En la entrega anterior pudimos conocer la derrota administrativa que sufrió el padre Manuel Alesón en España, ante los argumentos que allá presentó el padre Zaragoza, refutando las acusaciones de Alesón y que además logró la aprobación de un pliego de peticiones que les permitían operar de manera más sencilla en la Provincia de Venezuela y de la Nueva Andalucía.
El padre Alesón regresó a estas tierras en compañía del padre Sanlúcar, con quien había viajado en conjunto a España y a su llegada se dirige a los Valles del Tuy para ejercer su ministerio bajo el respaldo del obispo de Caracas, el Excelentísimo Diego de Baños y Sotomayor.
Allí tuvo a su cargo las misiones de Tácata y la Doctrina de Charallave y construyó las Iglesias de Paracotos, Santa Rosa de Charallave y fundó el Pueblo de Indios de San Diego de Ocumare.
Sin embargo, el padre Alesón a su llegada mantuvo sus diferencias con las autoridades locales y permanecía al margen de su autoridad apoyándose en esa especie de “preferencia” que tenía el obispo de Caracas para con ese religioso.
Esta situación fue reportada al Consejo y trajo como consecuencia la emisión de una Real Cédula de fecha 2 de agosto de 1702 dirigida al prefecto, Fray Marcelino de San Vicente, la cual dice lo siguiente:
“Se me ha representado como está en esas misiones el p. Fr. Manuel Alesón a pesar de que tengo mandado por repetidas Cédulas que venga a España a residir en su Provincia, no han tenido efecto y que de esta omisión se siguen cada día graves inconvenientes y daños, así en los religiosos como en los seglares. Sabiéndose esto en mi Consejo de Indias por los instrumentos presentados donde consta de cierto había sido el dicho Fray Manuel causa de que otros cuatro religiosos faltaran a sus deberes con el Prefecto, con el informe del Fiscal he tenido a bien rogaros y encargaros que luego de recibir este despacho dispongáis venga irremisiblemente dicho p. Manuel Alesón a residir en España, en la primera ocasión que se ofrezca, para excusar los lances y perturbaciones que causa en la misión, habiéndose echado de menos no lo hubierais obedecido y ejecutado su remisión en virtud de las órdenes dadas anteriormente a este intento”.
Como podemos ver, el conflicto con el padre Alesón se generó en España y allá se había tomado la decisión de que él debería quedarse viviendo en Europa, para evitar mayores problemas.
Sin embargo, este religioso regresó y se amparó en la figura del obispo de Caracas hasta que la situación se hizo muy complicada y nuevamente se envía comunicación a España sobre el caso y de allí se emitió la Real Cédula que acabamos de transcribir. El padre Alesón no terminó regresando a España y falleció en la misión donde ejercía su ministerio.
Hasta este punto la presencia de los Capuchinos estaba ubicada en Caracas, Nueva Valencia, Nueva Segovia, Nirgua, El Tocuyo, Carora, Trujillo, Maracaibo, La Guaira, Petare, Las Guarenas, Victoria, San mateo, Cagua, Turmero Quibor, Quara, Borojo, el Tocuyo de la Costa, Margarita, Nueva Barcelona, Cumanagoto y Cumaná.
Un dato curioso para el caso de los Capuchinos en el oriente de Venezuela es que según el reporte del 30 de septiembre de 1773 de don Pedro Josef Urrutia Ramírez de Guzmán, Orden de Santiago, Coronel de los Reales Ejércitos, gobernador y capitán general de las Provincias de la Nueva Andalucía de Cumaná y en la Nueva Barcelona, de los 140 religiosos que estaban en ella, 25 formaban parte de los llamados “Capuchinos Aragoneses”, de los cuales 10 laboraban como curas doctrineros y 15 como misioneros.
Carlos Cruz
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