La fotografía, en términos técnicos, fue un oficio complejo en sus inicios. El simple “clic” de la cámara moderna estuvo entonces precedido de un complejo ritual que demandaba del fotógrafo lidiar con unos cuantos kilos de equipos y materiales, además de profundos conocimientos para tomar y plasmar la imagen en el soporte. El daguerrotipo, imagen fijada en una hoja de cobre que reacciona a sales de plata o vapores de mercurio, ideado Louis Daguerre (1839), con los importantes tempranos aportes (1826) de Joseph Nicéphore Niépce; el ferrotipo, hoja de hierro ennegresido con pintura o esmaltado e imagen fijada con colodión; el ambrotipo, imagen en una capa de colodión en soporte de vidrio; el calotipo, imagen sobre papel sensibilizada con nitrato de plata creado por William Fox Talbot y el cianotipo, imagen producida mediante impresión monocromática en un azul muy intenso, serán todas técnicas costosas y, por tanto, no siempre un arte al alcance de todos y con una demanda relativa, dificultada por pocos clientes, obligando al fotógrafo a moverse a otros lugares en búsqueda de trabajo.

El daguerrotipo llega a Venezuela de forma accidentada, pues en 1840 el francés Antonio Damirón intenta introducirlo en Caracas, pero el aparato se extravía en la aduana de La Guaira. En diciembre de ese mismo año, Francisco Goñiz llega a la capital con su daguerrotipo para una estancia de cuatro meses, captando las primeras imágenes de Caracas, siendo luego sus equipos adquiridos por José Salvá. Más tarde, en 1852, Basilio Constantin y Gabriel Aramburu ensayan  fotografías sobre papel. Interesante señalar que muchos fotógrafos fueron, igualmente, extraordinarios pintores, tales fueron los casos de Federico Lessmann (1826-1886), Martín Tovar y Tovar (1827-1902), Celestino (1820-1885) y Geronimo Martínez (1826-1898), Próspero Rey (1838-1904) y Henrique Avril (1870-1950). En otros casos, se establecieron importantes asociaciones artísticas entre éstos. Por ejemplo, Basilio Constantin y Gabriel J. Aramburu; José Antonio Salas y Gerónimo Martínez (Salas y Martínez); Pedro Ignacio Manrique (1863-1926) y Salvador Gil (Taller Salvador Gil y Manrique, más tarde Manrique y Gil).

Puerto Cabello conocerá la daguerrotipia tardíamente. Primeramente, de la mano de fotógrafos viajeros, luego de otros con residencia de corta estancia. Así, en 1844, la prensa informa de José María Flores –curioso personaje que alternaba su oficio con paseos en globo– que ofrece sus retratos al daguerrotipo al módico precio de 5 pesos con su caja, asegurando que la operación no pasaría de 5 minutos. En abril de 1849, el naturalista Carlos Ferdinand Appun, autor de la interesante obra En los Trópicos, le escribe al Barón de Humboldt informándole acerca del uso del daguerrotipo en San Esteban y manifestándole los múltiples problemas técnicos para retratar a la naturaleza, principalmente por la humedad y la necesidad de limpiar continuamente con algodón las placas, así como el mínimo movimiento de las ramas con la brisa, razón por la cual prefiere usar la plumilla para dibujar. En 1859, Mauricio Hofmann, de paso en la ciudad, ofrece sus servicios de “retratista al daguerrotipo”, mientras que a principios del año siguiente, Basilio Constantin llega al puerto por una breve temporada, ofreciendo al público en general sus retratos.

Los venezolanos comienzan a aprender el oficio, tal como sucede con Juan Antonio Michelena, padre de Arturo Michelena, quien en sus notas autobiográficas, afirma haber aprendido el oficio con José María Aurrecoechea quien le vende su máquina y enseres, adquiriendo también conocimientos de fotografía de Basilio Constantin, de quien sabemos visitaba con cierta frecuencia el puerto y Valencia, al menos desde el año 1858. El músico Baudilio Romagosa se identifica en los documentos públicos (1882) como fotógrafo de profesión y muchos hijos de europeos adquieren sus conocimientos en los viajes por el viejo continente, tal como sucedió con Federico Kempf. Pedro Coll Font, Gabriel R. Salom, M. A. Zumeta, L. Labaure, Félix Nino, T. H. Sequera, Carlos J. Rotundo, H. P. Kranwinkel, Jaime E. Henríquez, Rey, hijo, Floro Manco, Eugenio Schmidt, Henrique Avril y Santiago Gil García son algunos de los fotógrafos cuya presencia hemos registrado a partir de la segunda mitad del siglo XIX y hasta la mitad del siglo pasado, de quienes conservamos algunas piezas en nuestra colección.

Muchos fueron fotógrafos itinerantes y de paso, dedicados al retrato, pero otros artistas de trascendente estancia como sucedió con Eugenio Schmidt y su foto-estudio “Rembrandt” activo entre 1900 y 1920, la “Tipografía Artística y Foto Avril”, del barinés Henrique Avril que desarrolla su actividad entre 1904 y 1950, aunque su esposa María de Lourdes continúa con el negocio hasta mediados de los sesenta, y Santiago Gil García con presencia entre los años 1920 y 1930. De estos tres conservamos numerosos retratos, al igual que variados paisajes y vistas urbanas de gran valor estético y fundamentales para la investigación histórica, antropológica, las costumbres y la moda, entre otras áreas de interés.

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@PepeSabatino