Opinión.- La historia es cómo ocurrió y es una necedad o una falta de honestidad ocultar algunos hechos por más sórdidos que puedan ser. Las circunstancias que rodean la muerte del primer obispo de Valencia, monseñor Granadillo, el 13 de enero de 1927 han sido omitidas por la mayoría de los cronistas por un pudor o una vergüenza que no tienen lugar, más aún cuando fue un suceso que avergonzó y conmovió a la ciudadanía y enaltecen a la figura del agraviado y delatan el clima de corrupción moral de autoridades y gobernados para la época.
Las tiranías a la par que coartan las libertades y las posibilidades de realizarse y superarse los ciudadanos tratan de embrutecerlos y corromperlos para lograr más fácilmente su dominación. Para mediados de los 20 en Venezuela las universidades permanecían cerradas mientras que los garitos y prostíbulos propiedad de los miembros del gobierno se esparcían por todo el país. No había liceos, pero los cuarteles estaban en todas las ciudades. En esos tiempos Valencia tenía por primera vez un obispo: el montalbanero Francisco Antonio Granadillo.
En diciembre de 1926 llegó a Valencia una llamada “revista de variedades” que comenzó a presentarse en el Teatro Municipal. Era la “Revista Follies Méndez, un espectáculo picaresco en el que actuaban una docena de mujeres, españolas y cubanas, con unos cuerpos exuberantes, que se exhibían bien escasas de ropas. El público de aquel espectáculo eran hombres solos y mayormente el pueblo bajo, gente sin educación que nunca habían visto un show de ese tipo y convertían aquello en un torneo de vulgaridad y groserías. Para rematar, a la salida de la ultima función los admiradores de las bailarinas se iban a rematar la jornada encerrados con ellas en las cuatro paredes de algún hotelucho. Del mismo modo algunas “caminadoras” se apostaban en las esquinas en cacería de algún espectador que hubiera salido de la función. Una escena de descaro que le desagradaba a mucha gente.
La cuestión del espectáculo y los alborotos a la salida empezó a ser el comentario de las familias en una ciudad que se preocupaban por lo poco edificante de la situación.
Pero intempestivamente el empresario del teatro canceló la temporada e inició la reparación del teatro, que había sido severamente maltratado por la chusma.
Pasaron unos quince días y para sorpresa de todos se anunció en el Cine Mundial por medio de un cartel en la puerta, la apertura de una nueva temporada de la revista “Mendez Follies” con una advertencia: “UNA SOLA FUNCIÓN – SOLO PARA HOMBRES”, que más que una advertencia era un gancho que atrajo a muchos de los admiradores del espectáculo.
El día de la “premier” desde muy temprano estaba el público esperando la apertura del cine pero de repente alguien salió de la parte interna y colocó un aviso: “Suspendida la función”. Ante esto espectadores frustrados entraron en cólera, lanzaron piedras en contra de la fachada y trataron de violentar la reja del establecimiento.
La gente comentaba y daba sus opiniones. Alguien dijo que varias familias se habían quejado en la curia ante monseñor Granadillo para que interviniera y ponerle un freno a la vulgaridad… y esto prendió la mecha…el tropel de revoltosos se dirigió a la residencia obispal, al lado de la Catedral.
Al llegar los amotinados a la fachada del “palacio” del obispo arremetieron en contra del inmueble: piedras y botellas, patadas contra la puerta. Parecía que trataban de saquear la residencia. Paradójicamente, en tiempos de “mano dura” y de “orden”, no hubo ninguna autoridad en todo el frente del Palacio Municipal y la Plaza Bolívar que impusiera la ley. Aun así, monseñor Granadillo, quien estaba enfermo del corazón, abrió la ventana y trató de mediar con la muchedumbre, pero recibió pedradas, groserías y escupitajos. Angustiado y tembloroso, con la cara llena de tierra y saliva, se retiró de la ventana indignado y preocupado por lo que ocurría. Empezó a sentirse mal y sufrió un ataque al corazón, muriendo poco tiempo después.
(Por: Luis Heraclio Medina Canelón – M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo)