Como toda ciudad portuaria, la nuestra sacará temprano provecho del telégrafo como novedosa forma de comunicación. Aunque a comienzos de 1851 los comerciantes norteamericanos Luis Baker y Salomón Humphrey se interesaron en conocer detalles del invento, trayendo un aparato con el cual hicieron una demostración pública al gobierno e inversionistas privados para instalar en el país un sistema de telegrafía eléctrica, reclamando derechos exclusivos por 10 años, la propuesta no tuvo acogida porque la legislación no facultaba al Ejecutivo para otorgar contratos exclusivos, algo que cambiaría años más tarde.

En 1855, el ingeniero español Manuel de Montúfar se presenta ante las autoridades gubernamentales, declarándose introductor del Telégrafo con los últimos procedimientos practicados en Estados Unidos, mostrando planos y descripción de las máquinas necesarias; prestado como fuera el juramento de ley por aquél, se accede a su solicitud de ponerlo en posesión del derecho exclusivo de ejercer en la república por el término de quince años, la empresa del Telégrafo Electromagnético. Montúfar firma ese mismo año el primer contrato para construir una línea telegráfica entre Caracas y La Guaira, la cual se inauguró el 29 de mayo de 1856, abriéndose en 1858 oficinas telegráficas en Valencia y Puerto Cabello.

La red telegráfica queda destruida como consecuencia de la Guerra Federal, lo que obligó a Montúfar a reclamar los daños y perjuicios sufridos. En 1863, desiste de sus reclamos mediante la firma de un nuevo contrato con el gobierno en el que renuncia a los privilegios que le fueran otorgados sobre la totalidad de la red telegráfica en el territorio nacional, reservándose solo la que existía entre La Guaira y Caracas, y la línea que partiendo de esta ciudad comunicara con las de La Victoria, Valencia, Puerto Cabello, San Felipe, Barquisimeto y un ramal que uniera a la Victoria con Villa de Cura, correspondiendo al gobierno suministrar el dinero necesario. La falta de fondos públicos, sin embargo, hizo imposible su ejecución por lo que el servicio telegráfico desmejoró grandemente, hasta su nacionalización en 1875 en tiempos del presidente Guzmán Blanco cuando la red se extiende al resto del territorio nacional conectando, incluso, con Colombia.

Un hecho poco conocido es que la porteña María G. Carbonell será la primera mujer en obtener su título de telegrafista en Venezuela, consiguiendo una posición oficial al lado del presidente Joaquín Crespo y echando por tierra los prejuicios que impedían a las jóvenes aspirar a oficios como ese.  Sus logros fueron resultado de duro esfuerzo, aprendió de su primer maestro don Jesús Gragirena, quien la hizo telegrafista en Puerto Cabello; adquirió la práctica como primera operaria en la oficina telegráfica de Macuto y, finalmente, solicitó el examen al ministro de Fomento, de quien dependía la cartera de Correos y Telégrafos. Por tratarse de un caso excepcional y único, la Junta Examinadora fue compuesta por el ministro de Instrucción Pública, el director y subdirector de la Escuela Politécnica, del Inspector de Telégrafos Nacionales y de los doctores Guánchez y Delgado Palacios. María hizo un lucido examen y obtenido su título fue admitida como telegrafista particular del general Joaquín Crespo.

Afirma Benito Fernández Machado, en su Historia del Telégrafo en Venezuela: «… A la bondad de este General debió la señorita Carbonell su viaje a Norte América, pues él quiso que perfeccionara sus estudios, que los ampliara estudiando electricidad general, y que su Gobierno lo pensionara en los Estados Unidos. Allí entró a estudiar inglés en la Academia de Señoritas de Mount St. Vicent, en el Hudson. Al año de sus estudios en aquel gran país, le llegaron rumores de que la pensión le sería suspendida, y esto la obligó a cambiar el curso y la dirección de sus estudios. Resuelta a abrirse paso mientras fue efectiva la realidad de aquellos rumores, se inscribió como cursante en el “Instituto del Colegio de Peckskill en el Estado de Nueva York. A poco se cumplió el vaticinio de la eliminación de su pensión y se encontró en aquel país extraño sin recursos, sin familia y lejos de la patria. Confesó su situación al Director del Instituto y éste la animó diciéndole que sus aptitudes le proporcionarían ocupación al terminar su curso, y que tendría la enseñanza, comida y casa, mientras fuere necesario. A los seis meses salió de allí con su título de estenógrafa en inglés y español y comenzó a trabajar…». También llevó la correspondencia mercantil de dos importantes casas de comercio en el norte, daba lecciones particulares, escribiendo además un manual titulado El Taquígrafo Moderno.

​Al referirse a esta singular mujer, Fernández Machado afirma que se convirtió en una “lección objetiva” para sus paisanas, al erguirse según las circunstancias, como una mujer de hogar y negocios.

@PepeSabatino

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