Después de largos años de permanencia en el gobierno (1870-1899), el Liberalismo Amarillo encuentra su final con la llegada de los andinos al poder. Cipriano Castro desde territorio colombiano, donde se encontraba exiliado, prepara su invasión al territorio nacional para tomar Capacho (Táchira), pueblo del cual era oriundo, posteriormente avanzar hacia Mérida y dirigirse al centro. Deja atrás a los ejércitos del gobierno con los que no combate prefiriendo avanzar, quizás debido al hecho de contar con un ejército mal armado y reducido, la fuerza revolucionaria alcanza Trujillo sin ser repelida por las fuerzas del gobierno y ya en Barquisimeto, el general Torres Aular le hace frente sin éxito; el 8 de septiembre de 1899 estaba en Nirgua, pocos días más tarde en Tocuyito, donde se produce el gran choque: las fuerzas del gobierno contaban 4.600 hombres armados con fusiles de repetición, ametralladoras y municiones ilimitadas, mientras que las revolucionarias, en cambio, eran de tan solo 2.000 hombres escasamente armados. Aún así el combate fue favorable a las últimas. Castro ocupa Valencia, cesan los combates y comienzan las negociaciones para decidir el destino de la república, produciéndose la huida del presidente Ignacio Andrade a las Antillas, la firma de un Tratado de Paz en Maracay y, finalmente, la entrada de Castro a Caracas. Triunfa la revolución pero sin tener el control absoluto del país, ya que el general Antonio Paredes, comandante en jefe del Castillo Libertador de Puerto Cabello, se rehúsa a reconocer su autoridad y al nuevo gobierno.
Paredes había nacido en Valencia el año 1869, descendía de una familia entre la que se contaban militares, conquistadores y próceres, lo que parece influir en su carácter recto y apegado al honor. Fue jefe del Castillo Libertador entre 1892-1893, en tiempos de Joaquín Crespo, pero desavenencias con el general José Félix Mora y el gobierno crespista lo obligan a exiliarse en Europa, viaja a Potsdam, Londres y París, en donde perfecciona sus estudios y atiende cursos en la Academia Militar de Saint-Cyr. Regresa al país, luego de una corta visita a Nueva York, y ofrece sus servicios al presidente Ignacio Andrade quien lo nombra comandante en jefe del Castillo Libertador. Una completa biografía del personaje, titulada Antonio Paredes un guerrero idealista, ha sido escrita por Gustavo Sosa Larrazábal (2015).
Ahora el general Paredes, encerrándose en Puerto Cabello, desafía la autoridad de Castro, obligando a este último a ordenar el sitio que inició formalmente a principios de noviembre de 1899, de hecho el 10 de noviembre las tropas leales a Castro, unos 2.500 hombres comandados por el general Ramón Guerra, llegaron a las afueras de la ciudad portuaria. Anticipándose a maniobras de sorpresa, Paredes había tomado precauciones para asegurar los puntos estratégicos, procediendo a abrir trincheras y establecer el cierre de calles, no sin surgir diferencias internas entre sus oficiales en cuando a cómo y dónde hacerlo. El general L. M. Andueza –en un folleto titulado el Heroísmo de Paredes, publicado el año 1900– criticaba duramente las decisiones tomadas por aquél en cuanto a la defensa empleada, alegando que no sólo desatendió sus recomendaciones sino que con sus decisiones convirtió un sitio memorable en combate vulgar. Justificando su plan, el general Andueza escribiría: «Mis reductos, á prueba de artillería, quedaron suplidos con trincheras de maderas sobre puestas, como las hacía el hombre salvage á principios del mundo para guardarse de las piedras con que lo atacaban los caníbales cazadores./ En vez de las posiciones altas aspilleradas, exhibiéronse andamios de tres pisos, muy aparentes para trabajar albañiles en los techos de casas, y magníficos para que los indefensos soldados se arrojáran al suelo de cabeza al romperse el fuego contra ellos./ Las impenetrables redes de alambre, hicieron puésto á las cercas de potrero…».
