El cinematógrafo llegó a Venezuela en 1896, apenas un año después de su invención. Luis Manuel Méndez, empresario zuliano, importó el Vitascopio de Edison y lo presentó en Maracaibo el 11 de julio de ese año, había comprado de la Vitascope Company los derechos cinematográficos exclusivos para Venezuela y Colombia, pagando por ello 750 dólares. Seis meses más tarde arribó al país un cinematógrafo Lumière y el 28 de enero de 1897 se proyectaron en el Teatro Baralt de Maracaibo, las dos primeras películas realizadas en Venezuela: Un célebre especialista sacando muelas y Muchachas bañándose en la laguna de Maracaibo, reconociéndose ese hecho como el inicio del cine venezolano. Poco después, los hermanos Lumière enviaron a su operador Gabriel Veyre a tierras venezolanas, desembarcando en La Guaira el 7 de julio de 1897 para recorrer diversas zonas del país y presentar su espectáculo.

Corresponderá al fotógrafo Manuel Trujillo Durán, también zuliano, vincularse al Vitascopio traído por Méndez, pues este último lo contrata como “proyeccionista” del aparato, y responsable de exhibirlo en Caracas y otras ciudades del centro, primera gira estudiada en detalle por el investigador Jaime Sandoval. La ruta seguida en la gira, que tiene lugar entre los meses de agosto y octubre de 1896, abarcó Caracas, La Guaira, Puerto Cabello, Valencia, Barquisimeto y Maracaibo. En enero del año siguiente, Trujillo Durán parte hacia los Andes con la idea de visitar tierras colombianas.

En aquel tiempo de novedades tecnológicas impulsadas por los inventos que reproducían el sonido y permitían el movimiento de las imágenes, Puerto Cabello recibe a sus primeros promotores itinerantes. Lamentablemente, no disponemos a la fecha de referencias concretas que permitan documentar los pasos de Trujillo Durán por el puerto en aquella gira pionera, pero resulta obvio que en su camino a Valencia mediaron al menos dos semanas (segunda quincena de septiembre), tiempo suficiente para organizar allí algunas funciones. Por fortuna, Jaime Sandoval a partir de la lectura de El Diario, da cuenta de cinco funciones del Vitascopio en el Teatro Municipal de Valencia, los días 3, 4, 5, 8 y 11 de octubre que gozaron de una gran aceptación del público: «Procedente de Puerto Cabello –señala la edición del 30 de septiembre de 1896– ha llegado a esta ciudad el Señor Manuel Trujillo, quien según nos ha manifestado, se propone exhibir en nuestro Teatro Municipal “El Vitascope”, último maravilloso invento de Edison…». La aceptación demostrada por el público animó al empresario a obsequiar una última función con rebaja de precios en las localidades que podían adquirirse en la Agencia Casanova, ofreciendo «exhibir cuadros nuevos y de gran mérito, en justa correspondencia a la buena acogida que le ha dispensado la sociedad valenciana». Entre las cintas que entonces se proyectaron estaban El baile de las palomitas y Sorpresa de unos jugadores por la policía.

Con el paso del tiempo la novedad del Vitascopio parece ya no entusiasmar al público, dando nacimiento a nuevas aventuras empresariales como la asociación del dramaturgo y hombre de teatro Carlos Ruiz Chapellín con el norteamericano W. O. Wolcopt, a mediados de 1897, para exhibir el Proyectascopio (Proyectoscope) en el Circo Metropolitano de Caracas. El nuevo negocio de Ruiz Chapellín y Compañía también encuentra demanda en el interior. El diario El Liberalismo, de Puerto Cabello, correspondiente al 28 de julio de 1899, señala: «Cinematógrafo.- Muy concurrido ha estado este espectáculo ofrecido en el Teatro Municipal. Y en verdad que merece ser favorecido con lo asistencia a él del público porteño, porque las vistas que exhibe son tan claras y de tanta novedad que el gusto más exigente ha de quedar satisfecho./ Allí se asiste a escenas reales y palpitantes, tales como la corrida de toros que es de un mérito admirable. Unido todo al insignificante precio de un bolívar por la entrada de patio, tiene el amigo Ruiz Chapellín asegurada una temporada beneficiosa para él y agradable y buena para el público./ Que dure muchos días son nuestros deseos./ –Y a propósito: sería bueno que la música nos obsequiara con piezas nuevas. En la variación está el gusto…».

Al despuntar el siglo XX, los porteños disfrutaban mucho más del cine que había hecho del Teatro Municipal su sala obligada de proyecciones, antes de que se construyeran los primeros locales dedicados al séptimo arte en la ciudad, como ocurría con el cine Salom. En la temporada de 1910, solo The Cuban Metropolitan Film’s Co. proyectó 17 películas; y en los años siguientes, otro importante número la empresa de Cine y Espectáculos Zimmermann y Cía. Igual sucedía con el Teatro Municipal de Valencia, en el que las películas eran proyectadas por la empresa del Cinematógrafo Baralt. Una nota aparecida en el Diario de Noticias, del 2 de octubre de 1908, informa sobre el estreno de la cinta El Restaurador y su digna esposa en Valencia, en la que una notable y numerosa concurrencia pudo observar el recibimiento en las Trincheras del General Castro y su esposa, sus paseos por la plaza Bolívar y por la avenida Camoruco, además de la gran «coleadera» de toros que se llevó a cabo allí.

Una película criolla, como tantas otras, hoy perdida y que antaño deleitó a los carabobeños en sus momentos de solaz.

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@PepeSabatino