Hay pueblos o ciudades antiguas, de muy vieja data, que parecen, sin embargo, asentamientos recientes. Un caso de este tipo es el de San Antonio de Los Altos, en el estado Miranda, enclavado en las cumbres de Los Altos hoy llamados mirandinos. En el pasado también fueron llamados Altos de Caracas, como ocurrió en el siglo XIX, o simplemente Los Altos. San Antonio semeja, por su conformación urbana, un pueblo reciente, una pequeña ciudad. Pudiera caracterizarse, sobre todo, como una ciudad dormitorio de Caracas. Visto así, su historia parecería reducirse a ese carácter, a la no poco noble tarea de acunar y abrigar el descanso de los caraqueños que, buscando mejores condiciones y precios asequibles, se mudaron a los parajes montañosos de Los Altos, si se quiere otrora idílicos.

San Antonio de Los Altos fue fundado en 1683, por donación que hizo don Juan Mijares de Solórzano, primer marqués de Mijares, a unas familias canarias que esperaban en las cumbres avileñas de Galipán una asignación de tierras que los favoreciera. Esa donación los unió en forma de comunidad indisoluble para la posesión de la tierra por expreso deseo del donante. Establecidas las familias en los picachos que los aborígenes de la región centro-norte en el siglo XVI llamaban Gulima, se dedicaron a labores agrícolas en tierras de difícil manejo por su abrupta orografía y se generó una fuerte endogamia. Los descendientes de esas familias se conocen como “comuneros” y casi todos se hallan emparentados de alguna manera.

San Antonio de Los Altos estuvo bajo la jurisdicción eclesiástica de San Diego de Los Altos, el pueblo vecino, hasta la erección canónica de la nueva parroquia eclesiástica de San Antonio de Padua. Dicha creación se llevó a cabo en 1783, cien años justos después de la fundación del pueblo. Si bien en el siglo XIX llegaron algunos inmigrantes que se asentaron en los predios sanantoñeros, dinamizando en parte su economía y refrescando con nueva sangre la endogamia local, San Antonio continuó siendo un pequeño pueblo de muy difícil acceso.

En 1937, como parte de la modernización del país y la construcción de nuevas vías de comunicación y penetración agrícola impulsada por el presidente Eleazar López Contreras, una nueva vía se abrió para San Antonio desde La Mariposa, donde luego se construiría el embalse homónimo. La carretera llegaba a Pacheco, un pequeño caserío perteneciente a San Antonio, por el sector llamado El Cambural. Esa carretera, que aún en parte se conserva, transcurre bordeando cascadas que llevan el nombre del caserío y durante dieciocho años, por los sectores llamados Turmerito y Las Mayas, conectó a San Antonio de Los Altos con el pueblo o parroquia foránea de El Valle y de ahí con Caracas. Las otras vías de conexión eran por el sur, en el sector llamado Quebrada Honda, al este hacia San Diego de los Altos y por allí, por Bejarano y Prim nuevamente a La Mariposa, y al este por Carrizal hacia Los Teques, capital del estado Miranda desde 1927.

En 1955 el gobierno de Marcos Pérez Jiménez construyó la carretera Panamericana, que conectaría Caracas con Las Tejerías (estado Aragua). El primer trayecto de Caracas a Los Teques se hizo abriendo una nueva vía por entre cerros, precipicios, zanjones y escasos valles, como el que se abre entre el kilómetro 14 donde está la entrada de San Antonio de Los Altos y el kilómetro 17, donde hoy está el distribuidor de La Rosaleda. Ese trayecto se conoce actualmente como recta de Las Minas y está bordeado por urbanizaciones y centros comerciales. De Los Teques a Las Tejerías se siguió la antigua carretera abierta durante el gobierno del general Juan Vicente Gómez. En parte se empleó el trazado original y también se abrieron otros para facilitar el tránsito automotor, eliminando así curvas o pasajes estrechos. Muchos de esos aún se pueden encontrar, como el que va en sentido hacia Las Tejerías desde la gasolinera y restaurante de Cumbre Roja, pasando por la antigua hacienda de la familia Materán, hasta cerca de un comercio denominado Casablanca, un poco más arriba, aunque del lado opuesto, a uno muy famoso conocido con el nombre de Guaracarumbo.

Poco después de ser abierta la carretera Panamericana, el periodista argentino Jorge Newton visitó la zona y dejó estampado en su libro Radiografía de Venezuela, publicado en 1956, que se trataba de aldeas serranas, conectadas entonces recientemente por una formidable autopista que unía Caracas con Los Teques. En verdad resultaba muy real esa imagen de aldeas serranas, aldeas que poco a poco se fueron transformando. San Antonio de Los Altos, debido a su cercanía a la carretera Panamericana, desplazaría años después en tamaño, número de habitantes e importancia geoeconómica a San Diego de Los Altos, que por mucho tiempo fue la ciudad principal de la región después de Los Teques.

La apertura de la carretera Panamericana coincidió y posibilitó logísticamente la construcción del Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC, hoy Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC). Eso atrajo numerosa población forastera a San Antonio de Los Altos y estimuló la construcción de nuevas urbanizaciones, escuelas, centros comerciales y clubes. Pronto la aldea serrana se fue convirtiendo en un pueblo que luego pasaría a ser una pequeña y agradable ciudad que creció empero con deficiencia en los servicios, que hoy exhiben grandes limitaciones.

Visto desde el prisma urbano, San Antonio de Los Altos pudiera parecer un pueblo nuevo cuando en realidad es un pueblo muy antiguo, aunque sea también una ciudad nueva. Los actuales pobladores no nativos quizá no conozcan la historia de la ciudad que es, en realidad, un pueblo viejo. Sus propios referentes identitarios tal vez reduzcan el paisaje cultural a ejes cronológicos y acontecimientos relativamente recientes. De allí deriva la importancia de divulgar la historia, no solo de San Antonio de Los Altos, sino de cualquier centro poblado. Constituye una manera de afianzar las identidades, consolidar la cultura local y generar nuevos viejos imaginarios que contribuyan a afianzar el sentido y el orgullo de pertenencia.

Horacio Biord

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