La ciudad marinera verá crecer el proceso fabril a partir de la década de los setenta del siglo XIX. Entre los años 1877 y 1878, Matías Frey se dedica a la fabricación de velas esteáricas marca “La Estrella”. Más tarde, junto a Juan y Pedro Frey, sobrinos de don Matías,  montan una fábrica de jabón para lo que importan algunas maquinarias. Comienzan así a fabricar el jabón veteado castilla al que llaman “Las Llaves” y continúan produciendo las velas, productos éstos que se vendían en toda Venezuela y algunas islas del Caribe. En 1882, abre sus puertas la “Hispano-Venezolana», fábrica fundada por don José Moratinos que contaba con un tren a vapor de molienda para café, masa de arepas, harina de maíz, trigo, arroz y chocolate, mientras que un Directorio Mercantil de ese mismo año da cuenta de las fábricas de cigarrillos “La Porteña”, “La Integridad” de Luis Puncel y Cía y “El Cojo” de Alberto Domínguez y Cía; la de fósforos de J.M. Ibarra Palacio; las de jabón de Boulton y Cía, de Roberto S. Hill y de J.M. Pirela Sutil; la de velas, de F. Madrid y Cía y la tenería de J.P. Dachary.

En el libro patrocinado por la municipalidad y editado por Daniel Antonio Chambon (1883), con ocasión del centenario del nacimiento de Bolívar, en el aparte dedicado a las Industrias, leemos: «Dedícanse los habitantes del Distrito á algunas otras industrias, á mas de la del comercio, como fabricar cigarros, cigarrillos, jabon, chocolate, muebles, efectos de hoja-lata y de hierro, fósforos, zapatos y otras que luchan por establecerse contra la produccion extranjera, pues si las mencionadas han alcanzado ya á hacerlo, se debe en gran parte á que muchas de ellas son protejidas por el recargo de los impuestos arancelarios que sufren los efectos que se importan, y porque encuentran en el país bastantes materiales para la fabricacion./ El «Gremio de Artesanos» ha fundado una asociacion bajo este nombre que tiene por objeto la proteccion mútua de sus miembros, y sostiene una escuela nocturna en que recibe la instruccion primaria gran número de jóvenes que dedicados durante el dia al aprendizaje de las artes y oficios, destinan parte de las horas de la noche al de las primeras letras. El Concejo Municipal alienta á esta Asociacion y le tiene asignada una suma mensual para el pago de los preceptores».

Famoso también fue el establecimiento «La Indiana», de Juan Genis & Barcons, dedicado a la confección de chocolates con fines de exportación, la cual ganó en 1883 un premio en la Exposición Universal realizada en la capital, en conmemoración al centenario del nacimiento del Libertador. En 1885, funciona la Gran Fábrica de Calzado y Alpargatas de F. Paul & Cía., la Gran Fábrica de Calzados de M. H. Pérez & Cía., “El Centenario” fábrica de cigarrillos de M. Ávila & Cía. Al año siguiente, se funda la Gran Fábrica de Escabeche “El Palito» de Juan Bosch y Cía. la cual destacaba en su publicidad «escabeches procesados con pescados de la mejor clase y cogido en las playas de El Palito».

El contrato para el servicio eléctrico otorgado a Francisco de Paula Quintero, en 1886, será traspasado el año 1891 al ingeniero W. H. Volkmar, quien se comprometió con ligeras modificaciones a darle cabal cumplimiento, constituyendo dos años más tarde la “Compañía Anónima Alumbrado Eléctrico de la Ciudad de Puerto Cabello” que habría de continuar con la explotación del contrato, facilitando el nacimiento de  otras aventuras empresariales de importancia como, por ejemplo, la Cervecería de Puerto Cabello y Valencia, proyecto que se inicia en 1894 y cristalizará tres años más tarde cuando la planta es oficialmente inaugurada. La empresa con sede también en Valencia funciona hasta el año 1900, cuando se fusiona con la Cervecera Nacional. Miguel Picher, por otra parte, funda una Tenería Eléctrica para el curtido de pieles mediante el procedimiento inventado por una empresa parisina (Worms et Balé), proyecto que a juzgar por las fotografías que conocemos de la fábrica fue de gran envergadura, entre sus socios encontramos muchos nombres conocidos: Boulton, Kolster, Stürup, Römer, Baasch, incluso los mismos inventores parisinos. Al año siguiente, funciona la «Compañía Anónima Explotadora de Mármoles de Gañango» concesionaria para explotar la referida cantera por el término de 50 años.

A comienzos de 1910, se funda la fábrica de «Ron Álvarez» de Alfredo Álvarez. Ese mismo año, Juan Vicente Gómez le otorga por espacio de treinta años años a «The Venezuelan Meat Export Company Limited» el monopolio de la exportación de carnes congeladas, con una capacidad para procesar hasta 300 reses diaria, la misma estaba donde funcionó la «Cervecería de Puerto Cabello y Valencia». Hacia la década de los veinte, se funda la empresa dedicada a la molienda «El Sol», de José Simon, para el beneficio de café, maíz pilado, maicena de cariaco, cereales y avena pulverizada, harina de maíz amarillo, maíz blanco y harina de plátano. Ya para mediados del siglo XX existían en el puerto fábricas bien establecidas como las de gaseosas o refrescos Kola “D”, de los hermanos D’arago y su competencia, la Kola «B» de Bernotti; la de helados “Polo Norte”, de Mario Kritharis; la de manteca “La Criolla”; la de jabón “Compas”, de Andrés Cruz Villalba Lasso; la tenería de P. & R. Pardo Sucr.; la de ron “Víctor Díaz”, la de pastas alimenticias «Palermo», de Antonio Palermo y Miguel Matteo y café «La Hormiga» de Edmond Lameh.

Como se verá el proceso fabril se incrementa mediante el uso generalizado de la máquina a vapor y la generación eléctrica, facilitando en gran medida la explotación de los recursos locales, tales como la  caña de azúcar, cacao, café, otros granos y fibras naturales, animando la aparición de fábricas dedicadas a la elaboración de bebidas alcohólicas, víveres, hilanderías, manufactura de cuero y calzado, jabones y velas, entre otros productos. La etapa que sigue a la muerte del Gral. Juan Vicente Gómez será seguida por la inmigración europea, la Segunda Guerra Mundial y la bonanza petrolera que, definitivamente, catapultan la industrialización, esto en el marco de la política de sustitución de las importaciones impulsada desde el gobierno, pero es aquí donde los destinos de Valencia y el puerto se bifurcan, pues mientras la primera experimenta un proceso sostenido de industrialización a partir de los años cuarenta, contribuyendo a su materialización la planificación pública, la inversión privada y las políticas de incentivos fiscales, la dirigencia política porteña no fue capaz de avizorar los beneficios resultantes de desarrollar su puerto como uno de tipo industrial.

Es cierto que a principios de los años cincuenta la municipalidad trató de atraer a los industriales con la exoneración de patentes de impuestos municipales por tres años y otros atractivos, pero no se trató de una política sostenida con arreglo a un plan de mediano y largo alcance. Por el contrario, los gobiernos locales y la mayoría de la dirigencia política se empeñó en sacar a las pocas industrias existentes, convencidos como estaban de que la actividad portuaria sería suficiente para reportarle ingresos al fisco garantizando su futuro. Eso sucedió con históricas y emblemáticas empresas como “Las Llaves”, cuya ausencia todavía hoy se siente en la ciudad.

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@PepeSabatino