“Antonio Mosquera, residente de los valles de Aragua, juramento que hizo por Dios nuestro Señor con la señal de la Cruz, igual prometió decir la verdad..”
En las tierras del valle del pueblo de San Mateo en la Provincia de Venezuela, residían los esposos don Manuel de Silva y doña Francisca Thereza de Los Santos Morado, quienes poseían un fundo en propiedad donde se dedicaban a la agricultura y para mejorar esa actividad decidieron viajar a la ciudad de Santiago de León de Caracas a los fines de comprar una mula que necesitaban, pues sabían que allí, en los alrededores de la Plaza Mayor, había un comerciante que se dedicaba a ese tipo de negocio y acordaron adquirir una que según el documento era de color «castaño oscuro» y que también la mencionaban como que era «negra castaño».

Una vez adquirido el anhelado animal, se la llevaron a San Mateo donde comenzó a realizar las labores propias del campo en esa época y tiempo después don Manuel falleció y quedó doña Thereza al mando del fundo con sus hijos pequeños lo cual debió ser una labor bastante complicada y que para más complicación la famosa mula caraqueña desapareció de su propiedad e inmediatamente comenzó la búsqueda de la misma y gracias a sus investigaciones pudo determinar que la misma se encontraba en Cagua y que un señor de nombre Domingo Rodríguez Camejo la tenía en su propiedad y por ello doña Thereza lo denunció por robo ante las autoridades de la Corona española las cuales comenzaron las investigaciones.

Cuando citaron a Rodríguez Camejo para rendir declaración alegó que dicha mula la había comprado en Caracas por 45 pesos y que por lo tanto era suya, lo cual fue discutido por la viuda de Silva, que sostenía que ella decía la verdad y que para seña de la misma expresó que la mula tenía la marca de un herraje en “la pierna del lado de montar” refiriéndose a la pata trasera izquierda y que la mula antes de ser vendida en Caracas había sido propiedad de don Antonio Mosquera, quien vivía en La Victoria.

Interrogado el señor Mosquera se determinó que él le había comprado la dichosa mula a nada más y nada menos que el teniente general don Juan Vicente Bolívar y Martínez de Villegas, por lo que la marca de hierro que tenía el animal era de la familia Bolívar. Por tal razón, lo citaron para que declarase al respecto el 29 de septiembre de 1725, cuando expresó que dicha mula había sido de su propiedad y vendida al señor Mosquera, con lo cual quedaba demostrado que ciertamente la mula era propiedad de la familia (Silva de los Santos).
Concluida las investigaciones hechas por el teniente y corregidor de San Mateo, don Juan Manzaneda (quien despachaba en Turmero) la decisión fue la siguiente:
“En el dicho pueblo de Turmero, en dicho día tres de junio de mil setecientos y veinte y seis años, Yo dicho Teniente Corregidor haviendo visto estos autos, la información, donde ante mi por Francisca Thereza de Los Santos, y contestar en sus dichos testigos presentados justificando ser la mula de silla que se contiene legítimamente bienes suyos y de sus hijos menores, devo mandar y mando se le dé el depósito de dicha mula y se le entregue a la suso dicha para que use de ella libremente, como suya propia, otra otorgando costa de gasto en forma a favor de Domingo Rodríguez Camejo para que haga su diligencia y así se la haga saber este auto el cual por así lo proveí, mandé y firmé con el testigo mi acompañado.”
Certifico.
Juan Manzaneda.

Y así concluyó la batalla legal por la famosa mula que comenzó siendo propiedad de la familia Bolívar y que terminó en manos de doña Francisca, haciéndose justicia gracias a la marca de hierro de ganado de la familia Bolívar que no fue borrada por ninguno de los dueños que tuvo el solicitado animal en sus diferentes traspasos.

Carlos Cruz
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