El unicornio destaca en el bestiario fabuloso como uno de los animales más imaginados e idealizados. Aunque hay representaciones gráficas en antiguas civilizaciones, tanto en Grecia como en Roma se hicieron diversas referencias y debates sobre el unicornio. En la Edad Media, el tema tomará especial relevancia. Incluso hubo discusiones de carácter filológico y sobre su diferencia con el rinoceronte. En unicornio pasó a ser símbolo de la pureza, de la elevación, de los mejores y más hermosos sentimientos, de la limpieza espiritual y, por extensión, de Cristo.
Al respecto, en su Diccionario de símbolos, el célebre estudioso Juan-Eduardo Cirlot señala que el unicornio “Simboliza la castidad y aparece también como emblemático de la espada o la palabra de Dios. La tradición más común lo figura como caballo blanco con un solo cuerno que le brota de la frente, pero la esotérica le otorga cuerpo blanco, cabeza roja y ojos azules. Quiere la leyenda que sea infatigable ante los cazadores y que en cambio caiga rendido y aprisionado cuando una virgen se le aproxima”. En cuanto a su relación con la simbología crística, cita a Honorio de Autun, en su Speculum de Mysteriis Ecclesiae: «Unicornio es llamado el animal salvajísimo que tiene un solo cuerno. Para capturarlo, se expone en el campo una virgen y el animal se le aproxima; como llega a [/ 454] apiñarse en su regazo queda capturado. Por medio de este animal es representado Cristo y por medio de su único cuerno su fuerza insuperable. El que se posó sobre el seno de la virgen fue capturado por los cazadores; esto significa que Él fue encontrado en forma humana por quienes le aman» (pp. 453-454).
La búsqueda del unicornio constituyó en el imaginario medieval la procura de los más altos y nobles ideales. Si bien se han podido identificar especies con un solo cuerno tanto entre la mastofauna terrestre (el rinoceronte) como entre la ictiofauna (el narval), esas especies difieren de la forma como el imaginario popular, en especial el medieval, concibió o sigue concibiendo al unicornio. Se trataría de un pequeño equino afable, familiar y amable, generalmente de color blanco para reforzar con la pigmentación de su piel la idea de pureza, paz y elevación de miras.
Las llamadas “Crónicas de Indias”, un género literario que surgió con la llegada de los europeos a América y la subsecuente conquista de sus territorios, se caracterizan por la descripción muchas veces fantásticas de las tierras americanas, sus especies animales y vegetales y sus complejas realidades étnicas, socioculturales y lingüísticas. La sorpresa de los mundos americanos, que conviene referir en plural por su intrínseca diversidad, perdurará en la visión de muchos viajeros y exploradores más allá de los primeros siglos de la conquista, en especial del siglo XVI que se corresponde con la exploración inicial del continente americano. Una característica común a esos los textos autores es la presentación fabulosa de las realidades y la invención de América, como la llamó el historiador mexicano Edmundo O’Gorman.
En este orden de ideas, resulta curiosa la anotación de Robert Semple en el relato de su viaje por la provincia de Venezuela, entre 1810 y 1811: «me informaron personas dignas de crédito que en estos montes, además del venado hay una especie de unicornio. Algunos colonos me dijeron haber oído hablar de este animal en los bosques de San Pedro, pero en Caracas un respetable joven oriundo de España, me aseguró que una vez cazando en esta región, uno de sus compañeros mató a un animal que él mismo examinó cuidadosamente y que parecía más bien un macho cabrío grande que un venado, el cual tenía un solo cuerno en todo el medio de la cabeza” (p. 66). El hábitat del supuesto unicornio serían las montañas de San Pedro, en parte englobadas dentro del actual Parque Nacional Macarao. Tal vez estuviese por el sector hoy denominado La Culebra, zona que por sus bellezas y encantos escénicos es ruta de muchas actividades de senderismo.
Semple se muestra enfático sobre la existencia del unicornio al afirmar que “no podía rechazar esta versión, pues me fue repetida varias veces sin la menor apariencia de exageración ni idea de que fuera una cosa extraordinaria. Quizás dentro de pocos años habrá pruebas incuestionables de la existencia de este animal, que proporcionen fundamentos para admitir la veracidad de todo lo que se dice en relación con él” (pp. 66).
Tal vez se tratara de una especie de venado de cuernos pequeños, como el matacán (mazama sp.). Quizá fuera un verdadero unicornio que amaba las montañas y los bosques nublados, los amables valles de la Cordillera de la Costa, un animal que llenaba y aún llena de magia y misticismo los recodos y travesías de Los Altos. Mientras esperamos la confirmación de su existencia por un afortunado avistamiento, como Semple veamos con delectación el paisaje. “Al llegar a la cumbre de la serranía para pasar al otro lado, nos extasiamos en la contemplación de pintorescos panoramas y verdes y cultivados valles que distinguíamos en lontananza” (p. 67).
Semple, Robert. 1964 [1812]. Bosquejo del estado actual de Caracas; incluyendo un viaje por La Victoria y Valencia hasta Puerto Cabello 1810-1811. Caracas: Grupo Montana (traducción de José Nucete Sardi).
Horacio Biord