parroquial de San Diego (1785), donde la devoción a la Virgen de Candelaria, que data desde la construcción del templo parroquial, tiene rasgo de fiestas patronales, y hasta que el Arzobispo Mons. Jorge Urosa Savino (1990-2005) en el 2002 designa el título de “Nuestra Señora de Candelaria” como copatrona de dicha parroquia. Los títulos marianos no agotan la grandeza de la Madre de Dios, como primera discípula de Jesucristo. Ella se impone como la mejor testigo fiel en medio de los discípulos de su Hijo. El pueblo creyente, la gente sencilla, vive esa presencia en las comunidades parroquiales. “Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continente testimonian la presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella. Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana”. (APARECIDA, 270). Y todo esto por la sencilla rezón: “Del Evangelio, emergen su figura de mujer libre y fuerte, conscientemente orientada al verdadero seguimiento de Cristo” (APARECIDA, 271).
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
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