En la historia de la humanidad los juegos de azar siempre han estado presentes pues todos ellos nacieron como una forma de distracción y posteriormente se le añadió la manera de ganar dinero por medio de las apuestas. Por lo que se les consideró ilegales hasta que los gobiernos se dieron cuenta de que por medio de los impuestos podían tener ganancias importantes para las Arcas del Estado.
Para el Siglo XVIII Valencia era una ciudad con unas 1.082 casas las cuales estaban distribuidas en 513 casas en la llamada cuadrícula de la ciudad y unas 569 fuera de ella, y contaba con unos 7.327 habitantes que según el Censo Eclesiástico de 1782 estaban repartidos de la siguiente manera:
$11. Blancos: 3.058
$12. Indios: 205
$13. Pardos: 2996
$14. Negros: 40
$15. Esclavos: 938
Pues bien, en esa Valencia de los mil setecientos, por supuesto que tenían que haber distracciones y una de ellas era el juego de “dados” en los que habían apuestas y en donde se vinculaban personas de todos los sectores (Ricos y pobres) y a esto por supuesto se le agregaba el consumo de alcohol lo cual terminaba por generar hechos de violencia y que el Procurador de la época don Andrés de Vargas reseñaba que dicho vicio alteraba “La Paz, el sosiego y la tranquilidad de sus vecinos”, que dicho juego no producía impuestos y que el mismo terminaba generando “Pleitos, heridas y muertes” por lo que era necesario poner un control a tal situación.
Una forma de control era impulsar a las personas que estaban sin hacer nada para que se pusieran a realizar algún oficio y la otra era que los jóvenes acudieran más a las iglesias para que aprendan sobre “el culto divino, la doctrina cristiana y el respeto a los ancianos” ….
Debemos recordar que para la época, la Iglesia consideraba que el tiempo libre debía ser consagrado a Dios y no a los juegos. Como podemos observar , nuestra Valencia aunque era una ciudad pequeña para la época ya padecía de problemas sociales generados por el juego.