Algún intento hubo de negociar la rendición de Paredes y los suyos en un sórdido episodio que involucró una importante suma de dinero y un tal general Rafael Bolívar, que luego resultó ser un colombiano de nombre Benjamín Ruiz quien descubierto por Paredes es apresado, trayendo la negociación a su fin. Así, al amanecer del 11 de noviembre de 1899, comenzó el ataque. A las 3:00 am las fuerzas de Castro lanzaron un asalto terrestre contra las trincheras defendidas por los hombres de Paredes, mientras buques de guerra bombardearon la ciudad. Los defensores de Puerto Cabello, aunque inferiores en número, opusieron una tenaz resistencia. A las 7:00 am, una lluvia de granadas de mano obligó a retroceder de una de las barricadas a un grupo de soldados del nuevo gobierno. El combate continuó varias horas, pareciendo que los sitiadores estaban casi derrotados y en retirada. Sin embargo, la batalla daría un vuelco cuando las municiones de los sitiados comienzan a escasear de manera crítica al comienzo de la tarde. A las 4:00 pm, los defensores prácticamente agotaron sus cartuchos, dando el general Paredes la orden a sus hombres de evacuar las posiciones y dispersarse, mientras que él junto a unos 80 soldados que le quedaban se replegó al Castillo Libertador. El general Andueza en el folleto ya citado, sin embargo, ofrece otra versión de acuerdo con la cual las fuerzas sitiadas contaban con suficientes municiones, culpando a Paredes de dejar a sus hombres a su suerte, huyendo aquél al castillo.
Al día siguiente, la situación era desesperada para el general en rebeldía. No tenía pertrechos ni comida para la mermada tropa. El general Ramón Guerra le exige la rendición incondicional de la fortaleza, enviando al coronel Julio Sarría como emisario con un ultimátum, de acuerdo al cual si a las 9:00 am no ondeaba bandera blanca en lo alto del castillo, reiniciaron el ataque terrestre sin cuartel, pero Paredes rechaza cualquier rendición. Una segunda comisión negociadora, esta vez encabezada por respetados comerciantes de la plaza, lo visitan y conmina a un arreglo. Don Julio Stürup, gerente de la casa Boulton, dirige las negociaciones ofreciendo garantías de vida e integridad para Paredes, sus oficiales y civiles asociados, con la condición de que se entregaran. Se le permitiría al general permanecer bajo resguardo en la casa del propio Stürup u otro lugar seguro designado, hasta que se le facilitara salir al exilio, siempre que capitulara y entregara el Castillo Libertador sin más derramamiento de sangre, oferta a la que, finalmente, el general Antonio Paredes accede. El episodio fue reseñado a nivel internacional: The New York Times del 13 de noviembre de 1899, por ejemplo, lo titulaba «Fierce battle at Puerto Cabello», dando cuenta de 650 entre muertos y heridos; el Harper’s Weekly del 6 de enero de 1900, por su parte, lo tituló simplemente «Battle of Puerto Cabello».
Tan pronto Paredes entregó el castillo se terminó la diplomacia, el general Ramón Guerra se negó a ratificar las condiciones que él mismo había ofrecido horas antes, ordenando colocar una guardia militar en la residencia de Paredes para “protegerlo”, encarcelando a sus oficiales. El 13 de noviembre fue embarcado como prisionero rumbo a La Guaira y de allí enviado a Maracaibo, donde quedaría confinado en el Castillo de San Carlos hasta 1902, obteniendo su libertad tras una amnistía general decretada por el presidente Castro. Sale al exilio a Trinidad y vuelve a la lucha armada contra El Cabito en dos fracasados intentos, el primero en 1903 cuando se une a la Revolución Libertadora, y en 1907 cuando en febrero desembarca por Pedernales al frente de un pequeño grupo revolucionario; sin embargo, en esa oportunidad es capturado y ejecutado sumariamente y sin fórmula de juicio, supuestamente por órdenes de Castro.
Cualquiera sea la verdad de los hechos que desembocan en la entrega del Castillo Libertador, en lo que puede considerarse el último sitio que sufre Puerto Cabello en el decimonónico, la conducta de Paredes fue valiente y quedó revestida de un aura heroica en la historia venezolana, idea a la que contribuyeron sus propios escritos. En 1906, durante su exilio, había publicado el libro Cómo llegó Cipriano Castro al poder, suerte de memorias en las que describió en detalles la defensa que hizo del puerto como testigo presencial de los hechos.
@PepeSabatino
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